‘Elle’: Existencialismo vs feminismo
La película francesa se resiste a presentar a su protagonista como una víctima.
DIRECTOR: Paul Verhoeven
GUION: David Birke (basado en la novela Oh… de Philippe Djian)
ELENCO: : Isabelle Huppert, Laurent Lafitte, Anne Consigny, Charles Berling, Virginie Efira, Judith Magre y Christian Berkel
DURACIÓN: 131 minutos
Encarnada por la gran Isabelle Huppert, la “ella” del título es tan esquiva como la película misma. Huppert puede proyectar todo y nada; su opacidad es la clave de un argumento que desafía todo intento de interpretación. La publicidad de Elle la anuncia como “la venganza de una mujer violada” cuando la única “revancha” que consuma la protagonista es su resistencia a aceptar el papel de víctima. De hecho, el director tuvo que desistir en sus intentos de hacer la película en Estados Unidos precisamente porque insistían en que le diera ese giro a la historia cuando la novela en la que esta basada, es otra cosa.
Elle comienza con una pantalla negra. Escuchamos los gemidos de alguien haciendo el amor; igual pueden ser de placer o de dolor. Lo primero que vemos es un gato que observa impasible la escena que poco a poco vamos también descubriendo: un hombre de rostro enmascarado, golpea y viola a una mujer. Finalmente, huye. La mujer se levanta, recoge los objetos que se rompieron en el forcejeo, y tranquilamente toma un baño de tina; su reacción tan inescrutable como la del gato. Y Michèle Leblanc es tan grácil como un felino. Su etérea belleza comienza por su indefinible edad. Aunque tiene 63 años, Huppert puede sin problema parecer los diez o quince menos que tiene su personaje.
La casa de Michèle en las afueras de París es tan elegante como ella, dueña de una exitosa compañía de software que crea videojuegos de sexo y violencia. Esta puede ser una de las claves para entender la cinta: ¿es la constante exposición a ese tipo de imágenes lo que lleva a Michèle a distanciarse de su propia experiencia? El hecho es que Michèle se presenta a trabajar al otro día como si nada.
¿Por qué no acudió a la policía? Una circunstancia en el pasado de Michèle podría explicar esto. Michèle es hija de un asesino en serie. Cuando su padre fue capturado, las cámaras tomaron la imagen de Michèle, de diez años, cubierta en cenizas. Esa imagen bastó para que las autoridades y los medios insinuaran que la niña había colaborado con su padre en el incendio de su propia casa. Es decir, la sociedad decidió por ella el papel que había jugado en su propia vida. Aunque como adulta alcanzó el éxito económico, Michèle sabría, quizás desde entonces, que las reglas de la sociedad convencional jamás se podrían aplicar a ella. La película misma se resiste a las trágicas circunstancias dándoles un tono de comedia negra.
La primera mitad de Elle nos lleva a pensar que la sangre fría de Michèle encierra una secreta astucia vengativa. La mujer está determinada a encontrar al hombre que la atacó y la película juega con nuestras sospechas. ¿Sería su amante, que además es el esposo de su mejor amiga? ¿El empleado que la detesta? ¿O quizás el vecino casado con una fanática religiosa? La sangre fría con la que se conduce nos lleva a deleitarnos imaginando los sutiles métodos de tortura que Michèle utilizará cuando atrape a su atacante. Organiza, por ejemplo, una elegante cena navideña a la que invita a amigos y enemigos por igual. Celosa de la joven novia de su ex marido, esconde un palito de madera en su botana. En la misma cena, se burla abiertamente de su mamá.
La cena resulta un parteaguas en la historia que cambia de dirección a partir de ahí. El disgusto hace que la madre sufra una embolia. En el hospital nuevamente vemos el distanciamiento emocional de Michèle a partir de una imagen: cuando la doctora le enseña una radiografía que demuestra la extensión del derrame cerebral de su mamá, Michèle le pregunta si la imagen es real o un truco de su madre para chantajearla. No se puede decir más sin revelar la trama; solo queda preguntarse si la película no habrá sido tan malinterpretada como esa radiografía por los críticos que la han ensalzado como una historia feminista: Elle es todo menos eso. Desde el inútil hijo que le saca dinero para mantener a la novia embarazada, hasta el exesposo —un escritor fracasado que también depende de su ayuda—, pasando por los empleados que la detestan y hasta su atacante mismo, todos los hombres en la vida de Michèle se aprovechan de ella. Lo único que se puede decir en su “defensa” es que lleva su cruz con mucho estilo, con un savoir faire que solo se puede entender en Francia, donde el sentimentalismo se considera de mal gusto.
En Francia está también la clave para entender el discurso filosófico de la historia. El “triunfo” de Michèle es la resistencia interna, su renuencia a comportarse como una víctima siguiendo las expectativas de la sociedad. Actuar así seria vivir en “mala fe”, anatema del Existencialismo que, en su modalidad gala, surgió durante la ocupación Nazi como un antídoto intelectual a la ignominia de la colaboración francesa. Al rechazar las formas convencionales de moral, la resistencia interna era una alternativa filosófica que los escudaba de la vergüenza de admitir que en la vida real no pudieron sostener esa postura.
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