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Estafadores del Seguro Social intentaron engañar a un experto en fraudes

Descubre cómo hacen llamadas los estafadores, que a nombre del Seguro Social tratan de engatusarte y quitarte tu dinero.


spinner image Un hombre contesta un teléfono fijo.
PA IMAGES / ALAMY STOCK PHOTO

Una de las estafas telefónicas más populares en Estados Unidos actualmente es la táctica en la que te dicen que "alguien robó tu número de Seguro Social". El pasado mes de diciembre, la Comisión Federal de Comercio (FTC) emitió una advertencia sobre el fraude, en la que señaló que la agencia ya había recibido más de 35,000 quejas, y mis colegas de la Red contra el Fraude, de AARP, dicen que las quejas continúan. La estafa suele comenzar con una llama automatizada como esta:

Esta llamada es en relación a una acción legal que ha sido ejecutada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos contra tu número de Seguro Social. Ignorarla sería un intento intencional de evitar comparecencias iniciales ante el juez de primera instancia por un delito penal federal. Antes de que este asunto vaya a la corte federal o te arresten, devuelve la llamada a nuestro número...

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Hace poco recibí una llamada como esta y decidí devolverla para ver exactamente qué es lo que dicen los estafadores para que la gente entregue su dinero. Mi personaje era "Carl Johnson", un caballero amable y de voz suave que tiene muchos ahorros. Esto es lo que sucedió en 46 minutos de conversación telefónica (editada para mayor claridad y extensión):

“Hola, Administración del Seguro Social. Habla el oficial Alex Morgan. ¿En qué te puedo ayudar?

"Soy Carl Johnson. Recibí una llamada sobre mi tarjeta del Seguro Social".

El oficial Morgan sonaba como un hombre de entre 22 y 32 años. Era obvio que estaba en un centro de telemercadeo porque podía escuchar a otros hablando en el fondo. Para comenzar me pidió que verificara mi identidad. Le di mi nombre falso, y de alguna manera pudo recuperar mi "archivo" en su computadora inmediatamente. Luego le di una dirección falsa y un número de Seguro Social falso, pero siguió adelante como si todo estuviera confirmado.

"Señor Johnson, soy un oficial superior del Departamento de investigación de la Administración del Seguro Social", me dijo. “Puedo ver que las agencias del orden público han encontrado más de 25 cuentas bancarias robadas que han sido abiertas con tu número de Seguro Social para cometer un fraude de más de $10 millones. Estas cuentas se utilizaron en numerosas actividades delictivas como lavado de dinero, tráfico de drogas y para estafas al Servicio de Impuestos Internos en todo el estado de Texas. Necesito hacerte una pregunta rápida que debes responder con una sola palabra:  ¿Señor Johnson, eres dueño de todas estas 25 cuentas bancarias? ¿Sí o no?"

Era una pregunta absurda pero efectiva, destinada a crear temor y confusión. "Yo... no sé... no creía que tuviera tantas, pero tal vez sí", murmuré.

El oficial Morgan, que olía el potencial, trabajó para sacarme más información. Explicó que los estafadores habían conseguido mi número de Seguro Social, pero que él me ayudaría a resolverlo. Para hacer eso, necesitaba saber exactamente cuánto dinero tenía.

"Por favor, dime los nombres de las cuentas bancarias que te pertenecen y cuánto hay en cada cuenta para que pueda determinar cuáles son tus cuentas y cuáles son falsas. Y asegúrate de no decirme el número de ruta o el número de cuenta; si lo haces, sería ilegal".

Le dije que tenía dos cuentas (una vez más, ambas falsas): una cuenta de Chase con $12,000 y una cuenta de Wells Fargo con $85,000. En el mundo de los estafadores, estas cantidades me convirtieron oficialmente en una "ballena" —alguien con suficiente dinero para garantizar su mayor nivel de atención—.

Así que el oficial Morgan cambió al modo de ataque, e hizo todo lo que pudo para asustarme aún más. Hizo una lista de los delitos relacionados con mi tarjeta y luego me informó que había 11 cargos federales de fraude en mi contra. De ser condenado, enfrentaría 30 años de prisión. El FBI estaba a punto de emitir una orden de arresto "no afianzable" en mi contra; después de mi arresto, se suspenderían todas mis cuentas bancarias, tarjetas de crédito, tarjetas de débito, mi plan 401(k), pasaporte y cheque del Seguro Social.

Luego preguntó: "¿aceptas todas estas acusaciones bajo tu nombre?"

Otra pregunta absurda, desorientadora. "Bueno, yo... yo... yo no sé qué hacer", le dije.

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"Necesitas escucharme con mucha atención", dijo, con más amabilidad. "Hemos estado vigilándote de cerca y después de revisar tus informes anteriores, creemos que es probable que no hayas hecho todo esto. ... No tenemos ninguna evidencia de que hayas realizado una actividad delictiva. Pero como tu número de Seguro Social se incluyó en este caso de tráfico de drogas, necesitamos que cooperes con nosotros para encontrar a esa persona".

Pasar de amenazar a ser mi mejor amigo también es parte del libro de jugadas del estafador. Un objetivo primordial de todos los estafadores es lograr que la víctima esté "debajo del éter" —en otras palabras, en un estado emocional elevado en el que la víctima ya no piensa racionalmente, sino que reacciona emocionalmente por temor o emoción—. Las víctimas que están bajo el éter son significativamente más fáciles de manipular.

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"En este momento, tiene dos opciones simples, Sr. Johnson", continuó. Podría dejar que el caso se resolviera y "aceptar acciones legales", o podría darle el número de teléfono del Seguro Social para que pueda llamar y comenzar el proceso de limpiar mi nombre. ¿Qué? Por supuesto, elegí la segunda opción, pero le pregunté por qué necesitaba darle el número cuando él trabajaba en el lugar. Dijo que era para poder estar seguro de que la próxima persona que me llame realmente pertenezca al Seguro Social porque "hay muchas estafas, Sr. Johnson, y no me gustaría que caigas en una de ellas".

Después de algunas bromas iniciales, se puso a trabajar: "si quieres comprobar que eres inocente, lo primero que tendré que hacer es emitir un nuevo número de Seguro Social". Pero para hacer eso, dijo, todas mis cuentas financieras tendrían que ser "salvaguardadas" primero para que los delincuentes no puedan acceder a ellas. Luego comenzó a intensificar la presión: “el Gobierno te está dando de 40 a 45 minutos para resolver este asunto. Entonces, ¿puedes confirmar que en tu cuenta bancaria de Chase tienes $12,000 y en tu cuenta de Wells Fargo tienes $85,000? ¿Es eso correcto?"

"Sí, pero…" le dije tratando de frenarlo. Pero parecía que en realidad se aceleraba.

“Lo que debes hacer es ir a tu banco y retirar todo el dinero de tu cuenta, luego te diré qué harás después. Quiero que vayas a la cuenta bancaria de Chase y retires ese dinero".

"¿En este momento?" Le pregunté.

"Ahora mismo, sí. Porque queremos salvaguardar tu dinero primero. Esa es la razón".

"No sé si quiero darte mi dinero".

"Oh, no, ¿quién dijo que me darás tu dinero? No le vas a dar tu dinero a nadie, Sr. Johnson. Si tienes eso en tu mente, por favor, olvídalo. No. Nadie te está pidiendo dinero y no le estás pagando a nadie".

Alerta de estafa: los estafadores se hacen pasar por empleados del Seguro Social

Repitió esto unas cuantas veces, de diferentes maneras, para tranquilizarme. Le pregunté: "¿por qué no puedo simplemente poner el dinero en una nueva cuenta bancaria?" 

"Bueno, Sr. Johnson, si abres una nueva cuenta bancaria, estarás vinculando el mismo número de Seguro Social que tienes en este momento, ¿tengo razón?"

"Sí, supongo que sí", admití.

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"Ese es el problema".

Sus instrucciones: inmediatamente retirar $12,000 de mi cuenta de Chase y convertirlos en "bonos certificados por el Gobierno" para que el delincuente que robó mi número de Seguro Social no se quedara también con el dinero. ¿Qué quiso decir con "bonos certificados por el Gobierno"? 

“Estas son tarjetas prepagadas que están disponibles en tiendas certificadas por el Gobierno como Apple, Walmart, Target, CVS o Walgreens. Estas son tiendas certificadas por el Gobierno, creo que lo sabes, ¿verdad?"

En este punto, estoy empezando a enojarme: ¿a cuántos miles de adultos mayores él y tipos como él habrán convencido para que sacaran sus ahorros y compraran tarjetas de débito prepagadas? Pero me aguanté. Me aseguró de nuevo que se suponía que debía conservar esas tarjetas hasta que emitieran una nueva tarjeta del Seguro Social. Le pregunté a Shaw: "¿te doy los 'bonos certificados por el Gobierno'?"

"No, te los vas a quedar. Ese es mi punto. Nunca dejarán de ser tuyos y por eso no tienes nada de qué preocuparte. Si nunca dejan tus manos, entonces nunca podrás perder ese dinero, ¿verdad, Sr. Johnson? De hecho, está protegido. Después de convertir el efectivo en bonos certificados por el Gobierno, dos representantes del Seguro Social irán a tu casa en 48 horas para entregarte personalmente tu nueva tarjeta del Seguro Social. Luego, puedes abrir nuevas cuentas y volver a depositar los bonos en tu cuenta bancaria".

Bien, eso es persuasivo. Pero luego vino la bomba:

"Ahora, una vez que obtengas los bonos certificados por el Gobierno, solo tienes que proporcionarnos los números de serie para que podamos asegurarnos de que podamos actualizarlos en tu archivo".

Y así es como roban el dinero, damas y caballeros. Con el número de serie, son libres de retirar el dinero y desaparecer. Ese momento es cuando cambié de Carl Johnson, blanco fácil, a Doug Shadel, luchador contra el fraude.

"¿No te da eso acceso a todo el dinero que hay en esas tarjetas?"

Él, por supuesto, respondió con mentiras. “¡No! No vamos a necesitar acceder a los fondos. Solo necesitamos los números de serie para actualizar tus archivos. Esos son tuyos y están salvaguardados. El objetivo de poner el dinero en esos bonos emitidos por el Gobierno es salvaguardarlos, por lo que no, nada le pasará al dinero. Tienes mi palabra, señor Johnson". Enojado, pero con todas mis preguntas contestadas, simplemente terminé la llamada.

Epílogo

El Sr. Shaw me devolvió la llamada más de una docena de veces, pero no respondí. Cuando la meta es más de $80,000 en efectivo, los estafadores expertos como el Sr. Shaw dirán cualquier cosa para convencerte. No necesitaba escuchar más.

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