Los activistas del sida encuentran paralelismos con la pandemia de coronavirus
Lecciones de resiliencia durante dos crisis de salud pública.
In English | Años después de ver a Anthony Fauci en televisión por primera vez, Torie Osborn se ha tenido que acostumbrar a lo que ella llama “el rostro familiar” de Fauci en su pantalla de nuevo.
Fauci, uno de los principales especialistas en enfermedades infecciosas del país, estuvo a la vanguardia de la lucha contra el sida desde su nombramiento como director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas en 1984. Hoy, en esa misma función, ha estado sirviendo en la primera línea de otra crisis de salud pública: la pandemia de coronavirus.
Para Osborn, quien fue directora ejecutiva de Los Angeles LGBT Center desde 1988 hasta 1992, la presencia de Fauci es un pequeño recordatorio entre un conjunto más amplio de paralelismos entre la epidemia de sida —que en su punto máximo en 1995 había cobrado más de 300,000 vidas en todo el país— y la COVID-19, que hasta ahora ha causado más de 580,000 muertes tan solo en Estados Unidos.
“Durante las primeras dos semanas, me sentí notablemente traumatizada de nuevo”, dice Osborn sobre el confinamiento en casa al comienzo de la pandemia. “Recordaba vívidamente el punto máximo del sida. Estaba tan conectado en mi mente que era un vínculo inconfundible”.
Osborn no es la única persona que se siente así. Muchos activistas del sida dicen que ven similitudes entre las dos enfermedades, así como la manera en que las lecciones del pasado pueden ayudar en la lucha contra la pandemia actual.
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Las “líneas de falla” de las enfermedades
“He estado pensando en los paralelismos todos los días”, dice Cleve Jones, quien cofundó la San Francisco AIDS Foundation en 1983 y más tarde creó el Edredón conmemorativo del sida.
En su autobiografía When We Rise, Jones recuerda la devastación del sida en la vibrante comunidad LGBT de San Francisco, y la incertidumbre inicial que acompañó a una enfermedad sobre la que se sabía poco. “En mi corazón”, escribe sobre descubrir que sus amistades se habían enfermado a principios de la década de 1980, “comprendí que algo misterioso, peligroso y nuevo estaba aquí”.
Esos adjetivos podrían aplicarse con la misma facilidad a los primeros días del brote de coronavirus, que la Organización Mundial de la Salud declaró como pandemia en marzo del 2020. Y Jones dice que ambas enfermedades se han manifestado a lo largo de lo que él llama las “líneas de falla” preexistentes de la sociedad.
Las disparidades raciales y étnicas en las tasas de contagio y mortalidad por COVID-19, dice, reflejan la lucha en curso contra el sida en los estados del sur, donde las tasas de infección y muerte son las más altas del país y donde los hombres y las mujeres negros se ven desproporcionadamente afectados por la enfermedad.
Todavía hay diferencias
Aun así, Jones y otros señalan que hay algunas diferencias clave entre el coronavirus y el VIH, el virus que lleva al sida.
El VIH solo se propaga a través del contacto directo con fluidos corporales infectados, como la sangre, mientras que se cree que el coronavirus pasa de una persona a otra cuando una persona infectada exhala gotitas respiratorias y partículas pequeñas que contienen el virus, que luego pueden inhalarse o aterrizar en los ojos, la nariz o la boca de otras personas.
Como resultado, las medidas que tenían como objetivo frenar la propagación de la COVID-19 antes de la distribución en gran cantidad de las vacunas —como evitar grandes reuniones y permanecer a 6 pies de distancia de otras personas en público— hizo prácticamente imposible llevar a cabo el tipo de reuniones comunitarias que ayudaron a sostener a la comunidad LGBT durante el apogeo de la crisis del sida, como las vigilias junto a la cama.
“La comunidad LGBT se movilizó primero para cuidar de nosotros mismos, y después para conmemorar a las personas”, dice Osborn. “Los servicios conmemorativos y los funerales se convirtieron en eventos de organización. Visitas al hospital con un grupo de personas que rodeaban las camas, visitas a personas cuando estaban enfermas o moribundas en casa; siempre había otros allí”.
El año pasado, Osborn usó la herramienta de videoconferencia Zoom para asistir a un funeral para alguien que falleció a causa de la COVID-19. “No es lo mismo, no poder reunirse”, dice. “Los seres humanos necesitan conexiones comunitarias, en la vida real y en tiempo real”.
En vistas al futuro
Si bien la ciencia y la prevención del sida y la COVID-19 son diferentes, Kyriell Noon, exdirector ejecutivo del Stop AIDS Project, con sede en San Francisco, dice que a pesar de esto, sus expectativas sobre la posibilidad de una vacuna contra la COVID-19 se vieron determinadas por la respuesta de la comunidad médica ante el sida.
Si bien el VIH ahora se puede tratar con regímenes de medicamentos antivirales, aún no existe ninguna vacuna —una esperanza que se ha tenido durante mucho tiempo en la lucha contra el sida—, a pesar de los avances prometedores en los últimos años.
Pero en otro sentido, Noon tiene esperanza. Al igual que la crisis del sida generó un cambio positivo a pesar de una tragedia inmensa —como fomentar un sentido de unidad entre la comunidad LGBT en general y promover iniciativas de salud pública—, espera que la pandemia de coronavirus pueda llevar a resultados que beneficien a la sociedad en general.
El trabajo actual de Noon con la comunidad de personas sin hogar en San Francisco, por ejemplo, se ha beneficiado de un Gobierno municipal que ahora está abierto a ideas —como permitir que las personas sin vivienda permanezcan en habitaciones de hotel vacantes— que no hubieran ganado tracción hace tan solo unos meses.
“Este es un momento extraordinario, y es una oportunidad extraordinaria”, dice. “No siento que soy el único que se siente de esa manera. Creo que muchos de nosotros pensamos que hay que aprovechar el momento y arreglar las cosas que no han funcionado por mucho tiempo”.
Nota de redacción: este artículo, publicado originalmente el 5 de junio del 2020, se ha actualizado para reflejar los detalles más recientes de la pandemia de coronavirus.
Sarah Elizabeth Adler se unió a aarp.org en el 2018. Sus artículos sobre ciencia, arte y cultura se han publicado en The Atlantic —revista en la cual fue miembro de la redacción—, en la revista California y en muchos otros medios.