Vida Sana
Will Smith puede haber dado una bofetada en la ceremonia de los Óscar del 2022 que se vio (y oyó) en todo el mundo, pero la mayoría de nosotros también nos hemos visto en situaciones en las que nuestra ira fue simplemente demasiada para poder controlarla. De hecho, ese fue un fenómeno que experimentamos incluso antes de la pandemia. Una encuesta del 2019 halló que el 84% de los encuestados opinaron que el país estaba más irritado que en la generación anterior, y más del 40% confesaron que estuvieron más enojados en los 12 meses anteriores de lo que habían estado en años. Similarmente, la encuesta El estrés en Estados Unidos (en inglés), llevada a cabo en el 2021 por la American Psychological Association, halló que el 84% de las personas del país informaron experimentar emociones asociadas con el estrés prolongado, y casi el 40% dijeron que sintieron ira.
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“Hay una mayor sensación de frustración. Si bien la COVID-19 fue una parte de ello, ya estaba presente antes de la pandemia”, dice Bernard Golden, un psicoterapeuta de Chicago, fundador de Anger Management Education. Pero estar atado a esa rabia no es bueno para tu salud mental ni para tu salud física; en realidad, se lo ha vinculado con presión arterial elevada, enfermedades cardíacas, dolor crónico y derrames cerebrales. Los efectos son particularmente pronunciados en los adultos mayores: un estudio del 2019 (en inglés) publicado en la revista Psychology and Aging halló que la ira puede ser más perjudicial que la tristeza para la salud física de los adultos mayores.
Cómo descargar la ira en forma segura
1. Trata de no desahogarte con otra persona. Si estás furioso, es posible que tu instinto inicial sea llamar a tu pareja o a otro ser querido para descargar tus emociones. Pero esa acción tiene el efecto contrario. “Lo peor que puedes hacer es expresar la ira. Es como usar gasolina para apagar un fuego”, dice Brad Bushman, profesor de Comunicación en Ohio State University. Efectivamente, las investigaciones que realizó Bushman revelaron que las personas enojadas a quienes se les pidió que golpearan con el puño una bolsa de boxeo y pensaran en el motivo de su enojo permanecieron más enojadas que quienes no lo hicieron. Quienes pensaron en algún motivo de distracción al golpear la bolsa —como lograr un buen estado físico— reportaron sentir menos ira que quienes golpearon la bolsa pensando en la persona que les había causado el enojo. “Cuando nos desahogamos contándole a otro, mantenemos elevado el nivel de agitación, la presión y la frecuencia cardíaca, y rumiamos aquello que nos causó el enojo, lo cual mantiene vivos los pensamientos agresivos”, explica.
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