Vida Sana
José José, el “príncipe de la canción”, quizás el baladista más sofisticado de toda la música latina, falleció el 28 de septiembre cerca de la ciudad de Miami a los 71 años tras una larga lucha contra el cáncer. A su muerte le precedieron una serie de tragedias personales que el cantante mexicano enfrentó con absoluta transparencia en su comunicación con admiradores y la prensa.
Pocas narrativas en la historia de la cultura hispana presentan un contraste tan brutal entre alegrías y congoja, éxitos y fracasos, como la vida de José Rómulo Sosa Ortiz. Lo que desde el principio lo destacó fue la extraordinaria belleza de su voz, instrumento complejo y multiforme, capaz de evocar una infinita gama de sensaciones: vulnerabilidad, anhelo, triunfo y determinación, ironía antes las vueltas de la vida y el asombro de un adolescente perpetuo ante el fulgor del amor romántico.
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Y como en una telenovela —o la letra de una balada mórbida— fueron justamente sus cuerdas vocales las que lo abandonaron por completo. La pérdida total de su voz ocurrió cuando José José había conocido ya su plenitud artística, pero era demasiado joven como para claudicar.
En términos artísticos, lo mejor ocurrió durante los primeros tres años de su carrera solista, entre 1969 y 1971, con éxitos como “El triste” y “La nave del olvido”. José José se fogueó en un clima idóneo para el incipiente género de la balada: la capital mexicana a fines de los años 60, con arreglistas inspirados por la bossa nova brasileña, el jazz de los Estados Unidos y la explosión de Los Beatles.
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