Vida Sana
En el 2007, fui una de las cofundadoras de Spoon, una organización creada para ayudar a dos grupos de niños que tienen altos índices de malnutrición: los niños con discapacidades y los que no viven en familia sino en centros de atención residencial o están en situación de cuidado temporal. Desde entonces, Spoon, con sede en Portland, Oregón, ha implementado con éxito programas en 19 países.
Actualmente tenemos programas en Zambia, Uganda, Lesoto, Croacia, Zimbabue, Vietnam y Bielorrusia, además de programas en Estados Unidos que benefician a niños que están bajo cuidado temporal o en riesgo de necesitar cuidado temporal.
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El problema que estoy intentando solucionar
La nutrición apropiada, la alimentación segura y el cuidado amoroso durante la infancia sientan las bases para la salud y el bienestar de toda la vida, pero los niños con discapacidades y los que no viven con su familia presentan altos índices de malnutrición. Estamos tratando de asegurar que los niños con discapacidades tengan acceso a prácticas de nutrición y alimentación que satisfagan sus necesidades especiales, y que los niños que con frecuencia quedan excluidos de los programas de nutrición se incluyan y tengan la oportunidad de prosperar. Estamos haciendo que niños que no están creciendo ni se están desarrollando en forma apropiada reciban nutrición vital. Según nuestras investigaciones, estimamos que en el mundo hay 250 millones de niños que podrían beneficiarse de nuestros programas.
El momento que despertó mi pasión por este proyecto
Hubo muchos. El primero fue en el 2006, cuando adopté a mi hija mayor, que entonces tenía 5 años, de un hogar para niños en Kazajistán. Vi muchos niños malnutridos allí y quise ayudar, pero como había ido para adoptar a mi niña, no pude. Ese fue el comienzo.
A mi hija le habían diagnosticado parálisis cerebral y distrofia muscular. No podía caminar, tenía poca tonicidad muscular y sentía dolor. Era muy pequeña: a los 5 años, usaba ropa para niños de un año. Una vez que recibió nutrición apropiada, creció 8 pulgadas en los primeros doce meses, y caminaba, corría, jugaba en el parque, mantenía conversaciones completas y andaba en triciclo. Eso fue otra inspiración: no se requirió mucho para que su vida cambiara radicalmente.
En el 2007, otra madre en mi vecindario adoptó un niño de Kazajistán, y hablábamos siempre sobre los problemas de la malnutrición. Una conversación llevó a la otra, y así surgió Spoon. Yo quería darles a estos niños una oportunidad y una voz. Al conectar los puntos entre mi carrera anterior como patóloga del habla y las necesidades que tenía como madre de una niña con necesidades especiales, he podido establecer estrategias, objetivos y planes de trabajo para mejorar la salud y el bienestar de los niños en nuestros programas.
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