Jardinero derecho, miembro del Salón de la Fama del Béisbol, y filántropo; nació en Puerto Rico.
In English | Hace poco, el Congreso aprobó la creación del Smithsonian National Museum of the American Latino.
Si bien todavía no se ha elegido un sitio para el museo, los funcionarios del Smithsonian anunciaron los 19 miembros inaugurales de la junta directiva de la institución. Son un grupo diverso de líderes latinos con experiencia en una amplia gama de áreas, entre ellas el chef y humanitario José Andrés, la actriz Eva Longoria y Alberto Ibargüen, presidente y director ejecutivo de la John S. and James L. Knight Foundation y exeditor del Miami Herald y El Nuevo Herald.
Pero ¿quiénes figurarán en el National Museum of the American Latino? Les pedimos a expertos que nombraran a los estadounidenses más inspiradores e influyentes de raíces hispanas. A continuación, 10 de sus selecciones principales.
Roberto Clemente (1934 — 1972)
Por Manny Sanguillén, receptor de las Grandes Ligas y compañero de equipo de Clemente.
Cuando eres un pelotero famoso, la vida está llena de tentaciones. Una de las razones por las que Roberto Clemente fue un atleta grandioso es que no maltrató su cuerpo. Se cuidó siempre y así pudo lograr 3,000 hits durante su carrera, ganando el premio Guante de Oro durante 12 temporadas consecutivas entre 1961 y 1972. Cuando terminaba el juego, le gustaba ir a comer pescado y un poquito de arroz con habichuelas en un lugar cubano donde tocaban el piano. Nos sentábamos a comer y de ahí íbamos para la casa. Roberto era un hombre de familia, dedicado a sus padres y un gran amigo. Me ayudó siempre y me enseñó sobre la pelota y la vida. Cuando no jugaba, se dedicaba a la beneficencia, transportando comida y materiales a los países necesitados. Había viajado a Nicaragua con su esposa y se quedó impresionado cuando vio la pobreza del país. “Yo quiero ayudar a los pobres”, me dijo. El 31 de diciembre de 1972 estaba regresando a Managua cuando se cayó el avión. Después me dijeron que el avión estaba lleno de mercancía. Me gustaría pensar que nunca sintió el choque, que él fue directo para el cielo. Cuando me enteré, me tiré al mar cerca del accidente para tratar de encontrar sus restos. No me sorprendió que los Piratas de Pittsburgh retiraran su uniforme, el número 21.
A veces me preguntan si su muerte me afectó demasiado. Pero yo no he entendido nada, porque para mí él está vivo todavía. De alguna manera, nunca se fue.
—Según relatado a Ernesto Lechner
Selena (1971 — 1995)
Por Joe Nick Patoski, periodista y escritor de la biografía Selena: Como la Flor.
Le decían la reina de la música tejana, el sonido regional creado por los mexicano-estadounidenses en Texas. Pero Selena Quintanilla-Pérez, quien en el 2021 habría cumplido 50 años, fue más que solo una cantante dinámica que creció en una orquesta familiar. Aprendió a cantar en español cuando era adolescente y se convirtió en una artista plena, líder de un espectáculo internacional que pudo llenar el Astrodome de Houston con más de 60,000 admiradores. Como empresaria independiente, Selena abrió boutiques y estableció una línea de ropa. Actuó en una telenovela en México y apareció en la película Don Juan DeMarco.
Y todo eso antes de cumplir 24 años. Selena, quien se enorgullecía de su origen latino y sus rasgos indígenas, se convirtió en ejemplo para millones de niñas, y muchas veces habló en público sobre el valor de la educación.
Considerada como la próxima Gloria Estefan, quizás la próxima Madonna, su crossover a la música pop en inglés fue un acontecimiento muy esperado. Pero las aspiraciones de Selena se derrumbaron en 1995, cuando la presidenta de su club de admiradores, la mujer a quien ella consideraba su mejor amiga, la asesinó a tiros. El álbum póstumo en inglés de Selena, Dreaming of You, llegó al primer puesto de la lista de los 200 principales éxitos de Billboard cuando apenas se lanzó —algo sin precedentes para un artista latino— y ha vendido más de 3 millones de copias. Y desde su muerte prematura, su legado no ha hecho más que crecer. Ella abrió puertas para una generación de artistas latinas, entre ellas Jennifer Lopez, quien interpretó el papel de Selena en la película homónima sobre su vida. Selena, joven, bella y en auge para siempre, es un ícono estadounidense del siglo XX.
Anthony Quinn (1915 — 2001)
Por Edward James Olmos, actor, ganador de un premio Emmy y nominado al premio Óscar.
Anthony Quinn fue un actor consumado; podía interpretar cualquier papel. Cuando interpretó a Zorba en Zorba the Greek, la gente de verdad creyó que era griego. En lo que fuera que actuara, el público creía que él era el personaje que interpretaba.
Influyó en la mayoría de nosotros en la industria; a mí me influyó muchísimo. Su honestidad y sinceridad fueron clave. Para que los personajes cobren vida, hace falta llegar a un nivel de verdad, de realismo. Por supuesto, hay que conocer la técnica de la actuación, pero la manera en la que se usa esa técnica debe provenir de muy adentro.
En 1972, cuando leí su autobiografía The Original Sin: A Self-Portrait, ese fue el momento en el que empecé a entenderlo, porque escribió sobre su crianza, sobre cómo llegó a Estados Unidos y vivió en Boyle Heights, en el este de Los Ángeles, a unas cuatro o cinco cuadras de donde yo nací.
Nos hicimos buenos amigos. Yo conocía muy bien a su familia. Todavía me relaciono con ellos. Cuando elogié la memoria de Anthony, le agradecí. Él me enseñó la verdad.
Lo que muchos no saben es que una vez Anthony arriesgó su carrera para salvar a unos jóvenes que ni siquiera conocía. En 1942, a pesar de la falta de pruebas, 21 adolescentes mexicano-estadounidenses fueron enjuiciados, acusados de haber cometido un asesinato en la muerte inexplicada de otro adolescente. La mayoría de los acusados fueron declarados culpables. Anthony trabajó muy duro para crear conciencia sobre la situación crítica de estos niños. Por eso lo llamaron comunista; arriesgó mucho su imagen. Pero se sintió obligado a hacerlo por la injusticia contra esos muchachos. Y ayudó a que se anularan esas condenas.
—Según relatado a Elizabeth Llorente
Ynés Mexía (1870 — 1930)
Por Bill McKibben, defensor del medioambiente y autor de libros, entre ellos The End of Nature.
Quizás parezca trillado decir que una botánica es una flor tardía, pero es la descripción perfecta para Ynés Mexía. Después de una niñez que podría describirse como tempestuosa (se mudó de un lugar a otro en Norteamérica luego del divorcio de sus padres), Ynés se quedó viviendo en el norte de California. Como parte de su tratamiento para una crisis nerviosa, empezó a caminar por las montañas con el Sierra Club. A los 51 años, se inscribió en University of California, Berkeley, donde estudió botánica. A mediados de sus 50, emprendió su primera expedición botánica verdadera, cuando fue a México como parte de un equipo de Stanford. Pero pronto estaría trabajando sola y a gran escala.
Mexía recopiló especímenes desde Tierra del Fuego hasta el monte McKinley, en Alaska. Después de un viaje de dos años y medio en canoa por el Amazonas, hasta llegar a donde nace el río en los Andes, había recogido 65,000 especímenes. Se cayó por una ladera, se fracturó varios huesos y por error comió bayas venenosas. Pero sobrevivió. Y en total, de un extremo del hemisferio al otro, recopiló casi 150,000 plantas, de las cuales 500 no habían descubierto las ciencias y 50 llevan su nombre. Incluso descubrió un nuevo género de la familia de las asteráceas, que ahora se conoce como Mexianthus. “Decidí que, si deseaba familiarizarme más con Suramérica”, escribió en la publicación Sierra Club Bulletin, “la mejor manera sería atravesarla”.
Oscar de la Renta (1932 — 2014)
Por Carolyne Roehm, diseñadora de modas y antigua asistente de Oscar de la Renta, quien fue su mentor.
Oscar fue un erudito, un diseñador de modas y la esencia del verdadero caballero. Se inspiró mucho en su país natal y en las tradiciones de las culturas europeas. Le fascinaban los toreros y los bailarines de flamenco españoles. Los íconos de la moda bajo cuya tutela floreció como diseñador (Balenciaga y luego Lanvin) lo ayudaron a perfeccionar su técnica en los primeros años, pero siempre fue consecuente consigo mismo y tuvo un punto de vista muy singular. Fue un visionario; la mujer moderna y cotidiana lo cautivaba. Para vestirla, se resistió a las tendencias y forjó su propio camino con aplomo, que fue una combinación entre lo antiguo y lo nuevo.
Su vida fue el epítome del sueño americano, y contribuyó con sofisticación y clase al panorama de la moda de Estados Unidos, en particular con los trajes de noche, pues fue el primer diseñador de este país que participó en la Semana de la Moda de París. Sus clientas —primeras damas, actrices y mujeres distinguidas en la cumbre de sus especialidades— emanaban elegancia, feminidad y una seguridad de sí mismas que solo se logra cuando una mujer se siente de lo mejor. Esa fue la magia intrínseca de sus diseños. Oscar les mostró a las mujeres que es posible ser elegante y también divertirse con la moda. La ropa que diseñaba era coqueta y muy adornada, aunque nunca vulgar.
Y fue el jefe más divertido que se puede tener. Tenía un gran entusiasmo por la vida y cuando no estaba trabajando duro, reunía a grupos grandes alrededor de su mesa y terminaban la velada con alegres canciones y bailes. La mayor lección que me enseñó Oscar, cuando yo era joven y tímida, fue salir del cascarón. Me dijo: “Sé audaz. Hazte presente”.
— Según relatado a Elizabeth Llorente
Johnny Pacheco (1935 — 2021)
Por Bobby Valentín, director de orquesta.
A Johnny Pacheco lo conocí en 1960 durante mis comienzos en Nueva York e hicimos una gran amistad. Él siempre fue una persona visionaria y quiso cambiar las cosas. En vivo proyectaba una energía increíble. Era chistoso y carismático y vacilaba con el público. Veías a las otras agrupaciones en la tarima y eran como unas momias que no se movían. Pacheco había estudiado en Juilliard y era un entertainer. Grabó álbumes clásicos con los mejores cantantes de la época —como Celia Cruz— y fundó el sello Fania con el abogado Jerry Masucci. Fue el arquitecto de la explosión de la salsa en los 70. Un fenómeno cultural que empezó en Nueva York, pero sacudió el mundo y cambió la historia de la música latina.
Yo fui prácticamente uno de los primeros que firmó con el sello Fania, y fue un boom con la Fania All Stars, viajamos por un montón de lugares y nos dimos a conocer. Cada vez que nos reuníamos era como cuando ves a una familia tuya, tantos abrazos y Pacheco con su sentido del humor. Para mí, él siempre fue el mismo; fuimos amigos hasta el día de su muerte. Cuando formé mi propio sello y me mudé a Puerto Rico, se quedaba en mi casa con su esposa cuando venía por acá. Su muerte me dolió muchísimo; fue como si algo de mí mismo se hubiera apartado. Debemos recordarlo como un gran ser humano, un músico visionario que ha dejado un legado inmenso.
—Según relatado a Ernesto Lechner
Helen Rodríguez-Trías (1929 — 2001)
Por Carmita Guzmán, cofundadora de Taller Salud, una cooperativa de salud de la mujer en Puerto Rico.
Helen defendió a los marginados; para ella eso siempre fue lo principal. Consideraba que la atención médica, como el cuidado de la salud reproductiva, es un derecho humano. Dondequiera que iba, Helen dejaba su huella. Ya fuera en el hospital Lincoln en el Bronx o en el Pacific Institute for Women’s Health en California, ella cambió para bien la manera en la que se hacían las cosas. Helen mejoró la forma en la que estas instituciones trataban a los marginados, que antes no habían tenido voz.
La conocí en 1974, cuando fui a trabajar con ella en el Committee to End Sterilization Abuse (Comité para eliminar el abuso de la esterilización). Luchó por establecer nuevas pautas para las esterilizaciones, que se les realizaban de manera desproporcionada a mujeres pobres y de minorías, a quienes a menudo engañaban u obligaban a someterse a esos procedimientos. Esas pautas a la larga se convirtieron en leyes que protegen el futuro de muchas mujeres vulnerables. Helen me inspiró a crear una organización sin fines de lucro que ofrece servicios a las mujeres y fortalece su potencial.
La influencia de Helen como educadora también fue enorme. Conozco a muchos médicos que, cuando eran estudiantes de medicina, se beneficiaron de la compasión en sus enseñanzas y viven siguiendo su ejemplo hoy en día. Helen creía en educar a las personas sobre sus derechos para que puedan luchar por ellos y obtenerlos.
—Según relatado a Elizabeth Llorente
Lupe Serrano (nacida en 1930)
Por Kevin McKenzie, director artístico, American Ballet Theatre.
Antes de conocer en persona a Lupe, la había visto bailar en el escenario. La rodeaba un aura misteriosa que me cautivó. Representaba la convivencia de la maestría y la habilidad técnica, y su dedicación a la autenticidad de sus personajes era evidente. Como bailarina, fue una verdadera artista en ese sentido.
Dentro de su carrera profesional, se convirtió en el puente entre dos eras del ballet clásico, y fue la primera bailarina principal de origen hispano en danzar con el American Ballet Theatre en la ciudad de Nueva York. Para ella, legar la sabiduría y la experiencia del ballet a los más jóvenes tuvo que ver con la transmisión verbal, una transferencia de una generación a la siguiente.
Nunca ofreció disculpas por lo que sentía sobre algunos papeles, y siempre buscó la humanidad de los personajes. No cree en los personajes estereotipados. Quería ser una guía de este arte.
Lupe se destacó en la técnica del ballet, en los fundamentos y la gramática del lenguaje. En ese sentido, es la bailarina por excelencia, un ícono absoluto. En el escenario, fue conocida como una técnica de gran habilidad artística; en el estudio, fue una persona común que defendía la verdad del arte.
—Según relatado a Mario Alberto Zambrano
Dolores Huerta (nacida en 1930)
Por Carlos Santana, roquero y activista.
Cuando oyes nombrar a Dolores Huerta, enseguida piensas en esperanza y valentía. A ella no le da miedo hacer algo que no se haya hecho antes. En las décadas de 1960 y 1970, ella y César Chávez exigieron condiciones laborales humanitarias para los trabajadores agrícolas y el derecho a sindicalizarse. Dolores hizo huelgas y boicoteos para enfrentar a gigantes de la agroindustria.
Su misión es establecer igualdad, imparcialidad y justicia, pero también ayudar a la gente a creer en sus propios superpoderes. La consigna que creó, y que permanece con todos, incluso con Barack Obama, es: “¡Sí, se puede!”. Sí, se puede lograr. Que así sea. Ella puede inspirar a las personas a creer en sí mismos.
Para conseguir lo que logró Dolores hay que ser fuerte; no se trata de ser arrogante ni cínico, sino de tener tenacidad de espíritu. Quiero colocar a Dolores en lo más alto para que a todos en este mundo, en particular a las mujeres, los motive su voluntad indómita.
Incluso ahora, tiene una energía sin precedentes y todavía la está usando para defender la justicia social en representación de las mujeres, los latinos y las personas LGBTQIA, y para lograr mejor educación y atención médica para todos por medio de su organización, Dolores Huerta Foundation.
Nunca conocí a nadie con más perseverancia combinada con dulzura, clase y dignidad. Ella es un machete y un rayo de luz.
—Según relatado a Julia Lobaco
Oscar Hijuelos (1951 — 2013)
Por Carolina Garcia-Aguilera, autora de 10 libros que incluyen la serie de misterio de Lupe Solano.
Si bien Oscar Hijuelos escribió sobre la vida y los esfuerzos por salir adelante de los inmigrantes, sus novelas tienen universalidad, en especial en la manera en la que describió las dificultades de la vida familiar. Pero, aunque sus personajes enfrentaban problemas, también tenían historias de oportunidad y esperanza. Su trabajo mejor conocido, Los reyes del mambo tocan canciones de amor, detalla la vida de dos hermanos músicos cuyas carreras coinciden con las de músicos reales del mambo de la década de 1950, como Tito Puente y Desi Arnaz. En 1990, este libro se convirtió en la primera novela de un escritor latino que ganó un premio Pulitzer.
Mi favorita fue una de sus obras anteriores de Hijuelos, Las catorce hermanas de Emilio Montez O’Brien. Como inmigrante cubana, me identifiqué con sus descripciones de un hogar matriarcal de una manera que no había pasado con otros libros. Le agradezco a Hijuelos por compartir su visión de nuestras experiencias con una prosa detallada y a veces musical, a veces mágica, y por abrir puertas para que otros escritores hispanos, como yo, encontráramos un público en este país.