Vida Sana
Mi experiencia de trabajo en cuidados paliativos es de muchos años. Mis pacientes eran personas que se habían decidido morir en casa. Compartí momentos increíblemente especiales con ellos. Estuve a su lado en las últimas semanas de su vida.
Las personas crecen bastante cuando enfrentan su propia mortalidad. Aprendí a no menospreciar la capacidad de crecimiento de la gente. Algunos cambios que observé fueron increíbles. Todos mis pacientes pasaron por una suerte de emociones profundas, como se esperaba: negación, temor, enojo, arrepentimiento, más negación y, finalmente, aceptación. Es decir, todos sintieron paz antes de partir. Absolutamente todos.
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Surgían temas en común cuando se les preguntaba si se arrepentían de algo o si había algo que harían de otra manera, si tuvieran la oportunidad. Estos son los cinco más comunes:
1. Ojalá hubiera tenido el valor suficiente para vivir la vida que yo quería vivir, no la que los demás esperaban de mí. Este es el arrepentimiento más común. Cuando la gente se da cuenta de que su vida está a punto de concluir y la analiza retrospectivamente con más claridad, es fácil ver cuántos sueños quedaron sin cumplir. La mayoría no cumplió ni la mitad de sus sueños y tuvo que morir sabiendo que no los cumplieron por decisiones que tomaron —o dejaron de tomar— ellos mismos.
Es importante tratar de cumplir, al menos, algunos sueños en el transcurso de una vida. Una vez que uno pierde la salud, es demasiado tarde. La salud otorga una libertad que muy pocos se dan cuenta y valoran, sino hasta que la pierden.
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