¿Tendremos una vacuna contra el coronavirus para los mayores de 50 años?
Proteger a los adultos mayores de la COVID-19 es una de las metas principales de los investigadores.
In English | Estamos seguros de solo una cosa: no se tratará simplemente de otra vacuna contra la gripe.
Investigadores médicos en todo el mundo trabajan en una sola meta: descubrir una o varias vacunas para protegernos contra el nuevo coronavirus y la enfermedad que este causa, COVID-19. ¿Y cuál es la pieza crucial del rompecabezas? Asegurarse de que sea eficaz para el grupo demográfico que corre más riesgo, los adultos mayores.
A medida que envejecemos, nuestro sistema inmunitario se vuelve menos eficiente y, por eso, las vacunas son menos eficaces. Por ejemplo, la vacuna contra la gripe de la temporada del 2017-2018 tuvo una eficacia del 38% entre la población en general, pero menor del 20% entre los mayores de 65 años. Si bien una vacuna estándar que produce anticuerpos puede ser útil, es posible que no sea el tipo de prevención que necesitamos.
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Los anticuerpos también son esenciales para una segunda meta: encontrar un tratamiento que los médicos puedan usar para atenuar los peores síntomas y la evolución de la enfermedad si alguien se contagia.
Un camino cuesta arriba
Cuando te expones a un virus, comienza la carrera entre ese virus y el sistema inmunitario del organismo. ¿Cuál de los dos ganará? “Si en vez de que el organismo tenga que empezar desde cero podemos darle una ventaja inicial al sistema inmunitario, es posible que esté en mejor situación”, dice Paul Duprex, director del Center for Vaccine Research en University of Pittsburgh. “¿Cómo lo hacemos? Exponemos a la gente a fragmentos del virus antes de que este aparezca. Esa es la manera más sencilla de explicar el proceso de la vacunación”.
En los últimos meses, es probable que hayas leído decenas de artículos sobre nuevas vacunas prometedoras, lo que incluye ensayos que se realizan entre personas de 50 años o más. El Dr. Anthony Fauci, nuestro modelo nacional de esperanza médica durante esta crisis, figuró en las noticias a principios de junio cuando dijo que deberíamos tener disponibles “un par de cientos de millones de dosis” de una posible vacuna para principios del 2021.
Pero según Duprex, esta noticia es problemática. Durante una videollamada por Zoom, me mostró un fajo de papeles engrapado, con listas y detalles impresos por ambos lados. “Esta es la lista maestra de la Organización Mundial de la Salud con las posibles vacunas. Mira todas las que hay”. Me las mostró: hay muchas, casi cientos de ellas. “Estas están en la etapa de desarrollo clínico y solo algunas pasaron a la primera fase de ensayo clínico. Es importante que tus lectores lo entiendan: no tenemos una vacuna. Aunque alguna esté en la primera fase, no es una vacuna. Podría ser una vacuna. No se convierte en vacuna hasta que sea un producto, con millones y millones de dosis; es entonces que importa”.
Y por eso es que ni siquiera Fauci puede decir si los millones de dosis de los que habla serán eficaces. En esencia, todos los científicos del mundo están intentando convertir una maratón en una carrera corta. A continuación, la manera más probable en la que se producirán ese o esos productos finales.
Primer paso: identificar el blanco
En marzo, investigadores de University of Texas y de los Institutos Nacionales de la Salud publicaron el primer mapa a escala atómica en tres dimensiones de la proteína S del nuevo coronavirus, la parte del virus que se adhiere a las células de los seres humanos y las contagia. La apariencia de las proteínas S es exactamente como suena: son las estructuras en forma de púas que sobresalen de las omnipresentes representaciones esféricas del virus.
La proteína S se une a las células anfitrionas de una manera por lo menos 10 veces más fuerte que la proteína S equivalente del coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave de tipo 2 (SARS-2). Elaborar un mapa de esta proteína es el primer paso para descubrir una vacuna, porque la púa es un elemento de este virus que nuestro organismo puede identificar como enemigo. Si la proteína S se replica y se introduce en células humanas, se provocará una respuesta inmunitaria que creará anticuerpos.
“Todos nos estamos concentrando en la proteína S; esperamos estar en lo cierto”, afirma Duprex. “Eso es lo primero que ‘ve’ el sistema inmunitario. Cuando introducimos la proteína al cuerpo, el sistema la ‘ve’ y empieza a producir anticuerpos que la reconocen.
“Tiene que ver con introducir la proteína S en el cuerpo de una persona que participa en un ensayo clínico y preguntarnos: ¿Se generan anticuerpos que pueden neutralizar el virus?”.
La clave es asegurarse de que los adultos mayores tengan una fuerte reacción de anticuerpos. Los investigadores determinan la eficacia de una vacuna según la “seroconversión de la infección”, un término que se refiere a la producción de niveles detectables de un anticuerpo por parte del organismo.
Si se llega a la seroconversión en más del 95% de las personas vacunadas, “es una vacuna muy buena”, dice Duprex. Pero explica que eso es para algo como la vacuna contra el sarampión; las vacunas antigripales son mucho menos eficaces. ¿Y para el coronavirus? “No se sabe si una eficacia del 25, el 30 o hasta el 50% será suficiente para proteger a los adultos mayores”, señala. “Nos gustaría mucho lograr una eficacia del nivel de la vacuna contra el sarampión. Si logramos solo un poco más del 50% entre personas más jóvenes y sanas, es como luchar una batalla con una sola pierna. Si la vacuna no funciona igual de bien para las personas mayores —digamos un 25%—, es como librar la batalla cuando nos falta una pierna y media”.
Debido a eso, hay otro paso en este proceso.
Segundo paso: encontrar los ingredientes adicionales
Un hecho poco conocido: los científicos crean ingredientes adicionales que pueden agregar a las vacunas para que funcionen mejor. Esto es esencial en la búsqueda de una vacuna eficaz para los adultos mayores cuyo sistema inmunitario se deteriora con la edad.
Jay Evans, director del Center for Translational Medicine en University of Montana y un destacado especialista en estos ingredientes conocidos como inmunoestimulantes y adyuvantes, dice que es probable que sean un factor clave para que las vacunas contra la COVID-19 sean eficaces entre los adultos mayores.
“Tenemos quimiotecas o bibliotecas de compuestos que hemos venido desarrollando durante los últimos 25 años. Estos compuestos actúan sobre receptores específicos del sistema inmunitario y promueven varios tipos de respuestas inmunitarias”, explica. “Estamos empezando a analizar muestras de sangre obtenidas de personas mayores de 60 años para detectar estos mismos inmunoestimulantes o adyuvantes de vacunas y descubrir los tipos de vacunas a los que mejor responderán”.
“A medida que envejecemos, nuestro sistema inmunitario se vuelve menos eficiente y las vacunas son menos eficaces”.
Un área principal en el uso de adyuvantes es lograr que los linfocitos T (las células del cuerpo que luchan contra los virus) se “despierten” y ataquen a los virus. Según Evans, no es fácil lograrlo. “Si escoges el adyuvante incorrecto, podrías producir una respuesta inmunitaria muy buena en alguien de 30 años, y algo que no es eficaz y podría perjudicar a quien tenga 70 años”.
Por eso es que tiene sentido la idea de disponer de varias vacunas, tal vez una para los más jóvenes y otra con ingredientes distintos para los adultos mayores.
“Es posible que una vacuna que funcione para los menores de 2 años o para quienes tienen 20 o 30 años requiera un adyuvante diferente para alguien mayor de 60 años”, dice Evans.
Tercer paso: a fin de descubrir una vacuna específica para la edad, proteger contra las fallas
La ciencia ha podido crear vacunas para la población mayor, por ejemplo contra la culebrilla y la neumonía, pero dado el condensado período para esta, nadie está seguro de lo que sucederá. Sin embargo, incluso si no se descubre una vacuna eficaz para los adultos mayores —o si, como la vacuna contra la gripe, funciona más lentamente o con menos eficacia—, eso no significa que no podremos vencer la COVID-19.
“Debemos asegurarnos de que una vacuna útil ayude a los mayores, pero también queremos eliminar el virus entre los más jóvenes para poder disminuir su circulación en general”, afirma Duprex. “Eso fue lo que pasó con el sarampión, el virus más contagioso del mundo para los seres humanos”.
Cuarto paso: encontrar un tratamiento para los enfermos
También se ha logrado avanzar en la otra gran carrera: encontrar un tratamiento con anticuerpos para quienes ya se contagiaron.
Las células inmunitarias clave para luchar contra un virus son los linfocitos T y B, dos tipos de glóbulos blancos. En eso se concentran estas investigaciones, dice Lauren Ehrlich, profesora adjunta de Biociencias Moleculares y Oncología en University of Texas at Austin.
Fue en ese lugar donde conocimos a Winter, una llama belga cuya sangre se usó para lograr un descubrimiento en esta área. Según Ehrlich, las llamas producen anticuerpos de manera parecida a los seres humanos. Los científicos inmunizaron a la llama con la proteína S y lograron generar anticuerpos contra esa proteína y reproducirlos para usarlos en un medicamento para los humanos.
“El tratamiento con anticuerpos podría neutralizar la proteína S y evitar que ingrese el virus”, afirma Ehrlich. Entre quienes ya se contagiaron, esto podría ayudar a reducir los síntomas y la duración de la infección.
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No se sabe cuánto demorará
Cuando el plazo de tiempo es normal y no se trata de una pandemia, descubrir vacunas eficaces toma varios años. Si tenemos en cuenta el proceso de dividir un antígeno, producir la respuesta inmunitaria correcta, encontrar la dosis, pasar a los ensayos clínicos y salvar todos los obstáculos regulatorios, para después elaborar un producto y llevarlo al mercado, es cuestión de entre tres y cinco años, según Evans. ¿Su predicción? “No antes del otoño del 2021”.
Por supuesto, la última predicción de Fauci de principios del año próximo es mucho más optimista. A la larga, nadie sabe cuánto tiempo tomará elaborar vacunas y tratamientos. Pero hay algo que tú puedes controlar por completo: puedes mejorar tu salud. “Los datos sobre las personas saludables y activas que controlan su peso son claros”, dice Evans. “Todas esas cosas se asocian a una mejor respuesta inmunitaria. No solo responderás mejor a la vacuna cuando esté disponible, sino que además responderás mejor si contraes el coronavirus”.
Mejorar tu salud podría ser un buen proyecto de verano, porque si bien hay muchas noticias sobre la COVID-19, Evans nos recuerda que se acerca otra temporada de gripe además de nuestras preocupaciones sobre el coronavirus. “En particular para los mayores de 60 años”, dice, “llevar un estilo de vida activo, comer de manera saludable, dormir bien, todo eso lleva en buena dirección al sistema inmunitario”.
Mike Zimmerman es el autor de The 14-Day Anti-Inflammation Diet.