Qué hacer cuando ya no tienes que cuidar a tu ser querido
Planificar para tu futuro después de prestar cuidados es una parte importante del proceso.
“Haré todos los viajes en los que he estado soñando”.
— Frieda, después de seis años duros de cuidar a un familiar.
“No quiero hacer nada, solo quedarme sola en mi casa por un tiempo”.
— Martha, luego de diez años como cuidadora.
“Ahora debo concentrarme en cuidar de otros familiares”.
— Sally, después de tres años de atender ante todo a su madre.
Estas tres mujeres de entre 50 y 60 y tantos años —quienes han sido pacientes mías durante el último año— cuidaron a sus madres desinteresadamente en sus propios hogares hasta que fallecieron debido a complicaciones de la demencia. Cuando de repente ya no tuvieron que prestar cuidados, estas hijas se sintieron un poco aliviadas, pero también muy afligidas por el duelo. Luego ellas enseguida comenzaron a lidiar con una pregunta que resulta tan desconcertante como común: “Ahora que mi madre ya no está y terminé la etapa de prestar cuidados, ¿cuál debería ser el propósito de mi vida?”. Después de luchar mucho, escogieron caminos radicalmente distintos.
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Por lo general a los cuidadores familiares no les gusta pensar en el reto del futuro, como si hacerlo de alguna manera adelantaría la muerte del ser querido a quien cuidan. Pero la mayoría de los cuidadores se permiten por lo menos un vistazo furtivo al futuro, preguntándose cómo será tener de nuevo tiempo para leer, compartir con amigos o volver a trabajar a tiempo completo. Cuando ya se terminó el funeral, se escribieron las tarjetas de agradecimiento y se guardó o se regaló la ropa del padre o madre, el cuidador a menudo se enfrenta no solo a una tristeza persistente, sino a un vacío incómodo.
Para quienes estaban muy dedicados a su papel, los hallazgos de las investigaciones sugieren que los índices de depresión entre los cuidadores podrían aumentar, en vez de disminuir, después de que la etapa de prestar cuidados llega a su fin. He escuchado a antiguos cuidadores decir que, después de años de estar enfocados solo en cuidar a su ser querido, ya no saben en realidad quiénes son.
Existen maneras, tanto antes como después de que se termine la prestación de cuidados, para que quienes cuidan a un familiar construyan la base para una transición más fácil y concluyan ese proceso con un sentido de identidad más sólido. A continuación te presentamos algunas ideas.
- Empieza a planificar ahora: es preferible mirar hacia el futuro y hasta planificar tu vida luego de prestar cuidados, en vez de fingir que tu ser querido vivirá para siempre y que lo estarás cuidando indefinidamente. Es probable que esos planes en los que comiences a pensar no sean muy concretos; podrían en realidad solo ser destellos de posibilidades, tal vez hasta fantasías. Pero son el principio de un proceso de meses o años de reflexionar sobre quién has sido y quién te gustaría ser en algún momento futuro.
- Acepta cómo has cambiado: no mires el prestar cuidados como un intervalo anómalo del cual te recuperarás. Pocas veces he conocido a cuidadores que sencillamente reanudaron su vida anterior después de ya no tener que cuidar a un ser querido. Quienes lo intentaron descubrieron que lo que antes les importaba ya no era igual de importante. En su lugar, piensa en cómo la experiencia te ha cambiado —tal vez te volvió más compasivo y optimista, sabio y capaz—. Mira el haber cuidado a tu ser querido como una fuente de lecciones para el resto de tu vida.
- Usa tus nuevas habilidades: los cuidadores aprenden habilidades relacionadas con organización, conocimientos técnicos y diplomacia, muchas de las cuales a menudo se pasan por alto. Lo hacen al manejar los pastilleros, descifrar las cuentas del seguro médico y comunicarse con auxiliares, médicos y familiares difíciles. Estas destrezas son valiosas para navegar eficazmente las espinosas complejidades de las familias y nuestros complejos sistemas de cuidado de la salud y servicios sociales. He visto a antiguos cuidadores que se sintieron tan satisfechos al haber dominado el papel de cuidador que buscaron a otros familiares a quienes cuidar. (Yo llamo a estas personas “cuidadores en serie”). Otros se ofrecieron como voluntarios en hospitales, consiguieron empleos como auxiliares de cuidados en el hogar o se convirtieron en asesores no oficiales de amigos y vecinos para usar de manera práctica la sabiduría que tanto les costó obtener.
- Aprecia los valores: la gran mayoría de quienes eran cuidadores no harán de esta labor su nueva vocación. Pero con todo y eso, los valores infundidos por sus experiencias como cuidadores los inspirarán y animarán. Ser un buen cuidador requiere una mayor tolerancia para la frustración y el sacrificio, la voluntad para tener una influencia positiva en la vida de los demás y la dedicación para enfrentarse a la adversidad con la esperanza de crear días mejores. Esos son los mismos valores determinantes para ser un abuelo, jefe o persona ejemplar. Cuando la vida vuelva a ser difícil —y probablemente lo será—, tendrás confianza para lidiar con eso porque lo hiciste antes, y llevarás a otros contigo porque sabes cómo lograrlo.