¿Por qué Anthony Weiner no se pudo contener?
La caída poco elegante de un político dice mucho acerca de su adicción.
In English | Es casi increíble, pero lo volvió a hacer: al político Anthony Weiner (en inglés) lo atraparon —por tercera vez en cinco años— usando Twitter para enviar fotos de sus genitales a una mujer que no es su esposa.
Los dos episodios previos de "sexting" —la práctica de enviar fotos o mensajes de contenido sexual explícito por teléfono celular— de Weiner que han salido a la luz ya habían minado su carrera política: el primero le costó su cargo en el Congreso en el 2011, mientras que el segundo interrumpió su candidatura a la gobernación de Nueva York en el 2013. Pero en esta ocasión, el daño fue personal. "Luego de una larga y difícil deliberación y de trabajar en mi matrimonio", anunció Huma Abedin quien estuvo casada con Weiner durante seis años, "he decidido separarme de mi esposo".
¿Por qué tardó tanto en tomar esa decisión? Para comenzar, Abedin, de 40 años y quien por mucho tiempo fue asesora de Hillary Clinton, había apostado mucho en su matrimonio: "Anthony y yo mantuvimos nuestra dedicación por hacer lo mejor para nuestro hijo [Jordan Zane, de 4 años], porque él es la luz de nuestros ojos", dijo. O quizás ella creyó, y debo confesar que yo también pequé de ingenua y le creí, que el peligro inminente a su carrera profesional y a su vida personal si cometía otra imprudencia serviría de disuasivo para que reincidiera.
¿Hay alguna lección objetiva en esta situación? Yo diría que al menos tres.
La primera es lo poco que entendemos de la naturaleza de las obsesiones sexuales. El exhibicionismo de Weiner, así como otros comportamientos adictivos, es extremadamente difícil de superar. (El Center for Internet Addiction cita el "sexting" como una de las adicciones cibernéticas más comunes). Y para mi sorpresa, durante los 45 años de mi carrera en sociología y psicología social, incluso una excelente terapia exhaustiva puede que no surta ningún efecto: la mayoría —aunque ciertamente no todos— los pedófilos, por ejemplo, están condenados a reincidir, a menos que se sometan a algún tipo de castración química, lo cual mitiga su deseo y capacidad sexual.
La segunda lección tiene que ver con reconocer la urgencia con la cual se tienen que corregir las situaciones dentro de una relación. Cuando el deseo obsesivo se apodera de un ser querido, la decencia humana básica te obliga a sentir pena por esa persona. Pero, ¿eso significa que tienes que quedarte junto a ellos y sufrir las consecuencias de sus obsesiones? Abedin dijo que no.
Quizás ya ella había podido identificar la tercera lección que tiene que ver con enfrentar lo que puedes y no puedes cambiar acerca de ese ser querido. Desafortunadamente, si tu pareja sufre de una obsesión sexual debilitante es muy poco probable que puedas cambiar a esa persona. Algunas personas —en especial si un delito les requiere legalmente entrar en algún tipo de programa— reciben terapia para la adicción y salen bien de esta. Pero son una minoría.
En una época en la que la tecnología amenaza con eliminar la privacidad, ¿realmente Weiner (quien usaba el apodo "Carlos Danger" para cometer este delito) creyó que iba a pasar inadvertido? Lo dudo. Lo que sí es más probable es que su obsesión sexual ofuscó su temor de ser descubierto, e incluso la posibilidad de terminar completamente arruinado no fue suficiente para contenerlo.
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