Vida Sana
Parte 1 – El don
Bruce Springsteen, en buena forma, bronceado y perfectamente cómodo en sus jeans y camiseta, me saluda con el codo y nos sentamos a conversar en el porche de su granja de Nueva Jersey. Desde allí teníamos una vista panorámica de 378 acres de maravillosa tierra para cría de caballos, tal vez la recompensa más evidente de una vida de trabajo arduo y un gran éxito como músico y compositor de rock. Pero la granja aún está en actividad. El concurrido estudio de grabación se encuentra al bajar la colina, y el granero de cien años de antigüedad es un lugar multiuso: en la planta baja viven los seis caballos de su familia, y el henil es un lugar de reuniones sociales e incluso de algunas filmaciones.
Springsteen cumplió 71 años en septiembre, un número sorprendente para muchos de nosotros que hemos crecido con él. Aunque no debería resultar tan impactante. Lo hemos acompañado durante sus muchas y diversas vidas: el roquero de soul y Boss de la grandiosa E Street Band de los años 70, la explosiva sensación de estadios, el compositor de temas icónicos que definieron décadas, como “Born to Run”, “Hungry Heart” y “The Rising”. Y más recientemente, el autor de una aclamada autobiografía que convirtió en un espectáculo unipersonal denominado Springsteen on Broadway. Su debut como director, una película sobre el concierto de su álbum del 2019, Western Stars, le despertó el entusiasmo por volver a dirigir. Además, durante la primavera y el verano de esta pandemia, capturó los medios de difusión para intentar levantarnos el espíritu y predicar el uso de mascarillas y la paciencia (“sean fuertes, y quédense en casa, juntos”) en su programa de radio quincenal, From My Home to Yours, en Sirius XM.
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Sin embargo, estoy aquí para hablar con él de algo bastante increíble para un artista musical de su época. Su nuevo álbum, Letter to You, un disco de música de rock poderosa, conmovedora y elegíaca, aborda los grandes misterios de la vida y la muerte como solo podría aspirar a lograr un ferviente peregrino de 71 años. Con la percusión, el bajo, las guitarras principales y teclados de E Street Band, el álbum es fantástico y adecuado para la edad.
Letter to You es un álbum que habla de seguir adelante después de la pérdida. La pérdida de viejos amigos como George Theiss, quien cantó y tocó con un Springsteen adolescente en su primera banda, los Castiles. La pérdida de dos queridos integrantes de la banda E Street, el organista Danny Federici y el saxofonista Clarence Clemons; la muerte del padre de Springsteen; el lento deterioro de su madre debido a la enfermedad de Alzheimer. El despojo de las vidas pasadas, el paso del mismo tiempo —la inquietud de todo el arte que aspira a la grandeza— son el centro de su obra. También es un compendio, una ofrenda de un viejo amigo. Pero ¿a quién va dirigido?
“¿Es una carta para ti de joven?”, pregunto. “¿Es para tus hijos? ¿Tu esposa? ¿Tus admiradores? ¿Para mí?”. Springsteen se ríe de la pregunta: “¡Es para ti! ¡Es una carta para ustedes! Para quienquiera que escuche. Y sí, es una síntesis de lo que he intentado hacer durante el transcurso de mis 45, ya 50 años de trabajo”. El proyecto comenzó con una dosis de inseguridad. “Hacía casi siete años que no componía música de rock para la E Street Band”, señala. “Pensaba, bueno, tal vez ya no tenga más música de rock en mí”.
Es cierto que el rock quedó rezagado en la vida del Boss durante un tiempo mientras se abocó a otros estilos musicales, interpretó temas de otros compositores y viajó hacia donde su musa lo llevara. Para su álbum anterior, Western Stars, el proyecto era visitar Los Ángeles en la década de los 60, de los días del folk pop al estilo Glen Campbell con una magnífica orquestación. Antes de eso, grabó música e hizo giras con una banda moderna de jug de 17 o más músicos y un repertorio de temas folk y religiosos tradicionales que popularizó Pete Seeger. Y zas, así sin más, habían pasado siete años que dejaron a Springsteen con una persistente incertidumbre: ¿todavía podría componer temas maravillosos de rock ‘n’ roll?
“En realidad, nunca se sabe”, señala. “Es parte de la ansiedad y el misterio del trabajo que hago, que es un truco de magia, porque haces aparecer del aire algo que antes no existía. No tiene ningún tipo de existencia y uno la convierte en algo material, literalmente. Puedes pasar mucho tiempo sin captar nada significativo. También puedes detectar cosas diferentes. Es como si estuvieras en una mina, se seca una veta y entonces recurres a otra. Una veta pop o una veta folk, comienzas a trabajar allí y descubres toda una nueva y abundante veta de oro de la que puedes extraer. No es rock ‘n’ roll, sino simplemente otra cosa.
Pero como soy principalmente un músico de rock cuando estoy en mi mejor momento, en otras palabras, frente a mi mayor público con mi banda favorita, me gusta… de vez en cuando, componer algunos temas de rock”.
“El otro día escuché algo mío de un disco de 1975, y pensé: ‘Eso fue hace siete u ocho vidas’”.
Componer algunos temas de rock… muy gracioso. Para que sepan, este maravilloso cuentacuentos dio este último remate con una risa burlona como si fuera parte de una lista de cosas por hacer. Springsteen tiene muy buen humor. También está muy presente, es generoso con su atención y, lo que me sorprendió, tan inmóvil como una estatua cuando está en silencio. Le pregunto si hoy podemos evitar hablar de política. “Me parece bien”, me responde desde el otro extremo de una mesa de tamaño familiar frente a esta preciosa casa de piedra no canteada. El día se aclaró luego de una tormenta matinal, y Patti Scialfa, la esposa de Bruce durante 29 años, sale a ver cómo estamos, nos ofrece algo de beber y vigila los protocolos de distanciamiento social en su casa. Es alta, pelirroja, y una compositora que también posee un gran talento. Luego se cierra la puerta mosquitera y desparece dentro de la casa.
Springsteen es el gran embajador del mundo del rock. Se hace presente en las causas, grandes y pequeñas: el hambre, la pobreza, los veteranos de Vietnam, los socorristas del 11 de Septiembre, asistencia tras los huracanes y muchas otras, incluso en su territorio, Asbury Park. Pero como nuestro tiempo hoy es limitado, tengo mucha curiosidad por saber cómo todavía encuentra inspiración para componer canciones después de cincuenta años de trabajo. Responde no como estrella de rock, sino como miembro de una tribu, el humilde representante de todo aquel que vive del arte.
“Tienes las antenas paradas”, indica. “Simplemente caminas por el mundo y recoges estas señalas de emociones y espíritu e historia y acontecimientos, novedades y recuerdos del pasado. Estas cosas que percibes en el aire son todos elementos intangibles: espíritu, emoción, historia. Son las herramientas del oficio del compositor incluso antes de tomar la pluma.
Las personas que están muy sintonizadas con esa atmósfera por lo general terminan siendo artistas de algún tipo. Porque se sintonizan tanto que sienten el deseo de grabarlo. Si ese deseo de grabar es lo suficientemente fuerte, aprendes un idioma para hacerlo. Ya sea en pinturas, películas, canciones, poesía…
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