Vida Sana
Aunque todos los días son especiales para las madres que tuvieron la fe de saber que había un hijo o una hija esperandolas en algún lugar del mundo, el Día de las Madres es el más especial de todos. La historia de Bárbara, Beth, Nina y Vanessa es una de coraje, anhelo de ser madre y, sobre todo, amor.
Bárbara Gutiérrez y Katya
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Cuando Bárbara Gutiérrez tenía 21 años, ya sabía el nombre que le pondría a la hija que estaba segura tendría. En aquella época soñaba con tener cuatro hijos. De igual manera que algunas mujeres sueñan con el día de su boda y se imaginan el diseño de su vestido, Bárbara imaginaba el rostro de sus hijos. A la niña le pondría el nombre que había encontrado en una novela rusa que había leído en la universidad, Katya.
Lo que Bárbara nunca imaginó es que le tomaría 26 años más encontrar a su Katya, que tendría que ir a buscarla a Texas y que sería madre soltera de una sola hija. Lo que sí supo desde que la vio, vestida de rosado de la cabeza a los pies, era que Katya era suya y que la amó desde el momento que los ojitos de la bebita de tres meses se clavaron en los suyos y no dejaron de mirarla.
“Yo estaba temblando por dentro y tenía el corazón en la garganta”, recuerda Bárbara, que tiene 64 años y es directora asociada de relaciones públicas en la Universidad de Miami. “Pensé que me iba a dar un infarto”.
Pero no le dio un infarto. Al contrario, sintió una paz inmediata y se llevó a su niña a casa en una de las barriadas más lindas del sur de la Florida. Hoy Katya tiene 16 años y todo el mundo comenta como se parece a su mamá.
“Lo más importante para mí es que fuera saludable y se pareciera a mi familia”, dice Bárbara, que se identifica como afrocubana y tiene rasgos asiáticos. Su hija, concebida por una mexicana y un afroamericano, tiene los ojos de su mamá adoptiva y sus mismos pómulos altos y definidos.“Al principio siempre pausaba antes de decir, ‘es mi hija’”, dice Bárbara, “pero pronto me adapté y se convirtió en lo más natural del mundo”.
Adoptar es siempre un acto de fe. Son muchos los riesgos, los miedos, el costo y los obstáculos que los padres —sobre todo las madres solteras— tienen que vencer para lograr su más preciado anhelo: un hijo sano que se sienta suyo desde el primer día.
Beth Daniels y Lucas
El hijo de cinco días que Beth Daniels adoptó hace 16 años con su entonces pareja, resultó tener problemas respiratorios y ser autista, pero para Beth es perfecto.
“De Lucas aprendo todos los días”, dice Beth, administradora de producción de publicaciones que vive en Maryland. “Es un ser especial, con sentido del humor, que tiene su propia manera de ver el mundo”.
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