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Los trastornos alimentarios en mujeres de más de 50

¿Crees que la anorexia, la bulimia y los atracones solamente ocurren entre las adolescentes y adultas jóvenes? Piensa otra vez.


spinner image Mujer vestida de rojo ve el reflejo de su imagen deformada en un espejo.
Si bien una preocupación excesiva en torno al peso puede parecer poco más que vanidad, un trastorno alimentario es una enfermedad mental.
Dan Saelinger

Gayle Hodgins no planeaba comprar dulces, pero luego vio el letrero de venta en la vidriera de su farmacia local.

Entró y compró seis cajas grandes de dulces de esos que se venden en las salas de cine y una barra de chocolate tamaño familiar, con una sola cosa en mente. Planeaba comer hasta el último bocado y luego forzar el vómito.

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Hodgins padece bulimia nerviosa, un trastorno alimentario que lleva a la gente a ingerir gran cantidad de alimentos y luego purgar las calorías a través del vómito, de píldoras o de ejercicio en exceso.

Si bien la mayoría de las personas consideran los trastornos alimentarios un problema propio de las jóvenes, Hodgins no es ninguna adolescente. Tiene 53 años y dos hijos, vive en Filadelfia, y se cuenta entre el alarmante número de adultos de mediana edad que sufren de trastornos alimentarios que ponen en riesgo la vida.

5 indicios de que podrías padecer un trastorno alimentario 

  1. Te obligas a vomitar porque te sientes incómodamente llena.
  2. Te preocupa haber perdido control sobre cuánto comes.
  3. Has perdido más de 14 libras en un período de tres meses.
  4. Crees que estás gorda, en tanto los demás creen que estás demasiado delgada.
  5. El pensar en la comida domina tu vida.

Trastornos alimentarios en personas de mediana edad

En junio del 2012, el prestigioso International Journal of Eating Disorders publicó los resultados de un trascendental estudio sobre la prevalencia de los trastornos alimentarios en personas de mediana edad y mayores.

Según la Dra. Cynthia Bulik, principal autora del estudio y directora del Center of Excellence for Eating Disorders (Centro de Excelencia en Trastornos Alimentarios) de University of North Carolina, Chapel Hill, el 13% de las mujeres estadounidenses de más de 50 años presenta síntomas de algún trastorno alimentario; el 60% informa que su preocupación en torno al peso y a la figura afecta sus vidas en forma negativa, y el 70% está tratando de adelgazar.

Estas cifras reflejan los índices entre adolescentes y mujeres jóvenes, observa Bulik, autora de Midlife Eating Disorders: Your Journey to Recovery (Trastornos alimentarios en personas de mediana edad: Tu viaje hacia la recuperación).

“Los trastornos alimentarios afectan la calidad de vida, y esto tiene un impacto tremendo en la sociedad”, afirma Bulik. “Puede afectar la productividad en el trabajo, el bienestar en el hogar, y puede tener consecuencias económicas muy graves” sobre las familias, ya que muchas empresas aseguradoras son reacias a cubrir la atención de estas enfermedades.

Si bien una preocupación excesiva en torno al peso puede parecer poco más que vanidad, un trastorno alimentario es una enfermedad mental muy vinculada a la depresión y la ansiedad.

Además de la bulimia, los trastornos alimentarios incluyen la anorexia nerviosa, que lleva a una persona a matarse de hambre incluso cuando está por debajo de su peso, y el trastorno de apetito desenfrenado, que lleva a la persona a consumir grandes cantidades de alimento sin purgar.

Aquellas pacientes que satisfacen algunos, pero no todos, los criterios para el diagnóstico de anorexia o bulimia y sufren otros síntomas (como forzarse a vomitar después de ingerir cantidades normales de alimentos, o masticar y escupir gran cantidad de alimentos), pueden ser diagnosticadas con otros trastornos de la ingestión de alimentos o de la conducta alimentaria.

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Un trastorno de la salud mental con consecuencias físicas

Además de las consecuencias psiquiátricas de los trastornos alimentarios —quienes los padecen suelen aislarse de sus amigos y familiares—, estas enfermedades tienen efectos devastadores en términos médicos.

La anorexia es el más letal de todos los trastornos psiquiátricos, y mata hasta a un 20% de las enfermas crónicas. La inanición, el atracón y la purga dañan los sistemas coronario y gastrointestinal. La ingestión errática puede generar desequilibrios hormonales que pueden llevar a la osteoporosis. El vómito reiterado y la desnutrición también dañan los dientes. Estos problemas afectan a las personas que los padecen, pero golpean más dura y rápidamente a medida que ellas envejecen y sus organismos se van perdiendo capacidad de recuperación.

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Aunque nadie sabe exactamente qué es lo que causa un trastorno alimentario, los investigadores creen que es resultado de una compleja interacción entre nuestros genes y nuestro entorno. Lo más común es que surjan durante la adolescencia, en medio del torbellino hormonal, los cambios físicos y los ajustes psicológicos propios de la pubertad.

En tanto algunos pacientes se recuperan durante su adolescencia y juventud, otros continúan luchando hasta adentrarse en la mediana edad y más tarde. Algunos de los que se recuperan volverán a caer. Y habrá quienes desarrollen un trastorno alimentario por primera vez al promediar su vida.

La menopausia y otros cambios vitales

Los cambios fisiológicos y psicológicos que ocurren durante la menopausia parecen replicar los cambios de la pubertad, comenta Bulik, y eso puede convertir este momento en un período de alto riesgo para el desarrollo de trastornos alimentarios nuevos o el resurgimiento de los viejos. Estos cambios ocurren contra el telón de fondo de una cultura estadounidense orientada a la juventud, que asume la idea de que el envejecimiento —y las libras extra que acompañan ese proceso— debe combatirse a toda costa.

“Las mujeres no acostumbran conversar acerca de los cambios físicos que conlleva la menopausia”, explica la Dra. Margo Maine, psicóloga clínica en West Hartford, Connecticut, y autora de The Body Myth: Adult Women and the Pressure to be Perfect (El mito del cuerpo: Las mujeres adultas y la presión de ser perfectas). “Buscan, en cambio, manejar sus cuerpos con lo último en ejercicios o tomando lo último en píldoras adelgazantes”.

Estas renovadas preocupaciones en torno al peso y a la apariencia con frecuencia emergen junto con factores generadores de estrés exclusivos del grupo etario de más de 50 años. Los hijos parten del hogar (o se reinsertan en él), los padres empiezan a envejecer y los boomers pueden empezar a tener que lidiar con problemas de salud.

Robin McKenzie, de 51 años, residente del área rural de Virginia Occidental, padecía un trastorno alimentario desde los 14, pero recién cuando su padre enfermó y murió el verano pasado su problema empeoró considerablemente. La salud de su madre también se debilitaba, y la muerte de su padre había dejado a la familia envuelta en una deuda cuantiosa. La carga de brindar cuidados y la gestión financiera recayeron pesadamente sobre los hombros de McKenzie.

“Empecé a practicar ejercicios para relajarme”, afirma. Además, comenzó a comer menos, y su peso se derrumbó peligrosamente. Incapaz de concentrarse en el trabajo, con su corazón, hígado y riñones que empezaban a fallar, el pasado mes de agosto McKenzie terminó internada. A pesar de que era mucho mayor que el estereotipo de paciente de trastornos alimentarios, estaba lejos de ser la más vieja del pabellón. Muchas pacientes tenían 60 y pico o más.

Nuevas maneras de mejorarse

Y sin embargo, la madurez aporta ventajas sustanciales para lidiar con los trastornos alimentarios, afirman los expertos. Los pacientes de más edad tienen más experiencias de vida y percepciones a las cuales recurrir. Además, son más conscientes de los costos físicos y psicológicos que trae aparejado el perseverar en patrones alimentarios malsanos. Incluso los que han intentado controlar una alimentación desordenada en el pasado sin lograrlo, a menudo lo logran a edad más avanzada.

“Muchas veces, las mujeres mayores sienten mucha vergüenza y desesperanza, debido a que han padecido el trastorno alimentario durante tanto tiempo, pero he visto suceder grandes cosas en personas que han buscado ayuda en sus cuarenta, cincuenta y sesenta años, y más tarde”, afirma Maine.

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Una creciente concienciación de los trastornos alimentarios en mujeres mayores (y algunos hombres) también ha conducido a más opciones de tratamiento. Las mujeres cuyas enfermedades son más severas o crónicas pueden requerir hospitalización o tratamiento en residencias geriátricas o especializadas. Allí se proveen todas las comidas, y las mujeres participan de una variedad de terapias, incluida la terapia cognitivo conductual, el asesoramiento nutricional y la medicación.

Después de algunos reveses menores el pasado invierno, McKenzie mantiene su peso y trabaja en una nueva carrera. Hodgins sigue en terapia y está progresando. “No llega más lejos quien más corre, ¿verdad?”, observa. “Solo quiero estar bien. Quiero ser una persona normal”.

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