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Melissa McCarthy te hará reír

La actriz y humorista, quien creció en una granja, habla francamente, con su madre a su lado.


Video: Melissa McCarthy: "Nunca es demasiado tarde"

 

Es una de esas historias clásicas que se siguen mejorando con la edad sobre las madres. En la zona agrícola de Illinois donde creció la actriz y humorista Melissa McCarthy, su madre, Sandy McCarthy, a veces descubría una caja abandonada con gatitos, y sin falta, adoptaba toda la camada como mascotas.

“En una granja, es maravilloso”, dice Melissa. “Viven afuera. Tú no tienes ratones. Y cuando alguien llega a tu casa por primera vez, entre 25 y 30 gatos corren hacia el auto, como en una película de terror”.

Sandy se ríe a pesar de que sabe que esa no es la parte chistosa. “Todas las noches”, agrega, “yo ponía un contenedor grande de comida de gatos en la entrada trasera, y los gatitos se reunían para comer y acurrucarse contra mí. Una noche, estaba oscuro. Por alguna razón, no encendí la pequeña lámpara que hay ahí afuera. Estaba acariciando a uno de los gatos, pero los demás se mantenían alejados. Regresé a la casa, prendí la luz...”.

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“Había estado acariciando un zorrillo”, dice Melissa.

Ahora ambas se mueren de la risa.

“¡Había estado acariciando un zorrillo!”, admite Sandy.

Así ha sido todo el día. Ahora, en la bella oficina de McCarthy —la cual ella diseñó y desde donde se ven los estudios de filmación de Warner Bros. en Burbank, California—, madre e hija intercambian anécdotas familiares, y de vez en cuando se ríen a carcajadas.

Una vez, cuando Melissa tenía 3 o 4 años, le dio un susto enorme a su bisabuela cuando se cortó las coletas con unas tijeras mientras Sandy estaba en el trabajo. “Cuando llegué a la casa, mi abuela lloraba en la mesa de la cocina mientras Missy bailaba y decía: ‘¡Mira qué linda y arreglada estoy!’”, recuerda Sandy. Eso le recuerda a Melissa sobre su corta fase gótica/punk en la escuela secundaria, cuando se tiñó de un color azul-negro azabache su cabello castaño claro, “esperando una gran ovación”, dice. “En vez de eso, mamá solo tomó una foto y dijo: ‘Te reirás de esto después’, y ahora, por supuesto, es lo más chistoso del mundo”.

A los 47 años, McCarthy está entre las actrices que trabajan hoy en día mejor pagadas y de quienes más se habla. Sus éxitos van desde la comedia Mike & Molly, por la cual ganó un premio Emmy, hasta el papel de caradura que lanzó su carrera en el cine en Bridesmaids, por el que fue nominada a un premio Óscar. El año pasado, estuvo en Saturday Night Live, donde representó el papel del secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, mascando chicle y empujando el podio. Miembros de ambos partidos en todo el país se rieron de esta caricatura (“Pienso que todos simplemente necesitaban un escape y algo de qué reírse”, dice). También tiene su propia línea de ropa, para clientes de todas las tallas, y una próspera empresa de producción que apoya proyectos como su nueva película de comedia, Life of the Party —sobre una madre que se matricula en la universidad de su hija—, que se estrenará el 11 de mayo.

“Mientras más edad tengas, más interesante serás como personaje”.

—Melissa McCarthy

Esto es lo que hace McCarthy. Pero puedes darte cuenta de que quién es tiene más que ver con la amable dama de cabello canoso que acaba de regresar a la conversación con un plato de aperitivos y golosinas para compartir.

“Tienes que probar estos huevos rellenos”, ofrece Sandy, de 74 años. “¿O quizás un pedazo de este pan de guacamole?”.

“He aprendido tanto de mi madre”, dice Melissa, “empezando con el hecho de que el mundo es un lugar más amable y feliz si todos tienen un sándwich”.

Después de un día revelador (y sí, comiquísimo) con estas dos, queda claro que incluso cuando eres una gran estrella de Hollywood, cuando tienes un esposo que te apoya mucho y dos hijos, cuando eres la reina de la comedia Melissa McCarthy, todavía acudes a tu madre para la verdad y el significado importante de la vida. Aquí verás por qué mamá es la que más sabe.

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Melissa McCarthy, de 47 años, fotografiada en Los Ángeles para AARP The Magazine.
JIM WRIGHT

Puedes ir por tu propio camino 

“Un día, me llamó y dijo: ‘Mamá, compré un pasaje solo de ida a Nueva York’”, recuerda Sandy. Melissa tenía 20 años, estaba aburrida, a veces iba a la universidad y vivía en Boulder, Colorado. Tenía grandes sueños, que incluían una carrera en el mundo de la moda en Nueva York. “Yo solo dije: ‘Ah’”.

La actriz creció en un hogar que sus padres alquilaban en una granja de maíz y soya en la zona rural de Plainfield, Illinois. Fue la segunda de las dos hijas de Sandy, quien trabajaba para World Book Encyclopedia, y Mike, un árbitro de una compañía ferroviaria de Chicago. (La pareja pasó el invierno en Los Ángeles y planea dividir su tiempo entre Illinois y L.A., y hace poco festejó 54 años de estar juntos). La abuela de Sandy también vivía con ellos, en una casa de un solo baño. El hogar se basaba en los valores sólidos de la región central —iglesia los domingos, bendición antes de comer, educación en escuela católica, y un énfasis en los buenos modales y el trabajo arduo—.

Melissa comenzó a trabajar desde que tenía 16 años y tuvo varios empleos, entre ellos uno como mesera en un hogar de ancianos al frente de su escuela secundaria. “Simplemente me encantaba estar con personas mayores de 65 años”, explica, “porque enseguida veía de manera objetiva la experiencia sin rumbo que estaba teniendo en ese momento. Cuando alguien que tiene 80 años te dice que todo estará bien, lo asimilas”.

Si bien Mike originalmente mudó a la familia al campo para mantener a sus hijas a salvo de las influencias de la gran ciudad, Melissa no pudo mantenerse apartada. Manejaba por una hora para pasar tiempo en Chicago y bailar en clubes de música. Cuando un amigo de la escuela secundaria la animó a irse de Boulder hacia las tierras inexploradas de Manhattan, Melissa se fue sin tener un plan.

Al contemplarlo ahora, lo asombroso para McCarthy no es que llegó a la ciudad de Nueva York con solo $45 en el bolsillo, o que su amigo en realidad no tenía un apartamento sino que vivía en el sofá de otra persona, ni incluso que McCarthy logró subirse a un escenario para presentar el primer monólogo humorístico de su vida en menos de 24 horas desde su llegada. Es que sus padres nunca intentaron detenerla.

“Solo dijimos: ‘Si no quiere ir a la universidad, está bien. Dejemos que pruebe esta cosa nueva’”, dice Sandy.

“Lo cual es un consejo un poco espantoso de unos padres”, menciona Melissa, “pero también lo mejor que hubiera podido pedir. Mamá nunca dijo: ‘No puedes’, pero así es como ella es en todo. Me dio la libertad de hacer lo que yo necesitaba, incluso si ella no lo entendía. Un padre o madre normal quizás hubiera dicho: ‘Estás demente’. En vez de eso, esta maniática siguió diciendo: ‘Está bien, buena suerte. Déjame saber en qué obra estás’. Yo dije: ‘¡Mi madre está loca!’”.

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No te detengas hasta que tengas suficiente 

“Cuando tienes veintitantos, muchas veces no te tienes que preocupar de nada más sino de tu propio ser narcisista”, dice McCarthy, al reflexionar sobre su largo camino al éxito. “Lloras si no tienes la camisa adecuada. Lloras si tienes trabajo. Lloras si no tienes trabajo. Si no puedes ir a ver a cierto grupo musical, es la peor noche de tu vida”.

Para una muchacha de la región central que iba un poco a la deriva y era propensa al rechazo, ser joven, soltera y no tener ni un centavo en Nueva York demostró ser casi tan desconcertante como la vida en la granja fue sólida. “Sabía que quería algo, pero no sabía exactamente qué”, agrega. “Por demasiado tiempo más de lo que debí, recurrí a mis padres para buscar ayuda cuando no podía sostenerme”.

Para Sandy, eso significaba una llamada. “Sonaba ring, ring, ring: ‘Es hora de pagar el alquiler, y tendré el dinero si esto y aquello funciona’, y yo escribía un cheque”. 

Incluso ahora, a Melissa se le aguan los ojos por la gratitud que siente.

“No sé cómo lo hiciste, mamá”, dice. “Yo hubiera dicho: ‘Esto es una tontería. No te convertirás en una actriz. Las probabilidades de esto son ridículas, y debes mudarte a casa y dejarlo’. Pero tú solo me enviabas los 70 dólares, los 200 dólares. El hecho de que no me hacías sentir culpable cambió el rumbo de mi vida. Porque si me hubiera sentido culpable, definitivamente lo habría abandonado”.

Ahora es a Sandy a quien se le aguan los ojos. “Siempre y cuando tuvieras un lugar donde vivir y un banco donde depositar un cheque, sabía que estabas tratando”, responde. “Siempre supiste quién eras, y yo sabía que estarías bien”. 

 

A los 27 años, Melissa compró otro pasaje solo de ida (“Nunca podía pagar el de ida y vuelta”, dice), esta vez hacia Los Ángeles. En la famosa compañía de teatro Groundlings, donde todos desde Paul Reubens (Pee-wee Herman) hasta Will Ferrell comenzaron, McCarthy se sentó al lado de un joven tranquilo que era tres años menor que ella. Resultó ser que Ben Falcone también era de Illinois, también era un humorista de monólogos, y pronto se convertiría en el yin calmado y centrado que acompañaría al yang estridente y de habla rápida de McCarthy. “Ella presentaba estas versiones de alta energía de madres de la región central o policías enojados que siempre meten la pata”, recuerda Falcone, “y pensé: Esta es la mujer más chistosa del mundo”.

Para cuando ella tenía 30 años, McCarthy y Falcone vivían juntos y McCarthy tenía su primer papel principal como actriz, interpretando a la torpe as culinaria Sookie St. James en el exitoso programa de madre e hija Gilmore Girls. A McCarthy solo le tomó una década convertirse en un éxito de la noche a la mañana.

Aprendió de su madre, como dice Falcone, la “actitud de que siempre podremos lograr que pasen las cosas: ‘Venderemos cosas. Nos mudaremos. Trabajaremos en un restaurante. De una u otra manera, llegaremos allí, pero no nos preocupemos’”.

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Melissa McCarthy y su madre, Sandy, comparten un vínculo especial.
JIM WRIGHT

La familia primero 

A McCarthy y Falcone, quienes han estado casados desde el 2005 y tienen dos hijas —Vivian, de 10 años, y Georgette, de 8—, les gusta trabajar juntos en todos los proyectos que puedan. Si viste Bridesmaids, recordarás a Falcone como el extraño guardia aéreo que termina en una escena sexual poco probable con McCarthy y, bueno, un sándwich gigante (Sandy podría tener la razón sobre esos sándwiches). Falcone también fue el coautor y dirigió a McCarthy en la comedia Tammy, además de ser el director de Life of the Party, su nueva farsa sobre una madre en la universidad, que recuerda al clásico de la década de 1980 de Rodney Dangerfield, Back to School.

Así son las cosas con todo el equipo McCarthy-Falcone. En una industria conocida por poner a prueba al máximo las relaciones, McCarthy y Co. siempre buscan maneras de mantenerse conectados. El padre de McCarthy y el de Falcone aparecieron como artistas invitados en Life of the Party, y las hijas de la pareja fueron al set a conocer a la cantante Christina Aguilera, quien participó en la película. En Jimmy Kimmel Live! el año pasado, cuando McCarthy fue la presentadora invitada, Sandy y Mike jugaron un divertidísimo juego de “¿Quién quiere más a su hija?”; Sandy ganó y recibió latas de carne curada y papas.

Más significativo es el hecho de que hace poco los padres de McCarthy decidieron quedarse por un período extendido en Los Ángeles. Se alojaron en la casa donde antes vivía la actriz, de la cual ella y Falcone todavía son los dueños, ubicada aproximadamente a un minuto de su nuevo hogar (el cual la pareja también diseñó desde cero). Hasta McCarthy se sorprendió de lo placentero que le resulta cada vez que tiene a su madre y su padre cerca.

“Es la primera vez que vivimos en la misma ciudad desde que yo tenía 18 años, y simplemente se siente como el paraíso”, dice. “Cuando los padres viven lejos y vienen a visitar, haces cosas juntos y es fantástico. Pero poder hacer las cosas estúpidas de todos los días —ir a tomar café, ir a desayunar o que vengan a visitar y a jugar rummy o Uno con las niñas y probar mi sopa de frijoles— es de lo mejor”.

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Sé solo tú, a cualquier edad

En persona, McCarthy es tan sencilla, simpática y comiquísima como lo sugeriría su imagen pública. Lo que es a lo mejor inesperado es que además es bastante considerada, incluso filosófica. 

Después de un día de conversar sin parar, Sandy se despide (junto con “Tal vez deba llevarle unos de estos huevos rellenos a papá”), y Melissa y yo nos sentamos solos en su oficina mientras cae el atardecer.

Nos ha tomado horas para llegar al tema en el que a muchos entrevistadores les gustaría concentrarse con McCarthy —ser una mujer de talla grande en un mundo de celebridades que usan talla 2—. Y aunque ha perdido unas 75 libras en los últimos años, a ninguno de los dos le parece pertinente en particular la pregunta sobre su talla.

“Simplemente me parece tonto y aburrido. De verdad”, admite. “Nadie le pregunta a un hombre: ‘¿Cómo mantienes las piernas en forma?’. Lo cual me han preguntado. Y cada vez que categorizamos a la gente —según el peso, la raza, el sexo— los colocamos en cajas y eso no es bueno para el mundo”.

Esto también aplica a la edad. A medida que se acerca al gran 5 y 0, McCarthy acepta las posibilidades. Quiere aprender italiano y francés, tal vez vivir en París, y “ver los grandes panoramas que se encuentran a la vuelta de la próxima esquina” con Falcone y las niñas.

“Nunca me molestó volverme mayor”, dice. “Nunca pensé: ‘¿Por qué no puedo tener todavía 35 años?’ Mientras más edad tengas, más interesante serás como personaje. Hay toda una historia de la vida y conocimiento del mundo y serenidad que vienen de alguien que ha visto más. Ese punto de vista experimentado siempre es más apasionante. Sí, las cosas podrían comenzar a caerse y desplazarse, pero mientras más edad tengas, más sabio, chistoso e inteligente serás. Te vuelves más tú”.   

Es indudable que la madre de McCarthy vive con esa actitud. Durante la sesión fotográfica más temprano ese día, el fotógrafo le cantó suavemente “Sandy” de Bruce Springsteen (también conocida como “4th of July, Asbury Park”) mientras bailaban juntos por el estudio, y ella bailó como una mujer que tuviese la mitad de su edad. Como dice Falcone: “Sandy tiene más energía de la que puede usar. En Plainfield puede hacer 11 grados, y Sandy está afuera caminando sobre el hielo y otras cosas. Como Melissa, está dispuesta a todo, y es una inspiración”.

Le pregunto a McCarthy qué tipo de mujer le gustaría ser cuando tenga la edad de su madre, y no titubea.

“Espero que una loca”, me dice. “Siempre digo: ‘Cuando llegue a los 70 años, todo va a ser caftanes y turbantes y grandes anteojos extravagantes’. Estoy a más de la mitad. Veo estos años venideros como un momento para decir: ‘¿Qué importa? ¿Quieres usar estampados de margaritas? ¡A nadie le importa!’. Envejecer significa conocerte a ti mismo, y si te conoces, exprésalo. Eso se extiende hacia afuera. Hace del mundo un lugar más feliz. Cuando estás en fila para un café y la señora mayor delante tuyo tiene una blusa con estampado de margaritas y una sonrisa en la cara y algo que decir sobre el mundo, sientes la magia de eso”.

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