Vida Sana
A los 6 años, sentimos estrés el primer día que vamos al kindergarten. A los 12 años, nos estresamos en un partido de eliminatorias de fútbol. Y así seguimos en la juventud, la mediana edad y el resto de la vida. Lo que nos causa estrés podría cambiar con el paso de los años. Pero el fenómeno del momento estresante, ese estallido repentino de reacciones fisiológicas y emocionales fuertes que todos hemos sentido en carne propia, se mantiene casi igual.
La diferencia es la manera en la que nos afecta.
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Con la edad, nuestro organismo reacciona al estrés con mayor intensidad, los efectos del estrés para la salud pueden volverse más perjudiciales y, después de que nos estresamos, nuestro organismo se demora más en recuperarse. Y si bien, como adultos mayores, es posible que sintamos con menos frecuencia estrés agudo —aquellos episodios individuales de tensión, enfrentamiento o miedo que forman parte inevitable de la vida moderna—, somos más propensos a enfrentar retos constantes, tales como enfermedades, inseguridad económica y el cuidado de seres queridos que pueden provocar reacciones estresantes durante años, incluso décadas.
Pero también hay buenas noticias. Mientras que la edad erosiona nuestras defensas naturales contra el estrés, también nos brinda nuevas armas poderosas para contraatacar.
Por qué nos estresamos menos
Las encuestas demuestran constantemente que como adulto mayor, manejas mejor las situaciones estresantes que las personas más jóvenes. Un ejemplo concreto: la crisis de COVID-19. El 94% de las personas en el país que han muerto debido a esta enfermedad tenían 50 años o más. Los adultos mayores de 65 años conforman solo el 17% de la población del país, pero representan el 76% de las personas que murieron debido a la COVID-19.
Sin embargo, en una encuesta realizada por la Universidad de Míchigan en el 2021, en plena pandemia, el 65% de los adultos de entre 50 y 80 años calificaron su salud mental como “excelente” o “muy buena”. Y una encuesta realizada por AARP en el 2020 reveló que, si bien el 38% de las personas de 40 o más años dijeron que se sentían “sumamente estresadas”, los encuestados mayores mostraron más resistencia frente a la adversidad: el 33% de los de 50 años, el 18% de los de 60 años y solo el 13% de los de 70 años o más informaron que sentían niveles altos de estrés.
¿Por qué ocurre eso? En pocas palabras, mientras mayores seamos, mejor podremos apartarnos de situaciones que podrían ser estresantes, dice Susan Charles, profesora de Ciencias Psicológicas en la Universidad de California, Irvine.
“Por ejemplo, cuando traemos al laboratorio a personas mayores y a otras más jóvenes”, señala Charles, “y las ponemos en una situación incómoda, los adultos mayores son mucho más propensos a decir que no les resulta tan estresante. Los jóvenes reaccionan mucho más”.
En algunos estudios se ha demostrado que, en comparación con los adultos más jóvenes, las personas mayores tienen muchas más probabilidades de reconocer los estímulos emocionales positivos y de ignorar los negativos. En un estudio, se demostró que los adultos mayores tuvieron un 50% más de probabilidades de usar técnicas de afrontamiento proactivas, aprendidas durante su larga vida, para evitar que surjan situaciones estresantes, y que son más aptos para llegar a un compromiso frente a las exigencias de la vida.
Según Charles, estas habilidades provienen de tres cualidades más comunes entre los adultos mayores que entre las personas más jóvenes: experiencias vitales, autoconocimiento y la perspectiva que brinda el tiempo.
“Los adultos mayores son más propensos a decidir apartarse de los problemas de poca importancia, pues entienden que no vale la pena enojarse por pequeñeces. Por ejemplo, si un adulto mayor está hablando de política con alguien con quien no siempre está de acuerdo, es mucho más hábil para cambiar de tema que una persona menor”.
De la misma manera, las personas mayores son mucho más propensas a concentrar su energía en relaciones importantes con buenos amigos y familiares, y menos con conocidos casuales. Tienen menos conflictos estresantes en esas relaciones estrechas y, cuando surgen conflictos, tienden a considerarlos de forma menos negativa. Eso podría explicar en parte por qué los adultos mayores informaron que sentían menos estrés relacionado con la COVID-19 que las personas más jóvenes: sus redes de relaciones sociales eran más sólidas.
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