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Muere Fernando Botero a los 91 años

Aclamado por muchos como el artista más famoso de América Latina, este pintor y escultor revolucionó el arte moderno.


spinner image El pintor y escultor colombiano Fernando Botero.
Massimo Sestini/Mondadori vía Getty Images

Fernando Botero, el extraordinario pintor y escultor colombiano que revolucionó el arte moderno con su inconfundible manera de representar la realidad, ha fallecido este 15 de septiembre en Monte Carlo en el Principado de Mónaco. Según medios de prensa colombianos, llevaba días enfermo a causa de una neumonía. El artista perdió a su esposa, Sophia Vari, el pasado mes de mayo después de una batalla contra el cáncer.

Las reacciones por la muerte del icónico artista no se hicieron esperar y uno de los primeros en expresar sus condolencias fue el expresidente colombiano y premio Nobel de la Paz, Juan Manuel Santos a través de la red "X", anteriormente conocida como Twitter.  "Lamentamos profundamente la partida de Fernando Botero, uno de los más grandes artistas de Colombia y del mundo. Siempre generoso con su país, un gran amigo, y apasionado constructor de paz. Nuestras más sinceras condolencias a toda su familia”.

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Medellín, la ciudad natal de Botero, estableció siete días de luto por su muerte. "Vamos a decretar siete días de luto en los que rendiremos homenaje en la Plaza Botero y los diferentes lugares de la ciudad donde su obra está plasmada y vivirá para siempre", expresó el alcalde de esa ciudad, Daniel Quintero.

Creador del estilo conocido a través del mundo como “boterismo”, fue autodidacta y desarrolló una estética propia al exaltar el volumen de las personas que representó en sus pinturas y esculturas. La fuerza y vitalidad de su trazo, el uso de colores vibrantes y la empatía de su visión sociopolítica completan la personalidad de un artista sin igual. Fue además uno de los pocos pintores modernos cuyo estilo —cálido y sensual— es identificado inmediatamente por el público masivo.

Botero nació el 19 de abril de 1932 en Medellín, hijo de una costurera y un agente viajero que falleció cuando el pequeño Fernando tenía solamente cuatro años. Durante su adolescencia e inspirado por su hermano mayor, empezó a pintar acuarelas, que puso a la venta en la tienda de Don Rafael, un señor que vendía entradas para las corridas de toros. Su interés por la pintura continuó en el bachillerato. “Fernando siempre me buscaba al salir de clase, y hablábamos mucho de arte”, dijo el arquitecto Ariel Escobar, su profesor en ese entonces.

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spinner image Fernando Botero y su esposa, Sophia Vari, en su casa de Italia en el 2001.
Fernando Botero y su esposa, Sophia Vari, en su casa de Italia en el 2001.
GETTY IMAGES

En agosto de 1951, Botero aprovechó la venta de algunas pinturas para mudarse a la población costera de Tolú, en el Atlántico, con la idea de convertirse en una especie de Gauguin latinoamericano. Allí se instaló en una casa con techo de paja que compartía con dos amigos. Fue en Tolú que el joven pintor se encontró con un cuadro perturbador a la orilla del mar: vio cómo los policías del gobierno conservador transportaban a un prisionero liberal atado a un palo de pies y manos, como si fuera un tigre. Esta experiencia aterradora inspiró el cuadro Frente al mar, que ganó un premio de $7,000 dólares; una verdadera fortuna para la época. Tenía solamente veinte años

Botero usó ese dinero para tomar un barco e instalarse en Madrid, donde se desilusionó con el trabajo de los pintores modernos, y en cambio empezó a estudiar obsesivamente las obras de maestros como Goya y Velázquez. Una noche, mientras deambulaba por las calles madrileñas, se encontró en la vidriera de una librería con un libro abierto; un tomo sobre el renacimiento italiano. Era una reproducción de Encuentro de Salomón con la reina de Saba, el fresco que Piero della Francesca pintó en el siglo 15.

“Era lo más extraordinario que yo había visto en mi vida”, recordó durante una entrevista para el documental Botero, de 2018. “Me quedé como hipnotizado por ese cuadro. Me di cuenta entonces de que la pintura era mucho más de lo que yo había imaginado. Mucho más compleja, mucho más importante, mucho más todo”.

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Al día siguiente, Botero regresó a la librería y compró el libro. En septiembre de 1953, viajó en una Vespa a Florencia, acompañado por su amigo Ricardo Iragorri. Permaneció dos años en Italia, donde tomó clases, estudió a los grandes maestros y mejoró su técnica. Vivía en un pequeño departamento tan frío, que se veía obligado a dormir con un abrigo y guantes. Sin embargo, la experiencia lo ayudó a cristalizar su estilo tan personal. “Fue la primera vez que le encontré un gusto real a la vida”, contaría en una entrevista. “Estaba tan feliz que no quería hacer nada más que pintar”.

Cuando se le terminó el dinero, Botero se vio obligado a regresar a Colombia. Pero la ambición de hacerse conocido a nivel internacional lo motivó a instalarse en Nueva York en 1960. “Si yo estoy en Colombia, tal vez podría estar contento de pintar mejor que el vecino”, diría en una entrevista unos años antes de su muerte. “Pero lo que yo quiero es pintar mejor que todo el mundo”.

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spinner image Hombre a caballo, escultura de Fernando Botero
Una de las copias de "Hombre a caballo" en Colombia.
Getty Images

La década del 60 marcó su internacionalización, con exposiciones y viajes constantes entre Europa, Estados Unidos y Colombia. Se convirtió también en el escultor mejor cotizado del mundo.

La tragedia lo cambió todo el 19 de abril de 1974, cuando murió Pedrito, su hijo con Cecilia Zambrano, su segunda esposa. Mientras regresaban de unas vacaciones familiares en España, el auto en el que viajaba la familia Botero chocó contra una tractomula. El niño, de cuatro años, murió delante de sus padres de una herida en la frente. El mismo Botero perdió parte de su dedo meñique en la mano derecha, y durante ocho meses los médicos pensaron que tal vez no podría volver a pintar. La tragedia afectó profundamente al artista, y Pedrito aparecería en varias de sus obras posteriores.

Botero vendió cientos de sus obras a nivel mundial. En el 2022, una de sus esculturas "Hombre a caballo" rompió un récord de venta por un valor de 4.3 millones de dólares en una subasta de arte latinoamericano de la casa Christie’s en la ciudad de Nueva York. El valor de esta pieza se incrementó en un 135% en comparación con la primera venta, realizada en el 2016. Una copia de esta reconocida obra se exhibe en el Museo Botero, en Colombia, donde el público puede asistir de manera gratuita, como siempre fue el deseo del artista.

En el año 2000, Botero donó al Banco de la República, entidad del gobierno de Colombia, una colección de arte de 208 obras, 123 de su propia autoría y 85 de renombrados artistas internacionales de los siglos XIX y XX.

“Para mí es un placer infinito saber que estas obras pertenecen hoy a Colombia; saber que los estudiantes que ingresen a esta casa entrarán en contacto con las corrientes artísticas más importantes de nuestro tiempo, contemplando aquí permanentemente, obras originales de grandes maestros; saber que los amantes de la pintura y la escultura puedan venir a visitar este remanso de paz y pasearse tranquilamente por estas salas, dejándose inundar por la estética moderna. Que quede pues este pequeño oasis de cultura en medio del frenesí de la vida ciudadana”, dijo Botero.

En 2005, el interés en la obra de Botero se intensificó gracias a una serie de 78 cuadros titulada “Abu Ghraib”, que expresan con crudeza la deshumanización de la guerra entre Estados Unidos e Irak, y los maltratos de los prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib.

Hasta el final de su vida, Botero donó muchas de sus obras a museos de todo el mundo. Vivió mayormente en París e Italia junto a su compañera desde 1978: la artista griega Sophia Vari. A Botero lo sobreviven los tres hijos adultos que tuvo junto a su primera esposa, también fallecida,  la colombiana Gloria Zea, y varios nietos.

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