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Una señora a quien conozco se divorció a los treintaitantos años, estudió medicina y se convirtió en médico internista a los cuarentaitantos años, luego se casó con un peluquero a los 56 años.
"¿Dónde lo conociste?" le pregunté. (Era evidente que no fue en su salón de belleza, daba la impresión de que no iba nunca).
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"Éramos miembros del mismo gimnasio", explicó. Una noche, después de charlar mientras hacían ejercicios en las máquinas, fueron a cenar juntos. "Y todas las noches” después de ese encuentro, dice sonriendo. "Me enamoré locamente".
"¿En qué se diferencia este de tu primer matrimonio?" le pregunté. (El primer esposo era un arquitecto exitoso).
"Mi primer esposo no me entendía. Este hombre sí". Su sonrisa se ensanchó. "Soy una mujer afortunada".
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Mucho más afortunada, debo admitir, que yo con las citas amorosas que tuve tras mi divorcio, que ocurrieron años atrás. Uno de los primeros hombres con los que salí era plomero. Debido a que él me intrigaba, pasé por alto el hecho de que mi trabajo (catedrática de letras) y mis gustos (cine, teatro, libros, natación, caminatas por el bosque y Scrabble con un estilo muy despiadado) no parecían llamarle la atención.. Con el tiempo comenzó a deprimirse y dejó de comunicarse, lo que me obligó a enfrentar el verdadero problema: él no me entendía —ni yo a él—.
La comprensión mutua puede neutralizar todo tipo de desigualdades en una relación, como diferentes orígenes, diferentes empleos, diferente educación. Poco después de mi divorcio, por ejemplo, me enamoré de una persona que tenía poco en común conmigo. Sin embargo, me di cuenta rápidamente de que podría pasar por alto su falta de interés por la lectura, porque él llenaba otras necesidades. Era flexible y amable conmigo y con mi hija (a quien cuidaba en las noches en las que yo trabajaba). Le encantaba cocinar y arreglar cosas. Era una dicha tenerlo en casa. Con sus dos hijas, un poco mayores que la mía, disfrutamos de comidas en familia y excursiones de fin de semana.
De hecho, estábamos a punto de convertirnos en una familia común y corriente cuando me confesó que había sido infiel cuando surgieron problemas en su matrimonio.
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