Vida Sana
Cuando era niño creciendo en Harlem con mi abuelita, aprendí todo lo que necesitaría más adelante para liderar el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos. Era el mayor de sus nietos y más que ninguna otra persona, fue mi abuelita la que me enseñó sobre lo que es el servicio comunitario que nadie. Siempre se aseguraba de que a nadie le faltara nada, pero vivíamos al margen, nos caracterizaban como si fuéramos de un “gueto” y crecíamos en un “barrio pobre”. Todos esos adjetivos son relacionados con lo que hoy en día llamamos determinantes sociales de la salud. No hablamos de una discusión teórica sobre la pobreza, yo sé qué se siente irse a dormir con hambre. Lo que es no tener acceso a la atención médica. El no recibir las vacunas a tiempo o irse a la cama con dolor de muela porque no tienes dinero para pagar un dentista.
Mi abuelita solo medía cinco pies, y pesaba casi 90 libras —empapada. Sin importar lo pobres que fuéramos, siempre se comportaba como una reina, pero era muy accesible. Era una de las matriarcas de la comunidad. Aunque tenía pocos recursos, siempre había personas que yo no conocía en su apartamentito. Eran nuevos inmigrantes para los que cocinaba y cosía, y a los que les daba un poco de dinero. Lo que vi en ella era una activista comunitaria antes de que el término fuera políticamente correcto. Por medio de sus acciones, más que de sus palabras, me enseñó la responsabilidad de ayudar a los demás. Fue ella la que me enseñó a estar orgulloso de quién soy, y a conocer mi herencia.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
Es por esto que insistía en que hablara español con ella. Me decía que si quería comer, tenía que pedírselo en español, —por lo que mi abuelita y yo hablábamos mucho. Ese fue el español que aprendí: puedo decir que tengo hambre, que quiero comer, ¿a dónde vamos? o ¿dónde está la tienda? En todos los trabajos que he tenido a lo largo de los años, desde soldado hasta profesor y cirujano, cuando alguien me pide dar una entrevista en televisión en español sobre algún tema médico complejo, les digo, “Mira, puedo hablar el español de mi abuelita, pero no hablo español científico”. Algunas veces era el intérprete de mi abuelita, que casi nunca iba al médico porque practicaba lo que hoy en día se llama medicina “complementaria” o “alternativa”, y que ahora se usa mucho. Pero cuando iba al médico, me llevaba con ella. Ahora veo las barreras que se presentan, porque, ¿qué tan probable era que, si ella hubiera tenido un problema personal, me pidiera decírselo al médico o al enfermero? Por lo tanto, ciertas cosas no se interpretaban, pero creo que me convertí en una mantita de seguridad para ella al navegar en un mundo en el que no se sentía cómoda y en el que no sabía el idioma.
"No hablamos de una discusión teórica sobre la pobreza, yo sé qué se siente irse a dormir con hambre. Lo que es no tener acceso a la atención médica..."
Así es que trato de mantenerlo todo en perspectiva. Solo me separa una generación de mis abuelos, que no tuvieron educación formal. Mi abuelita a duras penas podía leer el periódico y mis padres estudiaron en la secundaria, pero mi padre nunca se graduó. Yo también me salí de la secundaria, pero heme aquí: un médico con varios títulos de postgrado. Y no soy solo yo. Lo que digo ejemplifica la oportunidad que brinda Estados Unidos. No digo que sea fácil. “Sabes que estamos pasando por tiempos difíciles”, diría mi abuelita, “pero no te rindas, puedes lograrlo. Sí se puede”.
—Según relatado a Carlos J. Queirós
También te puede interesar
12 consejos para limpiar después de un desastre
Cómo mantenerte a salvo y evitar más daños tras el paso de un huracán y una inundación.