Vida Sana
En la tradición culinaria de nuestra cultura hispana, los postres con frutas representan una variedad de ofertas e imaginación inconmensurable. Desde las tortas con frutillas hasta las mermeladas pasando por membrillos y pasteles, podemos decir que de todas las frutas se hace dulce.
Pero se equivocan los que piensan que un postre se logra únicamente aprovechando el azúcar de la fruta. En este caso, el desamargado de toronja desmiente esta creencia popular. La toronja, de por sí amarga, es aprovechada aquí en su cáscara, todavía más amarga, para la elaboración de este plato, que en otros países se conoce como “cascos de toronja”.
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El desamargado se prepara lavando bien la toronja y cortándola en ocho partes, al estilo media luna. Una vez cortadas, saque la pulpa y guárdela para extraerle el zumo o para comer fría con un poco de azúcar por encima. Las cáscaras pasarán entonces a un proceso de hervor para sacarles el amargor, de ahí el nombre de este plato.
Es importante que lleve a cabo este proceso según las instrucciones de esta receta. No puede pretender sacar el amargor de la cáscara si no cambia el agua unas dos veces, cada veinte minutos. Después, escurra bien las cáscaras y sáqueles todo lo más que pueda de la parte blanca en el interior de la corteza. Este paso es clave porque esa parte blanca le cambia por completo el sabor al postre.
Una vez que la cáscara esté limpia, la someterá a otro hervor, pero acompañada de azúcar, jengibre, canela y clavos de olor. Cuando el agua comience a hervir, bajará el fuego y dejará cocinar durante unos veinte minutos más. Cuando el agua se haya espesado como un sirope, ya estará lista para sacar del fuego y dejar que el postre repose a temperatura ambiente.
Cuando esté fresco, sírvalo en una fuente de cristal y guárdelo en el refrigerador por, al menos, una hora. Compre un queso blanco fresco o cuajada para acompañar este plato. El toque salado del queso combinará muy bien con el desamargo de la toronja y el dulce del almíbar. Notará que los cascos no son en sí dulces, sino que, como su nombre lo indica, han perdido el amargor.
Sirva los cascos rodeando un poco de queso en el centro, como si fuera una margarita pero con los pétalos anaranjados, para que le dé un toque elegante a este plato que, le aseguro, conquistará el paladar y la curiosidad de quien lo pruebe. En la cocina, como en la vida, ¡hay maneras de eliminar la amargura!
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