Vida Sana
NEWCASTLE, WYOMING: “Si viene mi hija, quiero irme con ella”, dijo Karen Krause, de 79 años, en su voz ronca, de camino a la bolera improvisada en el hogar de ancianos Weston County Manor ("Manor"), un martes por la tarde en marzo.
"Está bien, cariño”, contestó Meredith Tolley, la directora de actividades del centro sin fines de lucro de 58 camas en esta pequeña ciudad en el este de Wyoming. Tolley sabía que si la hija de Krause venía, las restricciones por la COVID-19 impedirían que sacara a su madre del centro. Durante el último año, cualquier residente que quisiera salir del centro tenía que someterse a una cuarentena de 14 días a su regreso. La escapada no merecía la pena.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
El personal de Manor había perdido la cuenta de cuántas veces Krause, una paciente con demencia, había preguntado si se podía ir con su hija durante la pandemia. Los intentos de explicarle por qué esto no era posible la habían dejado confundida, estresada y triste. “No quiero que tenga que volver a pasar por eso”, dijo Tolley.
Tranquilizada por la mentira piadosa de Tolley, Krause continuó su juego, apoyada en su andador, con la mano izquierda sobre la bola azul y lanzándola por la rampa en dirección hacia los bolos. Derribó siete de los 10 bolos. Otros residentes aplaudieron y vitorearon.
Después, cuando los residentes regresaron a sus habitaciones, Krause volvió a insistirle a Tolley. “Si viene mi hija”, repitió, “quiero irme con ella".
Tolley asintió con la cabeza. "Claro que sí".
Un par de semanas más tarde, el deseo de Krause se hizo realidad. El equipo de administración de Manor permitió que los residentes plenamente vacunados contra la COVID-19 salieran durante unas horas para celebrar la Pascua con sus seres queridos, sin tener que someterse a cuarentena después. Las familias de 16 residentes los apuntaron para breves escapadas durante el fin de semana festivo.
Los cambios se basaron en las nuevas pautas federales para hogares de ancianos que facilitaron que los residentes recibieran vistas de sus seres queridos después de un año de cierres a raíz de la pandemia. Aunque las nuevas pautas no incluían recomendaciones explícitas sobre si los residentes podían salir de las instalaciones, Manor decidió que las vacunas y la disminución en el número de casos justificaban las salidas breves del centro.
Por lo que pocos minutos antes de las 10 a.m. el Domingo de Pascua, Tolley se encontró con Krause junto a las puertas de entrada a Manor, colocó cuidadosamente las correas de una mascarilla quirúrgica sobre los tubos de oxígeno detrás de las orejas de Krause, y preguntó: “¿Estás lista, Karen?”
Krause no respondió. Empujó las ruedas de su andador contra las puertas de cristal que la separaban de su hija, Tammy Harman, que estaba esperando fuera, mientras la saludaba con la mano. Tolley abrió las puertas y permitió que Krause saliera de Manor por primera vez en meses.
"Oh, mi hija, mi hija”, dijo Krause, a la vez que hundía su rostro en el hombro de Harman. “Oh, te quiero, te quiero, te quiero”.
"Yo también te quiero, mamá”, dijo Harman, mientras frotaba la espalda arqueada de su madre. “Venga, vámonos de aquí”. Krause disfrutó del abrazo unos momentos más antes de empujar el andador —un poco más deprisa de lo habitual— hacia el estacionamiento.
Retorno a la actividad, pero todavía lejos de la normalidad
Ha sido un año de devastadores pérdidas a raíz de la COVID, soledad y añoranza por regresar a la normalidad en los hogares de ancianos del país, donde el virus ha matado a más de 130,000 residentes, infectado a unos 650,000 y despojado a cientos de miles de ellos de sus rutinas, conexiones sociales y libertades.
Y aunque no existe un recuento oficial de cuántos residentes han fallecido debido a los efectos del aislamiento social y a la soledad causados por los confinamientos —cuyo objetivo era proteger a los residentes de los visitantes portadores de COVID— los expertos predicen que la cifra es alta.
Ahora, gracias al gran descenso en el número de casos de COVID-19 en los hogares de ancianos debido a la vacunación generalizada de los residentes, estamos recuperando algunos placeres sencillos. Los juegos de bolos con amigos, dar la mano a un familiar, las escapadas breves de los centros —todo lo cual estaba prohibido durante la mayor parte del último año— están regresando.
Y, sin embargo, continúan los retos y la confusión.
Algunos residentes de Weston County Manor se niegan a salir de sus habitaciones, donde se les obligó a permanecer durante meses. Siguen vigentes las órdenes que exigen el uso de mascarillas, lo cual dificulta las reuniones familiares y la socialización. Los trabajadores agotados continúan enfrentando horarios sobrecargados debido a nuevos obstáculos, como el bajo nivel de aceptación de la vacuna por parte del personal. Y con la amenaza de un nuevo aumento en los casos de coronavirus, a muchos les preocupa que los hogares de ancianos puedan perder las libertades que recibieron recientemente.
"La vida aún está muy lejos de regresar a la normalidad”, dijo Maureen Cadwell, directora ejecutiva de Weston County Health Services, del que forma parte Manor. Eso es “agotador para todos”, afirma, para los residentes, el personal y los seres queridos.
Estas son las mismas dificultades que enfrentan los hogares de ancianos en todo el país donde residen más de 1.2 millones de adultos mayores. “En muchos sentidos, estamos regresando a nuestra vida normal”, dijo Carol Silver Elliott, presidenta de la junta directiva de LeadingAge, una asociación nacional que representa a 5,000 proveedores de servicios para adultos mayores sin fines de lucro, uno de los cuales es Weston County Manor. Pero “nuestra gente está ansiosa e impaciente porque el mundo vuelva a abrirse”.
"Pasamos mucho tiempo explicando por qué debemos seguir siendo prudentes hasta que todo esto realmente haya terminado”.
Bingo y socialización
Sharla Lax, una asistente de actividades de Weston County Manor, estaba sentada al fondo del comedor, delante de una pantalla de televisor grande que exhibía los números de bingo autogenerados por su computadora portátil. Cada vez que aparecía un nuevo número, ella lo gritaba bien alto para que los residentes, a seis pies de distancia entre sí, pudieran oírla a través de la mascarilla.
"La primera bolita es la más bonita, ¿cuál es?”, preguntó.
"B1”, gritaron los residentes, mientras examinaban sus tarjetas de bingo con la ayuda de marcadores —las cuales solamente ellos pueden tocar para evitar la contaminación cruzada del equipo— en busca del número afortunado.
También te puede interesar
Brote de COVID en hogar de ancianos se atribuye a trabajador que no estaba vacunado
Tres residentes murieron, pero los expertos dicen que las vacunas evitaron que más personas se enfermaran.
Al reanudarse las visitas, los residentes de hogares de ancianos reciben su primer abrazo
Es 'mejor que tomar helado', dice una hija, pero las restricciones y los retos continúan.
Estos trabajadores de hogares de ancianos son los héroes anónimos de la COVID
Los retratos capturan su vínculo con los residentes, que se hizo aún más fuerte por el coronavirus.