Vida Sana
Llegué a este país desde México en 1984. Tenía solo 16 años. Comparo mi experiencia como inmigrante con la de mi papá porque él tenía la misma edad cuando dejó su país, pero esa es la única similitud.
Él compartió muchas historias sobre cómo sobrevivió gracias a actos de generosidad. En el campo de concentración de Dachau, había un soldado alemán que se arriesgó al tirar una papa podrida a los pies de mi padre. Pero la comida no fue lo único que lo sustentó, fue también la manera en la que ese soldado lo miró a los ojos y reconoció su humanidad en un momento en el que la estaba perdiendo —pues era tan delgado que parecía un esqueleto—. Lo rescataron unos soldados estadounidenses y, a los 16 años, llegó a México solo con la ropa que llevaba puesta y una educación de tercer grado. La guerra inició cuando tenía 9 años, por lo que tuvo que abandonar sus estudios. En México, tuvo que trabajar turnos triples, y con el tiempo llegó a ser autodidacta. Hablaba nueve idiomas, y leía enciclopedias y miles de libros de principio a fin.
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Yo fui el primero de mi familia en terminar una carrera universitaria, y después, en obtener un título en derecho. Inicié muchas empresas, y supongo que mi inspiración surgió de ver a mi padre hacer lo mismo. Mis padres me enseñaron que no hay que esperar a llegar a cierta edad para ayudar a otros, sino que se debe hacer todo el tiempo. Soy un empresario social, lo que implica encontrar maneras creativas de mejorar la situación global por medio de las fuerzas del mercado. El objetivo de todos los proyectos que he iniciado, ya sea KIND, PeaceWorks u otros menos conocidos, es usar el comercio para facilitar el bien social. Con tantos desafíos a los que nos enfrentamos, y por tener el comercio tan impregnado en nuestras vidas, nos corresponde buscar más maneras de lograr un impacto.
"La mentalidad de los inmigrantes no es de ‘se puede hacer’, sino de ‘se debe hacer’. No hay otra opción; tienes que sobrevivir".
Desde que obtuve mi ciudadanía estadounidense en el 2001, me he encontrado con muchos brazos abiertos, pero muchas personas pasan por momentos difíciles. He sido más afortunado que otros. Mi aprecio hacia mi herencia mexicana ha incrementado a lo largo de los últimos años tras ver cómo se sienten los inmigrantes mexicanos bajo asedio. Esto me molesta enormemente porque toda mi vida he estado rodeado de inmigrantes mexicanos trabajadores. He conocido a todo tipo de personas, y me enorgullece la ética laboral estricta y los hermosos valores de la gran mayoría de inmigrantes mexicanos. Como yo, las personas que inmigran a este país sienten un gran aprecio por todas las oportunidades y la grandeza que ofrece Estados Unidos, lo que los motiva a luchar para alcanzarla. La mentalidad de los inmigrantes no es de "se puede hacer", sino de "se debe hacer". No hay otra opción; tienes que sobrevivir.
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