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Javier Bardem y la complejidad de interpretar a Desi Arnaz

En ‘Being the Ricardos’, el versátil actor español se transforma una vez más.


spinner image Javier Bardem asiste al estreno en Los Ángeles de "Being The Ricardos" de Amazon Studios el 6 de diciembre de 2021 en Los Ángeles, California.
Axelle/Bauer-Griffin/FilmMagic

Un virtuoso de la actuación, el español Javier Bardem ha trabajado con Woody Allen, Pedro Almodóvar y Alejandro González Iñárritu, además de encarnar a uno de los villanos más escalofriantes de las películas de James Bond. Su trabajo más reciente sorprende aún a los que estamos acostumbrados a su versatilidad. En Being the Ricardos (enlace en inglés) –dirigida por Aaron Sorkin, guionista de la brillante The Social Network– Bardem se anima a transformarse en un ícono de la cultura americana: el cubano Desi Arnaz, músico y productor, compañero de Lucille Ball (Nicole Kidman en la película) tanto en la vida sentimental como en el influyente éxito televisivo que fue la serie I Love Lucy en los años 50. La película, centrada en un momento de crisis personal y profesional de la pareja, tiene sus altibajos, pero la actuación de Bardem es irreprochable. AARP en español habló con el actor sobre su proceso de inspiración y una intensa escena de la película que probablemente será recordada durante mucho tiempo.

¿Qué fue lo que te atrajo al personaje de Desi Arnaz?

Quizás su complejidad. Una persona con la capacidad de tener talento musical, talento como comediante y productor. Alguien que tenía una energía contagiosa y llenaba la habitación de humor y festividad. Era muy inclusivo. Le importaba que el otro fuera parte del proceso, sea cual fuera. Y al mismo tiempo era alguien con mucho temperamento. Le costó llegar adonde llegó, todo esto salpicado con la forma de hablar y comportarse de los años 50. Siendo un extranjero en un país donde en ese momento ser un extranjero era casi extraordinario. Son muchas las razones para querer hacer un personaje así.

¿Hubo algo que aprendiste sobre su persona y te sorprendió durante el proceso de investigación?

Muchas cosas, porque tampoco lo conocía tanto. El libro que escribió, A Book, es una lectura muy recomendable por su visión de una época, tanto en Cuba como Estados Unidos. Lo que más me sorprendió es que Desi tenía un sentido de sacrificio combinado con su entereza y una gran fe en sí mismo. Evidentemente está el factor suerte, que lo necesitamos todos, pero cuando llegó la oportunidad, estaba preparado. No se rendía, peleaba, y eso siempre es admirable en cualquier persona que tenga ese espíritu de compromiso con su arte.

Cuando veo tus películas, a veces me olvido que ese personaje en la pantalla eres tú que está actuando. Me pasó en Being the Ricardos y también con Skyfall. Es como si hicieras un truco de magia, un artilugio. ¿Cómo lo logras?

Muchas gracias, porque lo mejor que le puedes decir a un actor o una actriz es que te crees lo que hacen. También te podría apuntar a mucha gente que te diría lo contrario [risas]. Cada uno tiene su gusto y una reacción a lo que ve. Esa es la maravilla, la subjetividad de lo que vemos; la creatividad vive de eso. Lo que para ti es bueno, para otro es insuficiente y viceversa. Había gente en la Francia de los años 30 que no compraba los cuadros de Picasso porque decían que eran un mamarracho.

Al final el objetivo es intentar quitarse de en medio. Cuanto más mayor te haces, más difícil es. Así como en la vida nos vamos llenando de trucos, tics, resortes, cosas que se nos van quedando pegadas como magnetos al cuerpo y usamos en la vida y el arte. Es un trabajo vislumbrar qué es eso tuyo que le hace flaco favor al papel que vas a interpretar. Me ayuda tener a mi maestro de interpretación, el argentino Juan Carlos Corazza, con el que preparo los personajes hace más de 30 años. Él tiene los ojos de afuera que me dicen: ‘Esto ya lo he visto, ya lo hiciste antes’.

Y al mismo tiempo, somos lo que somos. Yo soy mi cuerpo, mi voz. La cara de bruto que tengo, esta voz raspada, este andar de pingüino. Es inevitable que arrastre lo mío, son mis herramientas de trabajo. Lo importante es que de pronto toque algo que no haya tocado nunca. Eso, con tanta experiencia y años de trabajo, es lo que tú llamas magia y todos queremos lograr en algún momento.

Tu versión de Desi Arnaz es de un hombre contradictorio, lleno de matices.

Cuando lees su autobiografía, te das cuenta de toda la complejidad que conlleva, y también algo que es importante: cómo y dónde fue educado, qué idea de la masculinidad le inculcaron. Su tío lo llevó a iniciarse con prostitutas siendo muy joven y esto fue celebrado como algo bueno. Son formas de posicionar a la mujer que te marcan. Y también era alguien de una sensibilidad extraordinaria, capaz de hacer esa música y cantar, ser el alma de la fiesta, llevar una productora de cine y televisión siendo extranjero y al lado de una mujer. Algo que no se había visto antes. Pude hablar con su hija, y todos me contaron que era un tipo muy amoroso, cercano y divertido. Era pura emoción e impulso, y no podía tampoco frenar esa impulsividad sexual. No lo quiero justificar, sólo explicar que son muchas complejidades tomando lugar en una sola persona. Como todos nosotros.

Al final de la película hay una escena que involucra la posible infidelidad de Desi, y tu expresión en ella es inolvidable. ¿Cómo fue filmar ese momento?

Ahí se resuelve toda la película. Venimos de rescatar al personaje de Lucille Ball, de limpiar la pizarra y empezar de cero, y cuando estamos en plena celebración sucede eso. Esa cara –tanto de él como de ella– tenía que expresar eso: hasta aquí hemos sabido llegar. Aun amándonos, no podemos estar juntos. Es una escena muy bien escrita, que se rodó al tercer día de la filmación. Yo había conocido a Nicole cuatro días antes. Esa es la parte cuando te preguntas, cómo se hace esto. Me acuerdo que le entramos a esa escena como leones, sin apenas conocernos. Nicole es una grandísima compañera y Aaron nos ayudó a proteger el espacio. La orquesta estaba en el set y le pedimos que tocaran el tema de I Love Lucy para meternos en la urgencia de la situación en los personajes. No podemos resolver esto ahora, tenemos que salir al escenario.

 

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Quizás su complejidad. Una persona con la capacidad de tener talento musical, talento como comediante y productor. Alguien que tenía una energía contagiosa y llenaba la habitación de humor y festividad. Era muy inclusivo. Le importaba que el otro fuera parte del proceso, sea cual fuera. Y al mismo tiempo era alguien con mucho temperamento. Le costó llegar adonde llegó, todo esto salpicado con la forma de hablar y comportarse de los años 50. Siendo un extranjero en un país donde en ese momento ser un extranjero era casi extraordinario. Son muchas las razones para querer hacer un personaje así.

¿Hubo algo que aprendiste sobre su persona y te sorprendió durante el proceso de investigación?

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Cuando veo tus películas, a veces me olvido que ese personaje en la pantalla eres tú que está actuando. Me pasó en Being the Ricardos y también con Skyfall. Es como si hicieras un truco de magia, un artilugio. ¿Cómo lo logras?

Muchas gracias, porque lo mejor que le puedes decir a un actor o una actriz es que te crees lo que hacen. También te podría apuntar a mucha gente que te diría lo contrario [risas]. Cada uno tiene su gusto y una reacción a lo que ve. Esa es la maravilla, la subjetividad de lo que vemos; la creatividad vive de eso. Lo que para ti es bueno, para otro es insuficiente y viceversa. Había gente en la Francia de los años 30 que no compraba los cuadros de Picasso porque decían que eran un mamarracho.

Al final el objetivo es intentar quitarse de en medio. Cuanto más mayor te haces, más difícil es. Así como en la vida nos vamos llenando de trucos, tics, resortes, cosas que se nos van quedando pegadas como magnetos al cuerpo y usamos en la vida y el arte. Es un trabajo vislumbrar qué es eso tuyo que le hace flaco favor al papel que vas a interpretar. Me ayuda tener a mi maestro de interpretación, el argentino Juan Carlos Corazza, con el que preparo los personajes hace más de 30 años. Él tiene los ojos de afuera que me dicen: ‘Esto ya lo he visto, ya lo hiciste antes’.

Y al mismo tiempo, somos lo que somos. Yo soy mi cuerpo, mi voz. La cara de bruto que tengo, esta voz raspada, este andar de pingüino. Es inevitable que arrastre lo mío, son mis herramientas de trabajo. Lo importante es que de pronto toque algo que no haya tocado nunca. Eso, con tanta experiencia y años de trabajo, es lo que tú llamas magia y todos queremos lograr en algún momento.

Tu versión de Desi Arnaz es de un hombre contradictorio, lleno de matices.

Cuando lees su autobiografía, te das cuenta de toda la complejidad que conlleva, y también algo que es importante: cómo y dónde fue educado, qué idea de la masculinidad le inculcaron. Su tío lo llevó a iniciarse con prostitutas siendo muy joven y esto fue celebrado como algo bueno. Son formas de posicionar a la mujer que te marcan. Y también era alguien de una sensibilidad extraordinaria, capaz de hacer esa música y cantar, ser el alma de la fiesta, llevar una productora de cine y televisión siendo extranjero y al lado de una mujer. Algo que no se había visto antes. Pude hablar con su hija, y todos me contaron que era un tipo muy amoroso, cercano y divertido. Era pura emoción e impulso, y no podía tampoco frenar esa impulsividad sexual. No lo quiero justificar, sólo explicar que son muchas complejidades tomando lugar en una sola persona. Como todos nosotros.

Al final de la película hay una escena que involucra la posible infidelidad de Desi, y tu expresión en ella es inolvidable. ¿Cómo fue filmar ese momento?

Ahí se resuelve toda la película. Venimos de rescatar al personaje de Lucille Ball, de limpiar la pizarra y empezar de cero, y cuando estamos en plena celebración sucede eso. Esa cara –tanto de él como de ella– tenía que expresar eso: hasta aquí hemos sabido llegar. Aun amándonos, no podemos estar juntos. Es una escena muy bien escrita, que se rodó al tercer día de la filmación. Yo había conocido a Nicole cuatro días antes. Esa es la parte cuando te preguntas, cómo se hace esto. Me acuerdo que le entramos a esa escena como leones, sin apenas conocernos. Nicole es una grandísima compañera y Aaron nos ayudó a proteger el espacio. La orquesta estaba en el set y le pedimos que tocaran el tema de I Love Lucy para meternos en la urgencia de la situación en los personajes. No podemos resolver esto ahora, tenemos que salir al escenario.

 

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