Vida Sana
| El dolor no es solo un síntoma: actualmente, los expertos piensan que es una enfermedad por derecho propio, un trastorno complejo que incluye una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales. Según la American Academy of Pain Medicine, solo el 58% de los pacientes afirman que los analgésicos tratan eficazmente su dolor. En algún momento de sus vidas, aproximadamente 100 millones de personas padecen de dolor severo, ya sea dolor de espalda, al recuperarse de una cirugía o tras sufrir un accidente automovilístico.
Aproximadamente uno de cada cinco adultos en EE.UU. —unos 50 millones— padece de dolor crónico, y hasta la mitad de los adultos de 65 años o más padece de dicho dolor.
El dolor físico puede resultar en otras miserias. Xavier Jimenez, médico del Center for Neuro-Restoration de la Cleveland Clinic, se refiere a los síntomas del dolor como un gran cubo de problemas psicológicos relacionados: el aislamiento social, el insomnio, la depresión y el trauma. El dolor agudo normalmente es el método que el cuerpo utiliza para ayudarlo a sanar; por ejemplo, al entrenarte a evitar movimientos que puedan exacerbar una lesión. El dolor crónico no tiene propósito alguno para la supervivencia, dice Jeannie Sperry, psicóloga copresidenta de la división de adicciones, dolor y trasplantes de la Mayo Clinic en Rochester, Minnesota.
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La preocupación, la tristeza, el estrés y la ira pueden empeorar el dolor. También puede empeorarlo la obesidad, que es un problema creciente en Estados Unidos. Además, los adelantos en la medicina ayudan a que las personas puedan vivir por más tiempo, pero no siempre mejor. Una confluencia de circunstancias ha creado lo que parece ser la tormenta perfecta de dolor, dice Sean Mackey, jefe de la división de medicina del dolor de Stanford University y expresidente de la American Academy of Pain Medicine.
Tratamientos más allá de los analgésicos
El protocolo del control del dolor de la Cleveland Clinic ha incluido sesiones intensas que pueden durar semanas, que desintoxican a los pacientes de los opiáceos a través de ejercicios y herramientas emocionales para el control del dolor. Las sesiones incluyen la terapia ocupacional y física, la psicoterapia y la meditación. "El programa me pareció ser un campo de entrenamiento básico, pero cambió mi vida", dice Lisa Carter, de 54 años, que ha padecido de dolor crónico debido a múltiples enfermedades, además de un accidente automovilístico en 1999. "Siempre sufriré dolor, y algunos días son mejores que otros. Pero ahora puedo controlarlo".
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