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El futuro y la defensa de derechos de la comunidad LGBTQ y sus adultos mayores

Para la implacable generación Stonewall, la edad llega con un conjunto de necesidades.


spinner image Un hombre levanta un puño con una pulsera del orgullo gay en la muñeca
Getty Images

Para los aproximadamente tres millones de adultos mayores de 50 años pertenecientes a la comunidad LGBTQ, las últimas cinco décadas han traído triunfos que nunca se imaginaron obtener, como la creación del movimiento del orgullo gay y la igualdad matrimonial.

Pero ahora, la llamada generación Stonewall —aquellos que se hicieron adultos en la época del levantamiento de 1969 que impulsó el movimiento moderno en favor de los derechos de los homosexuales— enfrenta un conjunto nuevo de dificultades con respecto a envejecer dignamente.

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"Los adultos mayores LGBTQ tienen el doble de probabilidades de ser solteros y entre tres y cuatro menos probabilidades de tener hijos", comenta Lynn Faria, directora de asuntos externos en SAGE, el primero y más grande grupo de defensa de los adultos mayores LGBTQ en el país.

La organización estima que la cantidad de adultos LGBTQ mayores de 50 años alcanzará los 7 millones para el 2030. Pero la falta de apoyo social y familiar significa que tienen más probabilidades de sufrir aislamiento social o tener problemas para encontrar un cuidador, lo que puede acarrear consecuencias graves para su salud física y mental.

Según la encuesta "Maintaining Dignity" (en inglés) del 2018 de AARP, el 76% de los adultos LGBTQ mayores de 45 años se preocupan por tener sistemas de apoyo social y familiar adecuados para cuando envejezcan. Además, a la mayoría les angustia el abuso, la negligencia y el acoso que se presentan en entornos de cuidado a largo plazo, como las comunidades de vivienda asistida o los hogares de ancianos.

Faria llama a esto una situación de "doble riesgo", ya que la falta de redes de apoyo social y familiar lleva a que los adultos mayores LGBTQ confíen más en proveedores externos de cuidados durante la vejez, pero ese mismo sistema de cuidados no está preparado para satisfacer sus necesidades.

Un informe del 2016 de la organización Justice in Aging, por ejemplo, hace notar que el 78% de los residentes LGBTQ en hogares de ancianos, centros de vivienda asistida e instituciones de cuidados a largo plazo respondieron "No" o "No estoy seguro" cuando se les preguntó si se sentían cómodos para hablar libremente sobre su orientación sexual o identidad de género con el personal de esos establecimientos.

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Faria también hace referencia a Mary Walsh y Bev Nance, una pareja de Misuri cuya solicitud para vivir en un centro local para adultos mayores se rechazó por una política de cohabitación que definía el matrimonio únicamente entre un hombre y una mujer. Presentaron una demanda en contra del centro, pero un juez federal la descartó en enero. Los defensores como Faria dicen que el caso de la pareja resalta la necesidad de una ley federal contra la discriminación que proteja a las personas LGBTQ en los ámbitos de vivienda, empleo y otros.

Mientras tanto, SAGE y otras organizaciones en todo el país trabajan para crear comunidades de vivienda acogedoras que combinen unidades económicas y centros comunitarios abiertos al público en general. SAGE está construyendo dos edificios con este fin en Nueva York y tiene un proyecto similar, el Anita May Rosenstein Campus, en Los Ángeles, el cual se completará para el 2020.

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En San Francisco, Openhouse ha estado al frente de la lucha por programas comunitarios y de vivienda aptos para las personas LGBTQ desde su fundación en 1998. El primer edificio del campus de la organización, que constará de dos residencias, abrió sus puertas en el 2016 y está administrado en colaboración con Mercy Housing California, una organización para la vivienda asequible; se espera que en el otoño de este año se inaugure el segundo edificio.

"La idea de que de algún modo la discriminación u opresión se ha erradicado es falsa", afirma Karyn Skultety, directora ejecutiva de Openhouse. "El 25% de los adultos mayores a quienes prestamos servicios informan haber sido víctimas de acoso, hostigamiento o violencia en el último año".

Eso es parte del motivo por el que los espacios comunitarios de Openhouse son esenciales. "Este proyecto se concibió realmente como un centro principal de actividades y servicios", comenta Skultety, "no solo para los residentes, sino también para los más de 5,000 adultos mayores LGBTQ que no viven aquí pero que ven a este sitio como un hogar comunitario".

Y cuando se trata de actividades, Openhouse tiene algo para todos. Los visitantes pueden participar en actividades que incluyen desde clases de idiomas y grupos de arte hasta almuerzos que reúnen a personas que comparten una misma identidad, como por ejemplo el almuerzo TransGenerational Luncheon, un evento mensual abierto a personas transgénero, queer y de género no binario de todas las edades.

El cuidado de la salud es otro ámbito en el que las personas LGBTQ tienen más probabilidades de enfrentar problemas relacionados con el acceso, comenta D Magrini, subdirectora de compromiso comunitario y capacitación de Whitman-Walker Health, un centro de salud sin fines de lucro en Washington, D.C., que se enfoca en el cuidado de la comunidad LGBTQ y de quienes viven con VIH o sida. Esto podría deberse a experiencias anteriores en las que sufrieron discriminación o inseguridad financiera, ya que estos adultos tienen más probabilidad de vivir en la pobreza que las personas heterosexuales.

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Como parte de su trabajo, Magrini capacita a proveedores de servicios médicos y a su personal para que puedan ofrecer cuidados con conocimiento y sensibilidad cultural que, dice ella, consiste en "un cuidado que reconoce y responde a las necesidades y situaciones de las poblaciones a las que se atiende".

Magrini dice que lo ideal sería integrar la sensibilidad cultural en todas las etapas del proceso: desde comprobar que el material disponible en la sala de espera sea adecuado para las personas LGBTQ, hasta tener formularios de ingreso que sean inclusivos en el ámbito de la orientación sexual y la identidad de género y contar con médicos y proveedores de atención que puedan utilizar la terminología LGBTQ en forma natural, no forzada.

"A menudo, los proveedores no son conscientes de que deberían saber si sus clientes son LGBTQ y que esto podría tener implicaciones para su salud", agrega. Además, Magrini enfatiza que la sensibilidad cultural es un modelo que se puede usar con otros grupos marginados, lo cual es particularmente importante ya que los mismos adultos mayores LGBTQ tienen identidades transversales que pueden afectar sus necesidades.

Según la encuesta "Maintaining Dignity" de AARP, los integrantes de las comunidades latinas y afroamericanas, por ejemplo, tienen muchas más probabilidades que sus contrapartes blancas de preocuparse porque su identidad racial o étnica los ponga en riesgo de recibir cuidados de mala calidad. Y los adultos transgénero enfrentan lo que GLAAD llama índices "impresionantes" de pobreza, violencia y discriminación, en los que se incluye lo que ocurre dentro de la comunidad LGBTQ en general.

Magrini dice que espera que dentro de 50 años su trabajo ya no exista, no porque los adultos mayores LGBTQ habrán dejado de ser una comunidad importante y dinámica con necesidades únicas, sino porque espera que los proveedores de atención reciban suficiente capacitación sobre la sensibilidad cultural desde el principio. Mientras tanto, la resiliencia de los adultos mayores LGBTQ continúa siendo una guía de orientación para los legisladores, defensores y proveedores de servicios que se esfuerzan por mejorar las condiciones de vivienda y de atención médica, entre otras.

"Nuestras personas mayores LGBTQ son pioneros implacables", dice Faria. "Son los que encendieron la chispa que avivó la flama del movimiento LGBTQ moderno; son los guerreros de primera fila en la lucha actual que dicen 'No permitiremos que nos traten así; nos rehusamos a ser invisibles'".

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