'Interstellar', un viaje para salvar a la humanidad
Protagonizada por Matthew McConaughey y Anne Hathaway.
DIRECTOR: Christopher Nolan
GUIÓN: Jonathan y Christopher Nolan
ELENCO: Matthew McConaughey (Cooper), Anne Hathaway (Amelia), Wes Bentley (Doyle), Jessica Chastain (Murphy), Matt Damon (Dr. Mann) y Michael Caine (Professor Brand)
DURACIÓN: 169 minutos
El tiempo es el gran tema en el cine de los hermanos Nolan y esa inquietud filosófica alcanza su máxima expresión visual en Interstellar. Esta ópera espacial, que es a la vez historia de amor, drama sicológico y de suspenso, nos plantea una visión del futuro revolucionaria y radical: nos devuelve al pasado. La hecatombe ecológica ha empujado a la humanidad, no a un ambiente urbano frío e industrial, dominado por robots y computadoras, sino al campo. A uno que, como en los años 30 de la Gran Depresión, tiene sumidos a los pobladores en la miseria. Los pocos pobladores que aún quedan en el planeta tratan de sembrar para sobrevivir. La escasez de recursos y el clima adverso los han orillado a subsistir con una sola siembra de maíz. La amenaza no viene de arriba o de afuera, sino de la tierra y de la falta de agua.
La fotografía de tonos ocres le da una pátina de nostalgia a una vida en apariencia sencilla que nos devuelve a la mesa donde la familia completa se sienta a comer. Estilísticamente, Nolan nos remite a la pradera tejana de películas como Days of Heaven (dir, Terrence Malick, 1978). La presencia de algo ajeno a ese idílico pasado se manifiesta no en seres extraterrestres, sino en las tormentas de polvo que se vuelven cada vez más intensas. Cooper (Matthew McConaughey) es un padre y granjero excepcional, pero añora su pasado como piloto y trata de llenar el hueco que dejó la muerte de su esposa. Sus dos hijos adolescentes son su adoración.
Casi por error, Cooper descubre un edificio escondido de la NASA donde se planea una misión secreta para rescatar a lo que queda de la humanidad. Encabezada por el eminente profesor Brand (Michael Caine), la idea es mandar una misión al espacio a encontrar un planeta que pueda albergar vida humana y “evacuar” a los habitantes de la Tierra, dado que el planeta está a punto de volverse adverso a cualquier forma de vida.
Cooper se suma a la misión de explorador espacial porque se le asegura que tendrá una duración máxima de dos años. Con gran tristeza, se despide de sus hijos, quienes quedan a cargo del abuelo Donald (John Lithgow) y los deja con la convicción que al hacerlo les salvará la vida.
Con este planteamiento, Nolan nos ubica en una realidad mucho más factible que todas las visiones apocalípticas que predicen el provenir de la humanidad expresado en efectos especiales que nos alienan de cualquier punto de identificación. La magistral fotografía de Hoyte Van Hoytema, la música de Hans Zimmer y el montaje, nos transportan al espacio sideral y registra el momento íntimo y el galáctico a un ritmo perfecto. El efecto es el mismo del que se dice de la ópera como el arte total. De Interstellar se podría decir que es el cine total. Lo que tan pomposa y fallidamente trató de decirnos Terrence Malick en The Tree of Life (2011), adquiere con Nolan una sencilla elocuencia en la que realmente armonizan forma y fondo.
Nolan rinde tributo a varios maestros, no solo del cine, sino de la literatura y las artes plásticas. Sus referencias son inabarcables e incluyen tanto al cine de ciencia ficción como la clásica 2001: Una Odisea Espacial (dir. Stanley Kubrick, 1968), la poesía de Dylan Thomas, y las teorías sobre hoyos negros del astrofísico Kip Thorne. Lo mejor de todo es que a pesar de la magnitud de sus miras y erudición, Interstellar no pierde nunca la perspectiva humana. A pesar de sus alcances, nos remite siempre a nosotros mismos. Como en los hoyos negros, el tiempo es circular, y a pesar de que nos lanza al espacio exterior, el fin comienza con el principio.