El dilema del cáncer de próstata
Si no pone en riesgo el tratamiento, puede exponer al paciente a incontinencia y disfunción eréctil de por vida.
In English | Un urólogo al que conozco me confió alguna vez que su mayor temor médico era que un PSA elevado podría llevar a un diagnóstico de cáncer de próstata en primer grado (es decir, que no se ha diseminado fuera de la glándula).
Me explicó que solamente el 10% de los tumores de próstata incipientes pueden volver mortales, pero no hay manera de distinguirlos del 90% que no conllevan riesgo de muerte. Pensó que, sin tratamiento, tendría un 10% de probabilidades de que fuera fatal. Pero los efectos secundarios del tratamiento incluyen un alto riesgo de incontinencia y disfunción eréctil de por vida, y pensaba que existía 90% de probabilidad de que el tratamiento era innecesario. Me confesó que no sabía qué es lo que haría.
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Recordé su dilema mientras leía el libro de Richard J. Ablin The Great Prostate Hoax: How Big Medicine Hijacked the PSA Test and Caused a Public Health Disaster (El gran engaño de la próstata: cómo las grandes empresas médicas se apropiaron del examen de PSA y causaron una catástrofe de salud pública), recientemente publicado. Ablin es el científico que, en 1970, descubrió el PSA, o antígeno prostático específico, una proteína cuyo nivel en sangre suele dispararse en los hombres con cáncer de próstata. Sin embargo, hoy, Ablin sostiene que el PSA es un pésimo examen para la detección del cáncer de próstata porque:
- El PSA no diagnostica cáncer. Un hombre con un PSA bajo puede tener cáncer, aunque la mayoría de los que presentan PSA elevados no tienen la enfermedad.
- Un PSA alto puede ser provocado por muchas cosas además del cáncer, como infecciones, el sexo (en pareja o solo), permanecer sentado por períodos prolongados y el agrandamiento de la próstata que se produce normalmente con la edad.
- El cáncer de próstata es virtualmente inevitable con la edad; si se practicara una autopsia a todos los hombres mayores de 85 años, prácticamente el 100% de ellos tendrían la enfermedad. De ahí surge el siguiente proverbio médico: algunos hombres mueren de cáncer de próstata, pero todos los hombres mayores mueren con la enfermedad.
- Los PSA elevados llevan, anualmente, a la realización de más de 1 millón de biopsias de próstata, las que, a su vez, hacen que 100,000 hombres procuren tratamiento contra el cáncer de próstata cada año; la mayoría de ellos tienen tumores que jamás pondrán en riesgo sus vidas.
Ablin, quien se niega a hacerse el análisis de PSA, llega al punto de referirse a estas pruebas como “una catástrofe de salud pública tremendamente costosa”.
Las pruebas de PSA no han sido precisamente un desastre financiero para los urólogos; ellos prácticamente fabrican dinero a partir de las biopsias y los tratamientos quirúrgicos, que son muy costosos. No es de extrañar que muchos urólogos defiendan los análisis de PSA rutinarios. Sin embargo, otros médicos, han mostrado desinterés en dicho estudio:
- En 731 hombres con cáncer de próstata en primer grado, investigadores de la University of Minnesota o bien extirparon la glándula (prostatectomía radical) o no hicieron nada (vigilancia activa). Luego de 12 años, la tasa de mortalidad por cáncer de próstata de los hombres tratados estaba menos de un 3% por debajo de la de los no tratados.
- Científicos de la Washington University en St. Louis realizaron pruebas anuales de los niveles de PSA en 38,000 hombres. Simultáneamente, se realizaron pruebas menos frecuentes —acaso nunca— a 38,000 sujetos de control. “Luego de siete años, la tasa de mortalidad por cáncer de próstata no varió significativamente entre ambos grupos”.
- Investigadores holandeses llevaron a cabo pruebas de PSA en unos 91,000 hombres cada cuatro años; a otro grupo de igual tamaño nunca se les hizo ninguna prueba. Luego de nueve años, la tasa de mortalidad por cáncer de próstata era ligeramente más baja en el primer grupo, aunque las pruebas también llevaron, en muchos casos, a sobrediagnósticos y sobretratamientos.
Obviamente, algunas veces el tratamiento es necesario. Muchos hombres, incluido un amigo muy cercano, juran que la evaluación del PSA les salvó la vida, aun cuando les haya costado sus erecciones y hayan necesitado almohadillas absorbentes para la incontinencia.
En el 2012, el U.S. Preventive Services Task Force (Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE.UU.), un panel de especialistas que asesora al Department of Health and Human Services (Departamento de Salud y Servicios Humanos), se manifestó en contra de la evaluación rutinaria del PSA. Inicialmente, la American Urological Association (Asociación Urológica Estadounidense) expresó “indignación”, pero desde entonces, cambió su postura, diciendo que la prueba de PSA debería depender de los “valores y preferencias” del hombre. Por supuesto, la mayoría de los hombres simplemente hacen lo que les dicen sus médicos, y la mayor parte de los médicos recomiendan una prueba de PSA anual.
Entonces, ¿debe o no debe hacerse el hombre la prueba de PSA?
Yo me hago la prueba, pero también he tomado medidas para reducir mi riesgo de desarrollar la enfermedad. Los factores de riesgo más conocidos —edad, antecedentes familiares y raza— no se pueden cambiar (por lo general, los hombres afronorteamericanos presentan un riesgo elevado), pero muchos estudios muestran que puedes reducir sustancialmente tu riesgo de desarrollar cáncer de próstata si:
- comes al menos cinco —preferentemente ocho a diez— porciones diarias de frutas y verduras;
- reduces la ingesta de carne, queso y productos lácteos enteros.
Hace unos pocos años, después de que el resultado de mi prueba de PSA arrojara un valor elevado, me encontré siendo palpado con lo que se sentía como un bate de béisbol. Efectivamente, la biopsia indicó preocupantes células precancerosas, por lo cual mi médico programó otra biopsia a los seis meses.
Durante ese intervalo, no paré de beber jugo de tomate; los tomates, ricos en vitamina A, son el alimento más vinculado con un bajo riesgo de cáncer de próstata. También devoré ensaladas y reduje mi consumo de carne, queso y helado. La segunda biopsia arrojó resultado negativo, así que no tuve que tomar la decisión difícil. Aunque, en realidad, ya la había tomado. Si mi médico hubiera descubierto cáncer de próstata limitado a la glándula, habría optado por la vigilancia activa; solamente si el cáncer hubiera amenazado con diseminarse fuera de la glándula habría considerado procurar tratamiento.
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