Vida Sana
| María García empieza sus días en el nuevo Paradise a las 6 a.m. para cocinar un abundante desayuno para los residentes y reconstructores que necesitan energía para el día. Y no termina hasta las 10 p.m. o más tarde, horas después de dejar de tomar pedidos.
"Dios salvó este lugar para nosotros, porque quería que alimentáramos a estos trabajadores; los trabajadores que están tratando de reconstruir esta ciudad. Dios tenía un plan para nosotros".
"Es un milagro que estamos aquí”, dice García, de 54 años, a quien le ayudan dos empleados, su hijo, de 23 años, y sus hijas, de 18 y 15 años. Su esposo también colabora, a pesar de tener problemas de salud.
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"Dios salvó este lugar para nosotros porque quería que alimentáramos a estos trabajadores; los trabajadores que están tratando de reconstruir esta ciudad”, dice García. “Dios tenía un plan para nosotros".
En los días justo después de la arrolladora devastación que se llevó la casa de los García y casi unas 11,000 casas más en Paradise, el plan de Dios quizás no haya sido tan claro.
Maria's Kitchen, su establecimiento modesto y colorido, se había inaugurado solo unos meses antes de que el incendio forestal arrasara mucho de esta ciudad de California el 8 de noviembre del 2018. El restaurante volvió a abrir en junio.
García y sus empleados usan camisetas color púrpura que dicen “Burritos!” mientras preparan salsa roja y verde, salsa de mole y pollo, tacos de puerco y de res, $3 cada uno, y otros platillos principales. Las comidas se entregan en platos de papel y los clientes usan cubiertos de plástico. Hay asientos adentro y afuera; aunque muchos clientes prefieren llevarse la comida.
"María tiene muchos seguidores. La comida es excelente. Y a ella la quieren mucho”, dice Monica Nolan, directora ejecutiva de la Cámara de Comercio Paradise Ridge. “Estar entre los primeros restaurantes en volver a abrir después del incendio es muy inspirador y un gran servicio a la comunidad".
Para volver a abrir después del incendio, García enfrentó varios obstáculos: con más de 20,000 residentes que se quedaron sin hogar, su clientela disminuyó, y la mayor parte del sistema de agua de la ciudad estaba contaminada con benceno, un producto secundario de todo el plástico derretido, el cual causa cáncer.
Aun así, García se propuso alimentar a los casi 3,500 residentes que regresaron a la ciudad y al ejército de 1,000 hambrientos trabajadores fuertes que limpiaban residuos, cortaban árboles quemados, reparaban caminos y levantaban casas.
Ella tenía un tanque de agua de 2,500 galones instalado, y se llena por $200 con agua de Oroville, que está a unas 20 millas al sur.
Poco después, los clientes literalmente golpeaban la puerta. Al principio, el restaurante estaba abierto entre semana de 7 a.m. a 7 p.m., pero las cuadrillas de trabajo dejaron en claro que también la necesitaban los sábados, así que agregó un sexto día. Ella le da de comer a unas 40 o 50 personas todos los días.
García y su esposo, originarios de San Luis Potosí, en la región central de México, vivían en Los Ángeles y se mudaron a Paradise en el 2003 cuando él encontró trabajo instalando cableado para televisión por cable. No pasó mucho tiempo hasta que les encantó. “Todo es muy tranquilo y la gente es muy amable”, dice García. “Menos estrés".
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