Vida Sana
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La vida está repleta de desafíos, altibajos, éxitos y fracasos. En la juventud puede resultar más fácil enfrentar los fracasos porque tenemos la sensación de tener toda la vida por delante. En cambio, a partir de una cierta edad, algunos acontecimientos pueden ser devastadores, como por ejemplo perder el empleo, recibir un revés económico, perder la amistad de una amiga, o un divorcio. Nos preguntamos si a estas alturas, pasados los 50, podremos encontrar otro empleo, establecer nuevas amistades, o bien casarnos otra vez.
Yo soy un ejemplo perfecto de alguien que fracasó monumentalmente al aproximarme a esa edad. A los 45 años, lo perdí todo: matrimonio, ahorros y fuente de ingresos. Tuve que solicitar un programa de asistencia social para poder dar de comer a mis hijas. Durante varios meses busqué trabajo, pero me tocó la recesión del 2008–2009, y en mi campo, las letras, las oportunidades simplemente escaseaban. Tampoco conseguía empleo de mesera o vendedora, porque no tenía experiencia en esas áreas. Fue una época difícil.
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Ahora estoy a punto de cumplir 53 años, y esos duros momentos quedaron atrás. Hoy tengo mi propio negocio digital, colaboro con varias publicaciones y escribo mi próximo libro. Conocí a un hombre estupendo y estoy felizmente casada de nuevo. Mis hijas están sanas y son niñas alegres. Nunca imaginé que mi peor fracaso desembocaría en la mejor época de mi vida.
De esa experiencia salieron las siguientes estrategias que yo misma empleé para salir adelante.
1. Anota diariamente tres cosas de las que estés agradecida
Cuando tu mundo se derrumba y solamente ves el lado oscuro de todo, es una buena práctica anotar al menos tres motivos por los cuales dar gracias diariamente. Yo lo hacía todas las noches antes de dormir. A veces eran detalles que podían pasar desapercibidos, como la cajera del supermercado que me sonrió. En otras ocasiones era algo más importante, como el hecho de que alguien me ofreciera trabajo cuando más lo necesitaba. Escribir sobre lo bueno que hay en tu vida hace que te fijes en lo positivo y esto último hace que tu cerebro segregue endorfinas, la hormona de la felicidad. Cuando te sientes más positiva, tienes más energía y aprendes a ver soluciones donde antes solamente había problemas.
2. Reflexiona sobre tu situación y piensa en soluciones creativas
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