Vida Sana
Valía la pena preguntarse si a Carlos Santana todavía le quedaban cosas por decir. A los 71 años, el guitarrista oriundo de Tijuana ha editado más de 35 discos. Presente en el festival de Woodstock hace medio siglo, Santana cambió el rock en Estados Unidos, agregando ritmos latinos y versionando a Tito Puente como si el timbalero mereciera ser una estrella de rock. Treinta años más tarde, con Supernatural (1999), Santana experimentó un retorno triunfal y millonario, la envidia de todo músico veterano que se precie de serlo.
Pero basta con escuchar el primer tema de Africa Speaks —número veinticinco en cuanto a discos de estudio se refiere— para entender que Santana tiene no solo la experiencia de un sabio, sino también la vitalidad de un alma joven. Editado por el sello Concord, el LP ofrece una reinvención absoluta de la estética santanera. La frescura y el regocijo que emanan de este disco no son ninguna casualidad.
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Santana eligió grabar a un ritmo vertiginoso, con una banda de ocho músicos. Diez días de sesiones en Malibu, California, rindieron cuarenta y nueve canciones, de las cuales solamente once aparecen en el producto final.
Como artistas invitados, Santana eligió llamar a dos vocalistas femeninas: primordialmente a Concha Buika, cantante española que se ha ganado la fama con un sonido denso, influenciado por el flamenco, los boleros y el jazz. La acompaña Laura Mvula, una joven intérprete británica dotada de extraordinarias cuerdas vocales.
Desde el tema de apertura —“Africa Speaks”— Santana deja en claro que, conceptualmente, el disco busca iluminar la influencia del continente africano en la música del mundo, desde los sonidos latinos hasta el rock y el blues. La canción comienza con la voz de Santana hablando de África como cuna de la civilización. Cuando aparece su guitarra, suena especialmente lacerante, anclada en el estilo orgánico de producción de Rick Rubin.
Algunos de los temas son extensos, con abundantes espacios para que las percusiones sincopadas y los acentos de órgano Hammond puedan explayarse con comodidad, acompañando a la voz arrebatada de Buika. En “Yo me lo merezco”, la fusión de fiebre rockera y coros afrocubanos alcanza un pico de intensidad, generando híbridos únicos.
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