Cómo programar una cita para la vacuna contra la COVID-19 sin tener computadora
Están ayudando los grupos religiosos, las bibliotecas y Meals on Wheels.
In English | Sheron Gardner estaba empeñada en conseguir citas para la vacuna contra la COVID-19 para ella y su pareja. Pero la mujer de 75 años no tenía una computadora que funcionara; por eso, pasó más de una semana intentando conseguirlas por medio de la línea telefónica oficial del estado de Nueva York.
“Fue terrible”, dice Gardner, de Rochester, Nueva York. “Cuando conseguí una cita, fue para dentro de dos meses”. Muchos adultos mayores que quieren vacunarse no tienen computadoras, dice, y agrega: “Simplemente no es justo”.
Gardner y su pareja por fin pudieron vacunarse luego de que llamaron a Lifespan of Greater Rochester Inc., una organización grande sin fines de lucro que ofrece información y servicios a adultos mayores y cuidadores. Lifespan ha recibido una gran cantidad de llamadas —entre 75 y 100 nuevas llamadas al día— de clientes que buscan citas.
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Los clientes que llaman “no tienen computadoras, o no tenían la capacidad para navegar por los sitios web todo el tiempo”, dice Mary Rose McBride, vocera de Lifespan.
La mayoría de los estados ya aprobaron las vacunas para adultos de 65 años o más, lo que ha dado lugar a un gran revuelo para obtener citas. Pero, por lo general, las citas deben hacerse por internet y muchos adultos mayores no están conectados. Según un estudio del 2019 realizado por Pew Research Center, el 27% de los adultos mayores de 65 años no usan internet.
En Colorado, los adultos mayores enfrentan los mismos desafíos.
“Lo estamos viendo mucho”, afirma Eileen Doherty, directora ejecutiva de Colorado Gerontological Society, una organización sin fines de lucro con sede en Denver que ofrece ayuda y defensa de derechos. “Y todo está impulsado por la tecnología”.
Por eso, los adultos mayores que no tienen acceso a computadoras están pasando trabajo para programar por teléfono citas para vacunarse, y les dicen que llamen a un número de teléfono y después a otro distinto, dice Doherty.
Uno de sus clientes, Ralph Gean, un conocido músico que vive en Broomfield, en las afueras de Denver, no tiene computadora ni automóvil.
Inesperadamente, Gean, de 78 años, recibió una llamada de un hospital en Boulder y le ofrecieron que se vacunara allí. No estaba seguro de la inocuidad de la vacuna, pero decidió que se la pondría.
Sin embargo, el hospital queda a 25 minutos en auto del hogar de Gean. Un miembro del personal de Colorado Gerontological Society organizó el transporte: Gean ya recibió su primera inyección y tiene programada la segunda para dentro de poco.
‘Dirígete a donde está la gente’
Se necesitan nuevas ideas para conectar a los adultos mayores con las vacunas, dice la Dra. Lisa A. Cooper, especialista en Medicina Interna y directora del Center for Health Equity en la Facultad de Salud Pública Bloomberg de Johns Hopkins University en Baltimore. “Dirígete a donde está la gente”, aconseja Cooper. “Puedes tener el lugar más elegante, donde todo está listo, pero no tener gente”.
A Cooper, el uso de clínicas móviles para distribuir vacunas le parece alentador. Y sugiere que las iglesias también pueden ayudar. Por ejemplo, los feligreses que distribuyen artículos a los hogares de otros miembros de la comunidad pueden preguntarles si ya se vacunaron y ayudarlos a programar una cita.
Las bibliotecas también están desempeñando un papel. Patt Saich, de 81 años, de Diamond Springs, California, se sorprendió cuando una bibliotecaria local la llamó y le preguntó si ella y su esposo, Gary Saich, de 85 años, querían vacunarse. No tienen computadora.
“Enseguida nos apuntamos”, dice Patt Saich.
Quien la llamó fue Kelly Jordan, bibliotecaria del Sistema de Bibliotecas Públicas del condado de Eldorado. La biblioteca había recibido los números de teléfono de las personas que habían llamado a una línea de ayuda del condado queriendo vacunarse, dice Jordan. Cuando las citas estuvieron disponibles, los bibliotecarios empezaron a hacer llamadas.
“Qué bendición”, cuenta Patt Saich, feliz de decir que su esposo y ella ya recibieron ambas inyecciones.
En algunas zonas, Meals on Wheels está conectando a clientes confinados en su hogar con agencias para organizar vacunaciones en casa.
División racial
La línea divisoria digital puede ser un gran desafío para las personas de color. Solo el 57% de los latinos y el 58% de los negros tienen computadoras, comparado con el 82% de los blancos, según otro estudio del 2019 de Pew Research (en inglés).
“Si no tienes esa habilidad para usar la tecnología, necesitarás encontrar otra manera de conseguir una cita”, afirma Cooper, de Johns Hopkins, quien estudia las disparidades en la salud.
En Kedren Community Health Center, una organización sin fines de lucro en la zona sur de Los Ángeles, más de la mitad de las vacunas las están recibiendo adultos mayores que llegan sin cita, en gran parte residentes negros y latinos.
No necesitan llevar un teléfono ni una identificación, según el director de vacunación Jerry P. Abraham. “Los miramos directamente a los ojos. Nos formamos la opinión clínica de que son mayores de 65 años”.
En Carolina del Norte, los afroamericanos representan el 21% de los residentes, pero el 25% de las personas que han muerto a causa de la COVID-19. Sin embargo, solo están recibiendo el 15% de las vacunas, según investigaciones de la Kaiser Family Foundation, con sede en San Francisco.
Iglesias en el estado se han asociado a Novant Health, un importante proveedor regional de servicios de salud. The Park Church en Charlotte proporcionó sus amplias instalaciones para exposiciones y conferencias, y ayudó a difundir la información para un evento grande en febrero, donde más de 3,700 personas fueron vacunadas.
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Un obstáculo principal es que muchos afroamericanos desconfían de la vacuna. Esta renuencia tiene profundas raíces históricas, entre ellas un infame estudio del Gobierno federal que le hizo seguimiento a cientos de hombres negros con sífilis sin revelar su diagnóstico ni darles tratamiento.
Solo el 42% de las personas negras en Estados Unidos planean vacunarse, según un estudio de diciembre del 2020 realizado por el Pew (en inglés).
“Esta línea divisoria histórica complicará cualquier estrategia digital”, afirma el obispo Claude R. Alexander Jr., pastor principal de The Park Church.
La línea divisoria también es evidente en las comunidades indoamericanas, dice Larry Curley, director ejecutivo del National Indian Council on Aging, una organización sin fines de lucro con sede en Albuquerque, Nuevo México.
“No tienen acceso a internet. Allá no existe el internet de banda ancha”, señala Curley. “Cuando se les dice que visiten un sitio web, eso no sirve para nada”. Y los indoamericanos tienen su propia historia de tratamiento médico poco ético por parte de agencias federales.
Sin embargo, las comunidades indoamericanas están cerrando esa brecha, con casi 575,000 dosis de las vacunas administradas por el Servicio de Salud para Indígenas, del Gobierno federal, hasta el 1.° de marzo, una tasa mayor que en muchos estados.
Deborah Schoch es una escritora colaboradora que informa sobre temas de salud y ciencia. Ha sido periodista desde hace tiempo, y su trabajo más reciente ha sido para AARP, The New York Times y KNBC-TV Los Angeles.