Vida Sana
Somos la generación más grande, rica y mejor educada de los estadounidenses, los hijos preferidos de un país fuerte, seguro de sí mismo y próspero. O, como nos llaman otras generaciones, unos malcriados. Los 76 millones de baby boomers que nacieron entre 1946 y 1964 cosecharon todos los beneficios del extraordinario crecimiento económico del período de la posguerra.
Aspirábamos tan alto que nos mareábamos. Íbamos a ser estrellas de rock. Íbamos a ser avatares espirituales. Íbamos a ser activistas sociales. Íbamos a ser billonarios. No, mejor aún, íbamos a ser todo eso a la vez. (Steve Jobs casi lo logra).
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
Cada vez que la oportunidad llamó a nuestra puerta, la dejamos entrar, aun en las ocasiones cuando debió haberse quedado afuera solamente por decencia. Mira nada más los experimentos notables con la prosperidad —la burbuja de las punto com, la burbuja inmobiliaria, la enorme burbuja económica que tiene al país aún tratando de depegarse el chicle fiduciario del cabello—.
Ahora los boomers están manejando el mundo. Los miembros más jóvenes de la generación que decidió que no envejecería nunca, están cumpliendo 50 años. Esa es la edad de mayor privilegio y poder. Estamos dando órdenes a todo el mundo. Los boomers más viejos se inscribieron en Medicare, cobran beneficios del Seguro Social y reciben desembolsos sin impuestos de sus cuentas Roth IRA. Además, la expectativa de vida en Estados Unidos ha aumentado a casi 12 años desde que naciera el baby boom, así que no es simplemente tu impresión que la muerte no nos llega. No hay manera de evadirnos (ni callarnos) a gente como el presidente Obama, Rand Paul y Jeff Bezos, entre los más jóvenes del grupo; o bien, Hillary Clinton, Rush Limbaugh y Cher entre los mayores.
Pero llevar las riendas del mundo también significa ser responsable por él. Los boomers son muy buenos apoderándose de todo: el auto de mamá sin su permiso, las drogas, la indignación contra el sistema, las maneras de evadir el servicio militar, las ventajas de la revolución sexual y el adjudicarse el éxito de los movimientos de los derechos civiles y la liberación de la mujer cuando en realidad se debe a generaciones anteriores. Lo que sí puede quedar a plena vista sin que tratemos de apoderarnos de ella es la responsabilidad. Si no, pregúntales a nuestros terapeutas o a nuestros padres, a quienes no visitamos en el asilo de ancianos.
El mundo está en manos de unos niños malcriados. Sin embargo, el mundo empezó a mejorar tan pronto los boomers tomaron las riendas. Eso fue a finales de la década de los 70, cuando teníamos edad suficiente como para que nuestras creencias más profundas, nuestros valores más preciados y nuestra visión singular del futuro tuvieran un impacto profundo y permanente en la vida de los estadounidenses. Para ser precisos, tomamos las riendas el 28 de julio de 1978, el día que se estrenó Animal House.
Las cosas han sido mucho más divertidas desde que elegimos al senador Blutarsky. A veces, demasiado divertidas. A los boomers se nos puede regañar por la promiscuidad, por consumir estupefacientes a montones y por otros comportamientos que resultaron no tan saludables que se diga. Pero alguien tuvo que hacer esa investigación. Alguien tuvo que ser el conejillo de indias. Y durante el tiempo que dimos vueltas en la rueda del sexo, drogas y rock 'n' roll, nos divertimos mucho.
Así fue como derribamos el Muro de Berlín. Ronald Reagan y Mijail Gorbachov son los que se llevan todos los elogios, pero fuimos nosotros quienes cubrimos el Muro con todo ese grafiti maravilloso. Cuando la gente de nuestra edad del otro lado del Muro de Berlín vio cuánto se divertían los que estaban de este lado, fue el fin del bloque comunista. Hoy en día, la Unión Soviética es tan solo un conjunto de países con demasiadas K y Z en sus nombres, y China es una especie de dictadura cuya idea de conquistar el mundo es dominar el sector manufacturero global de los teléfonos inteligentes. Somos la generación que se rió en la cara del totalitarismo.
Con razón creamos un sistema político que es más conocido por producir comedias. Según una encuesta de Rasmussen de hace algunos años, concluía que el 32% de los estadounidenses menores de 40 años opinan que programas de televisión satíricos como The Daily Show With Jon Stewart están reemplazando a las fuentes tradicionales de noticias. Tampoco puedes culparlos, especialmente si tomamos en cuenta el tipo de noticias que generan el senador Blutarsky y sus colegas. Sin embargo, a pesar de que la polarización partidista puede haber paralizado a Washington, hay cosas peores que Washington paralizado —como cuando un Washington unido marchaba directo al desastre en Vietnam con la aprobación de la Resolución del Golfo de Tonkin en 1964 (con un voto de 416-0 en la Cámara de Representantes y 88-2 en el Senado)—.
Sin embargo, no estamos "polarizados". Solamente pataleamos en el parque infantil de Capitol Hill. Nos encanta discutir. La mitad de los baby boomers quiere más servicios sociales, pero que los paguen los demás. Y la otra mitad de los boomers son los demás. A nuestra edad, no siempre podemos acordarnos a qué mitad pertenecemos. En mi caso, depende del día. Algunos días soy beneficiario de la cobertura de medicamentos recetados Parte D y otros días es el 15 de abril.
También somos la generación que se burló del tipo de intolerancia informal que era tan aceptada en la vida estadounidense. Para ver cuánto hemos avanzado, compara All in the Family con Modern Family, dos programas de televisión muy vistos y que tratan de las relaciones de varias generaciones en un mundo que cambia constantemente. La comedia de los años 70 se consideraba innovadora porque lograba hacer reír con el intransigente racismo y sexismo de su protagonista, el patriarca perteneciente a la "Generación grandiosa", Archie Bunker. El programa actual se considera innovador porque logra hacer reír con la perpleja confusión del patriarca baby boomer, Jay Pritchett, con el matrimonio entre homosexuales, las familias mezcladas y... en realidad, Modern Family no se considera innovador. Simplemente, se considera cómico.
Los boomers no crearon precisamente una sociedad sin distinciones raciales, pero los hijos que criamos quizá sí.