‘The Dinner’: Un banquete de violencia psicológica
Richard Gere y Laura Linney enfrentan un dilema moral.
DIRECTOR: Oren Moverman
GUION: Oren Moverman (basado en la novela homónima de Herman Koch)
ELENCO: Richard Gere, Steve Coogan, Rebecca Hall y Laura Linney
DURACIÓN: 120 minutos
Cocina es cultura. La civilización, se dice, nace alrededor del fuego donde se preparan los alimentos. En The Dinner, ese ritual que es también facilitador social, sirve como paradójica muestra de su contrario: de la barbarie que se puede esconder detrás del sofisticado refinamiento del “buen comer”. Los personajes de la cena a la que hace alusión el título se devoran entre sí, entre aperitivo y digestivo. La genial premisa da lugar a un interesante cuestionamiento acerca de qué tan reales son las conquistas de nuestra civilización —la de occidente, en particular. El contexto de la novela original, un best seller del holandés Herman Koch, es pertinente a Europa, sobre todo, pero a esta adaptación al contexto estadounidense se le añadieron tantos ingredientes que resulta menos digerible (aunque igual de apetecible).
Dos parejas se reúnen para cenar en un elegantísimo restaurante. La elaborada pedantería del menú es irónico contrapeso al burdo motivo que los lleva a juntarse. Resulta que los hermanos Lehman y sus esposas deben discutir qué hacer respecto a un lamentable incidente que protagonizaron sus hijos adolescentes. Al principio, la perspectiva que tenemos es la de Paul (Steve Coogan), maestro de una escuela pública que resiente profundamente el éxito de su hermano Stan (Richard Gere), un carismático congresista en campaña para gobernador. Con esa calma histérica que tan bien sabe proyectar, Laura Linney interpreta a Claire, la esposa de Paul. Claire siempre está tratando de atemperar los agresivos ataques de su marido a Stan. Katelyn (Rebecca Hall) parece la clásica esposa “trofeo”: elegante y mucho más joven que Stan. Y digo “parece” porque nada en The Dinner es lo que aparenta, y ese es su principal atractivo. Al igual que la novela, la película basa su punto de vista en el recurso literario del narrador poco confiable.
A pesar de que los hermanos llevan tiempo distanciados, sus hijos, de dieciséis años, son muy amigos. En una noche que se van de fiesta, los jóvenes, pasados de copas, golpean a una indigente que se ha refugiado del frío en el cubículo de un cajero automático. Michael (Charlie Plummer) y Rick (Seamus Davey-Fitzpatrick) torturan sin piedad a la mujer, que además es de raza negra. Ellos mismos, vanagloriándose de la hazaña, la graban en sus celulares. El video se hace viral, pero sería prácticamente imposible que sus identidades se descubrieran. El dilema moral, que se discute a lo largo de una elaborada cena en la que cada platillo es anunciado por los meseros como un performance, es si se debe obligar a los chicos a que confiesen su crimen. Además del futuro mismo de los jóvenes, está en juego la carrera política de Stan.
Aunque la cena es el punto central de la acción dramática, la tensión se rompe continuamente con flashbacks y otros distractores más o menos creíbles. Se entiende que había que contextualizar los diferentes aspectos de una dinámica que funciona a muchos niveles; que las acciones de los personajes llevan una gran carga de corrientes subterráneas de resentimiento y malentendidos, pero a veces parece que cada personaje habita su propia película. Esto es en parte inevitable puesto que la idea central es que vayamos descubriendo poco a poco, platillo por platillo, la realidad que se esconde detrás de cada uno (en esencia, lo contrario de lo que habíamos imaginado). El problema es que el recurso termina siendo como un guisado de la cocina “molecular” en el que los ingredientes nunca se mezclan. El director israelí Oren Moverman trató de darle una dimensión épica a esta versión estadounidense de la novela holandesa agregándole un forzado paralelismo entre el antagonismo de los hermanos con reflexiones sobre la guerra civil estadounidense.
Hay muchas influencias cinematográficas en The Dinner, desde El discreto encanto de la burguesía (Dir. Luis Buñuel, 1972) hasta las más recientes We Need to Talk about Kevin (Dir. Lynne Ramsay, 2011) y Carnage (Dir. Roman Polanski, 2011). La cinta habla de una descomposición social que afecta los círculos más íntimos: los de la familia. La gran pregunta no articulada, pero que se va formando poco a poco en el aire, es si la conducta de los hijos es herencia del historial de violencia de sus padres.
Como los meseros que constantemente interrumpen la cena con explicaciones pedantes sobre el origen de cada platillo, la narrativa de The Dinner está demasiado fragmentada, sobre todo al principio. Sin embargo, vale la pena quedarse hasta el postre donde al fin se justifica, con creces, cada bocado.
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