Vida Sana
Ingrid Fournier, de 56 años, comenzó a enseñar como miembro del Cuerpo de Paz poco tiempo después de completar la universidad. Viajó al extranjero, donde conoció a otro voluntario y se casó. Juntos, comenzaron sus carreras en la enseñanza mientras prestaban servicio en Latinoamérica. Al volver a Estados Unidos, Fournier trabajó como maestra de jardín de infantes hasta 8o grado durante 26 años en distintos distritos escolares de Míchigan, la mayoría en la comunidad de Forest Hills, cerca de Grand Rapids.
“Era maravilloso”, dice refiriéndose a su carrera, “pero no era sostenible. Se pedía demasiado de los maestros”.
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El impacto que tuvo la pandemia de COVID-19 en la profesión hizo que muchos educadores se sintieran sobrecargados, exhaustos y subvalorados. Hace algo más de un año, durante las vacaciones de primavera del 2022, Fournier y su esposo renunciaron.
“Me faltaban cinco años para adquirir los beneficios de jubilación completa, pero no era bueno para mí mentalmente”, dice. “Fuimos afortunados, porque estábamos en una posición en la que pudimos decir ‘hasta aquí llegamos’”.
La pareja decidió tomarse un año para decidir cuál sería el próximo capítulo. Redujeron las actividades recreativas, como los viajes, algo que habían disfrutado durante años.
En enero, Fournier encontró una nueva pasión como gerente local de una biblioteca pública en Scottville, Míchigan, una ciudad con algo menos de 1,400 habitantes. Allí, planifica actividades para niños en edad escolar y participa en eventos, como una serie muy esperada de apicultura que combina historia, biología y cultura. En cierto modo continúa siendo una maestra, pero en otro nivel, con un ritmo más llevadero y con apoyo de la administración, de sus colegas y de una comunidad muy unida.
Los Fournier no son los únicos que deciden cambiar de carrera cuando la jubilación no está muy lejos. Algunas personas cambian porque se están escapando de un ambiente laboral frustrante, mientras que otras lo hacen en busca de mayor flexibilidad, más dinero y menos horas.
“Con frecuencia, una motivación dominante es el deseo de realizar un trabajo que tenga significado”, dice Nancy Collamer, consejera de jubilación y autora de Second-Act Careers: 50+ Ways to Profit From Your Passions During Semi-Retirement. “El otro motivo es que alrededor de la edad de jubilación, las personas están listas para un cambio”.
Según un estudio de AARP (en inglés), el 62% de las personas de 50 años o más dicen que la pandemia las hizo reevaluar prioridades con respecto al lugar que ocupa el trabajo en su vida, y el 33% dicen que haber vivido en pandemia las motivó para querer mejorar el equilibrio entre el trabajo y la vida personal.
Cómo puede ayudar volver a estudiar
En general, una de cada cuatro personas está evaluando un cambio de carrera y está dispuesta a volver a los salones de clases para concretar el cambio, según una encuesta reciente realizada por encargo de Globalization Partners.
Por ejemplo, Barbara Vargo dejó una carrera de 25 años en el área de cuidados de pacientes terminales para estudiar abogacía. Eligió un programa de dos años en la Universidad Creighton, en Omaha, a más de 500 millas de su hogar en Rapid City, Dakota del Sur.
“Si iba a hacerlo”, dice, “quería completarlo tan rápido como fuera posible”.
Vargo financió su educación con una combinación de ahorros, becas y préstamos con bajo interés. Alquiló un apartamento, se dedicó con empeño y se destacó en los estudios, y forjó amistades duraderas con un grupo íntimo que se autodenominaba “el club de los vinos finos”. Al menos una vez al mes veía a su familia en Rapid City. Obtuvo el título de abogada en el 2018, a los 52 años.
Vargo dice que, en retrospectiva, “disfruté totalmente cada momento [del trabajo en cuidados terminales]. Como coordinadora de voluntarios, tuve algunas oportunidades maravillosas de conocer a las mejores personas de la comunidad, gente que realmente buscaba formas de ayudar a los demás. Poder haber servido como conducto para eso ha sido un regalo fantástico”.
También vio la destrucción de algunas familias cuando un ser querido fallecía sin dejar testamento, y eso fue lo que generó su interés en la jurisprudencia. En su propia vida familiar se produjeron ciertos cambios que posibilitaron su retorno a los estudios.
“Ya no disfrutaba de mi trabajo del mismo modo que lo había hecho antes”, dice. “Al mismo tiempo, todos mis hijos se habían ido a la universidad y mi esposo podía cuidarse solo perfectamente, de modo que se daba una oportunidad para hacer algo diferente, algo que me permitiera seguir ayudando a otros en la preparación de esos planes para el final de la vida”.
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