¿Deberías comprar oro?
El metal precioso tiene su encanto, pero puede ser una inversión riesgosa para inversores mayores.
In English | “¿Ves este papel moneda? Dentro de 100 años, llevará mucho tiempo desaparecido”. Esos infomerciales que muestra la televisión por la noche presentan al oro como la única protección contra un futuro en el que tus dólares no tendrán ningún valor.
Esas afirmaciones recurren a nuestro temor de que con los conflictos en el Medio Oriente y otros lugares, una plaga que amenaza África y un mercado laboral decepcionante en casa, el fin de la vida, tal como la conocemos, puede estar muy próximo. Resulta tentador llamar a ese número 800 y abastecerse de oro, ya sea en la forma de Krugerrands y otras monedas, o en lingotes. De hecho, varios asesores financieros entrevistados para este artículo sugieren invertir entre 5% y 15% de tu cartera en oro, por las dudas.
Más allá de las apelaciones emocionales, muchos expertos en finanzas advierten que el oro (y, para el caso, también la plata, un producto más volátil aún) es, sencillamente, demasiado riesgoso, especialmente para un jubilado que necesita de inversiones que generen ingresos más que un bien cuyo valor pueda oscilar ampliamente en poco tiempo, o languidecer por años.
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“El oro en sí mismo no produce nada”, dice Eric Meermann, un gerente de carteras de valores de Palisades Hudson Financial Group, en Scarsdale, Nueva York, que administra $1,300 millones ($1.3 billion). “Solo está allí… una forma de dinero para personas que no confían en otras formas de dinero, como el efectivo u otros instrumentos de inversión”.
La moneda del miedo
El oro siempre tuvo un encanto único, y durante el último siglo entró y salió alternativamente de la lista de preferencias de los inversores, disparándose en épocas de tensión económica o política. No por nada se lo conoce como la moneda del miedo.
Tras la crisis petrolera de los 70 y años de alta inflación, el oro alcanzó lo que en aquel entonces era un precio récord de $850 la onza en 1980. Luego, después de que la Reserva Federal subiera las tasas de interés para contener la inflación, su valor cayó y prácticamente no varió por dos décadas. Tomó 28 años, hasta el 2008, para que el precio del oro trepara nuevamente hasta los $850 la onza.
La última corrida tuvo lugar durante la reciente Gran Recesión y la crisis financiera del 2008. Ese año, se suspendieron los créditos, el índice promedio industrial Dow Jones perdió 778 puntos en un solo día y los íconos de Wall Street, Bear Stearns y Lehman Brothers, colapsaron mientras el país esperaba con nerviosismo descubrir quién sería el siguiente.
“En el 2008 y el 2009 parecía que caeríamos al abismo”, dice Barry Ritholtz, columnista financiero y presidente y director de inversiones de Ritholtz Wealth Management en Nueva York, con $182 millones bajo su gestión.
El precio del oro creció un 131% desde fines del 2007 hasta septiembre del 2011, cuando alcanzó $1,921 la onza, según el World Gold Council (WGC, Consejo Mundial del Oro). Entonces se decía que su precio se duplicaría con creces. En lugar de eso, la economía mejoró, las acciones repuntaron y el oro se derrumbó, perdiendo el 28% de su valor en el 2013. Volvió a caer en el 2014, terminando el año a $1,184 la onza.
En contraste, el año pasado, el índice S&P 500, cuyo valor se redujo en más del 50% entre el pico alcanzado en el 2007 y el mínimo registrado en el 2009, recuperó todo el terreno perdido y desde entonces ha alcanzado niveles sin precedentes. “El oro es un instrumento de inversión emocional, y uno que no recomendaría para quienes están próximos a jubilarse o ya jubilados”, señala David I. Kass, profesor adjunto de finanzas en University of Maryland, College Park. “El precio del oro puede bajar o subir con la misma velocidad”.
Según muchos asesores, los inversores mayores en particular necesitan inversiones que generen ingresos, como valores que paguen dividendos, bonos municipales o fideicomisos de inversión en bienes raíces que pagan la mayoría de sus ganancias en dividendos al accionista. “Para protegerse contra la inflación, solo hay que poseer acciones”, sostiene Meermann. El precio de las acciones ha subido, a lo largo del tiempo, incluso más que la inflación, asegura.
El multimillonario Warren Buffett, uno de los inversionistas más exitosos del mundo, tiene un argumento más colorido contra el oro. En una carta dirigida a los accionistas en el 2011, el Oráculo de Omaha dijo que todo el oro extraído llegaría a los 68 pies cúbicos, el equivalente en dinero a toda la tierra cultivable de EE.UU., 16 compañías de la magnitud de ExxonMobil y un billón (1 trillion) de dólares en efectivo. “De aquí a 100 años, los 400 millones de acres de tierra de labranza habrán producido asombrosas cantidades de maíz, trigo, algodón y otros cultivos, y seguirán produciendo esa valiosa cosecha, sea cual sea la moneda en curso. ExxonMobil probablemente haya entregado billones (trillions) de dólares en dividendos a sus propietarios y también retendrá activos por valor de varios billones (trillons) (y, recuerda, tendrás 16 Exxon)”, escribió. “Las 170,000 toneladas de oro mantendrán invariables sus dimensiones y seguirán siendo incapaces de producir nada. Puedes acariciar el lingote, pero no responderá”.
Y no subestimes los impuestos. El oro es considerado un objeto coleccionable, y las utilidades de una venta tributan a una tasa del 28%. En comparación, las ganancias de capital a largo plazo sobre acciones y bonos están sujetas a una tasa impositiva máxima del 15% para la mayoría de los inversores.
Una póliza de seguro
Si sigues convencido de que el oro es para ti, puedes invertir en fondos que poseen oro, aunque muchos fanáticos del oro —a menudo llamados goldbugs— prefieren comprar el metal físico, aun cuando ello pueda significar costos adicionales por su almacenamiento y en seguros.
Steve Brown, de 60 años y oriundo de Texas, compró sus primeras monedas de oro en el 2011, y ahora representan alrededor del 10% de sus activos. Él ve el metal como una forma de diversificar sus inversiones y de protegerse contra la inflación, que, sospecha, es mucho más alta de lo que se informa.
El oro, dicen, es una póliza de seguro, similar a una póliza de seguro para propietarios de viviendas que se adquiere por una casa que tal vez jamás se incendie: “Si los mercados enloquecen, me da alguna tranquilidad”.
Andrew Carrillo, planificador financiero de Barnett Capital Advisors en Miami, tiene la mitad de sus inversiones personales en oro y aconseja a sus clientes —especialmente a los jubilados— que mantengan del 5% al 15% de su cartera en oro físico. “Su mayor riesgo no es quedarse sin dinero”, asegura, “sino que su dinero pierda completamente su poder adquisitivo”.
Pero, al final, muchos asesores sugieren tomar con pinzas los comentarios negativos. Ritholtz, por su parte, afirma que la inminente desaparición del dólar, la moneda dominante en el mundo, es altamente improbable. “Créanme, las personas que dirigen Goldman Sachs no van a permitir que sus dólares pierdan todo su valor”, dice irónicamente. “Y quienquiera que crea que el dólar no vale nada puede enviarme su dinero para que me deshaga de él adecuadamente”.
¿Y qué hay con la plata?
Si ya no te convence el oro, ¿deberías considerar la plata? Es más barata —se vendía a alrededor de $16 la onza a fines del año pasado— y suele llamársela el oro de los pobres. La plata, no obstante, es mucho más volátil que el oro. Eso se debe a que tiene más usos industriales, y cuando la economía se expande y se contrae, lo mismo sucede con la demanda, explica Doug Eberhardt, autor de Buy Gold and Silver Safely (Compre oro y plata de manera segura). Durante la segunda mitad del año pasado, el oro cedió alrededor del 10%, y la plata cayó más del 24%. La plata también comparte las desventajas con el oro: no produce dividendos y los impuestos son más altos sobre las ganancias.
Jerry Lynch, planificador financiero de JFL Total Wealth Management, de Boonton, Nueva Jersey, dice que la plata es un producto que opera intentando predecir las tendencias del mercado, lo que exige que el inversor entre y salga en el momento oportuno. Muy pocas personas tienen esa capacidad, señala.
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