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‘Dolores’: ¡Sí se puede!

Un anhelado reconocimiento a la activista Dolores Huerta.


DIRECTOR: Peter Bratt 
GUION: Peter Bratt y Jessica Congdon  
ELENCO: Dolores Huerta, Nancy Pelosi, Gloria Steinem, Hillary Clinton, Angela Davis, Wendy Greenfeld, Raúl M. Grijalva, Eliseo Medina, Camila Chávez, Juana Chávez, María Elena Chávez y Ricardo S. Chávez
DURACIÓN: 95 minutos 

Ya era hora: al fin un documental le da a Dolores Huerta el lugar que se merece en la Historia rescatándola del papel secundario al que se le relegaba en comparación con César Chávez. Son muchas las razones por las que Huerta merecía que alguien se propusiera a “set the record straight” (poner las cosas claras), pero podemos empezar con que la frase que haría suya el otrora candidato presidencial Barack Obama, Yes, we can!, es de ella y no de Chávez, como equivocadamente se dice. En Dolores vemos al mismo mandatario reconociéndolo cuando le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad en una ceremonia en la Casa Blanca. ¿Qué mejor validación que esa? 

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Muchas otras personalidades tan destacadas como Obama contribuyen en la película a replantear la trascendencia de Huerta, pero —significativamente— la mayoría son mujeres. Empezando por Hillary Clinton y Gloria Steinem, baluartes del movimiento feminista; uno en el que, al principio, la propia Huerta no se reconocía. Lo mejor de Dolores es que vamos descubriendo junto con ella que en realidad su lucha más importante no fue contra los agricultores, si no a favor de la participación política de las mujeres.

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Dolores Fernández nació el 10 de abril de 1930 en Dawson, una pequeña ciudad minera de Nuevo México. Su padre, Juan, trabajador agrícola y minero fue un activista sindical que ganó un escaño en la legislatura del estado en 1938. Luego del divorcio de sus padres, Dolores y sus dos hermanos se mudaron con su madre a Stockton, California. En el documental, es la propia Dolores de 87 años quien narra cómo desde adolescente le atrajo el activismo político al ver las malas condiciones en las que vivían los trabajadores agrícolas de su comunidad que eran (como ella) de origen mexicano, pero también filipinos, chinos y afroamericanos. Antes de los 18 años, Huerta ya estaba casada y tenía dos de los once hijos que acabaría teniendo (algo no inusual para las mujeres latinas de la época). Desde el principio Dolores se dio cuenta de que la vida hogareña no la llenaba y se mantenía ocupada abrazando diferentes causas. A los 25 años se convirtió en representante política de la Organización para Servicios Comunitarios. Fue allí donde conoció a Chávez en 1962. Ambos se unirían más tarde para fundar lo que hoy es el sindicato de trabajadores del campo (United Farm Workers). Aunque solo se menciona a Huerta como colaboradora, su rol era tan importante como el de Chávez. El documental revela que, siendo un hombre de su época, Chávez no estaba acostumbrado a que una mujer (y en realidad, nadie) cuestionara sus decisiones, pero Dolores no se dejaba intimidar y siempre tuvieron lo que ella describe como “amigables peleas”.

spinner image Foto de Dolores Huerta en 1969 durante el segundo día de la marcha de Coachella, California.
Dolores Huerta fue una de las organizadoras de las marchas de Coachella en California en 1969. Gracias a su liderazgo se formó la unión de trabajadores campesinos.
Monica Almeida/The New York Times/Redux

En septiembre de 1965 en Delano, California, el centro de la industria vitivinícola de la nación, los recogedores de uva filipinos se declararon en huelga. El movimiento de Huerta y Chávez decidió unírseles. La huelga comenzó a adquirir visibilidad nacional en buena medida gracias al incansable liderazgo de Huerta, quien animaba a las esposas de los trabajadores a que también participaran en las demostraciones. En 1968, el movimiento inició un boicot nacional a las uvas, logrando que casi 17 millones de consumidores estadounidenses dejaran de comprarlas y obligando finalmente a las grandes empresas agricultoras a negociar un contrato colectivo de trabajo que les garantizaba a los campesinos seguro médico y mejores condiciones laborales (incluyendo protección contra pesticidas).

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Mientras que Huerta nunca cuestionó la doble dificultad de ser luchadora social y mujer, otras como Gloria Steinem y Angela Davis, estandartes del movimiento feminista, se le acercaron con admiración por avanzar (sin saberlo) su causa. De hecho, en esos tiempos de revolución cultural, muchas jóvenes habían comenzado a ver a Huerta como un modelo a seguir. Al principio, Dolores se resistió a aceptar que la suya era también una batalla de género —en especial, como católica, el asunto del derecho al aborto le repelía— pero con el tiempo entendió que los derechos reproductivos eran asunto de todas. Especialmente en su caso, vio que la decisión sobre cuántos hijos podía tener le hubiera ahorrado las muchas angustias que le trajo la incompatibilidad de su trabajo con la atención que requería su extensa prole. Muchos de sus hijos hablan en Dolores acerca del daño que les hizo no tener a su madre cerca en la infancia, y Huerta misma reconoce que su sufrimiento le sigue pesando. Al final, sin embargo, ellos aceptan que en ausencia de cuidados y atención, el ejemplo de su mamá les sirvió para darle un sentido más grande a sus vidas y les dio la vocación para dedicarse también a las luchas sociales.

Sin embargo, cuando el documental recoge testimonios de la época, la critica que todos los políticos que la atacaban hacían no era tanto a su feroz activismo, sino al hecho de que se hubiera casado varias veces y que anduviera de “revoltosa” en lugar de atender su casa y a sus hijos. En ese sentido, Dolores prueba que el machismo de la sociedad estadounidense en general, y de la comunidad hispana en particular, tuvo mucho que ver con que se le escatimara por tanto tiempo el reconocimiento que merecía. Una omisión que después de este documental, será imposible continuar. Enhorabuena, Dolores.  

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