Vida Sana
Es difícil imaginar que los adolescentes que ahora ingresan a la universidad, o que sirven en las Fuerzas Armadas, aún no habían nacido en la mañana de aquel trágico martes. Casi 3,000 personas murieron en Manhattan, en el Pentágono y en un campo en Pensilvania aquel 11 de septiembre del 2001, que sigue siendo el acto de terrorismo más mortífero de la historia del país. Para conmemorar el vigésimo aniversario de ese día infame, conversamos con un grupo de personas sobre sus experiencias de los ataques en aquel momento y lo que esto significa para ellos.
Bill Keegan, teniente* del Departamento de Policía de la Autoridad Portuaria: el World Trade Center en el bajo Manhattan era un modelo para el mundo entero. “Queremos conocerte, queremos trabajar contigo y queremos hacer transacciones comerciales contigo”, decía. El comercio nos permite comprender las diversas culturas y personas, y que ellas nos entiendan. Creo que por eso las torres fueron blanco de esos terroristas.
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Margaret Lazaros, analista de sistemas de Empire Blue Cross Blue Shield, quien trabajaba en el piso 27 del edificio. Fue increíble y hasta es difícil de explicar. El ruido y el impacto fueron tan grandes que podías realmente sentirlos. Parecía como si todo el edificio se estuviera estremeciendo. Creí que todo se derrumbaría. Todos nos quedamos ahí, mirándonos unos a otros, y recuerdo que le dije a mi amiga: “Algo malo pasó, creo que deberíamos irnos”.
Ada Rosario Dolch, directora de la Escuela Secundaria Leadership and Public Service, ubicada tres cuadras al sur de las torres. Estaba en el vestíbulo de la escuela, saludando a los alumnos. Una alumna me dijo: “un avión se estrelló contra el edificio [del World Trade Center]”. Por supuesto, pensé, una avioneta. Ella dijo, “uno grande”. Contesté: “¿qué quieres decir con ‘uno grande’?”. Me dijo: “se ve muy mal, Sra. Dolch”.
Vincent Green, un alto funcionario de anticorrupción del Departamento de Investigación de la ciudad, quien estaba en una oficina frente a las torres gemelas. En ese momento, no creíamos que fuera un ataque. Pensábamos que era un piloto que no sabía lo que estaba haciendo.
Brenda Berkman, teniente del Departamento de Bomberos de la Ciudad de Nueva York. Yo no estaba en el trabajo. Estaba en casa en Brooklyn, tomándome mi segunda taza de café, cuando recibí una llamada desde Kentucky. Era la madre de mi excompañero, quien me dijo "enciende el televisor". Cuando vi que se estaba incendiando la Torre Norte, enseguida pensé que era por terrorismo, porque basado en mi experiencia, sabía que un incendio de esa intensidad no podría haber sido causado por una avioneta ni un helicóptero.
Investigador Green. Vi cuando apareció el segundo avión y se estrelló contra el edificio. Le dije a mi colega: “esto no es ningún accidente. Nos están atacando”.
Michael Lomonaco, chef y director de operaciones culinarias en Windows on the World, un restaurante en los pisos 106 y 107 de la Torre Norte. Yo estaba en el centro comercial del primer piso cuando atacaron la Torre Norte. Nos evacuaron muy rápido. Hice un par de llamadas para avisar que estaba bien. Luego, escuché el rugido de los motores del avión. Miré hacia arriba a la Torre Sur y vi el momento del impacto. Explotó una bola de fuego; hubo una tremenda conmoción. Pensé en todos mis amigos y colegas del restaurante, y empecé mentalmente una lista: ¿quién está allá arriba ahora? ¿Quién está trabajando? Esa mañana, unas 72 personas de nuestra familia de Windows estaban trabajando. También había más de 100 personas en un comedor privado. Después de que se estrelló el segundo avión, me conmoví mucho y comencé a llorar.
Lolita Jackson, vicepresidenta adjunta del Departamento de Ventas de Fondos Mutuos de Morgan Stanley Investment Management, quien trabajaba en el piso 70 de la Torre Sur: nos dijeron que siguiéramos las instrucciones de Rick Rescorla, el jefe de seguridad de nuestra compañía, y él nos dijo que nos fuéramos. Nos tomó unos 35 minutos salir del edificio. No sabía que se habían estrellado aviones contra las torres, pero visto desde la calle, parecía algo sacado de la película The Towering Inferno. Es difícil acordarse de que hace 20 años no existía ni Twitter ni Facebook. Internet no era como es ahora. Así que no teníamos manera de saber lo que estaba pasando, a menos que alguien nos mandara un mensaje de texto. La Autoridad de Puertos le decía a la gente que no se fuera. La única razón por la que todos sobrevivimos fue que Rick hizo caso omiso de lo que decían.
Salvatore Cassano, jefe adjunto de operaciones del Departamento de Bomberos (FDNY), quien se convirtió en jefe de operaciones justo después del 11 de septiembre. El World Trade Center fue construido para resistir un choque de avión. Pues bien, resistió el choque del avión. Pero no resistió el incendio causado por los miles de galones de combustible de avión que incineraron todo lo que había adentro.
Analista de sistemas Lazaros: entramos al área de la escalera y todo estaba tan callado. Todos sabíamos que algo muy malo había ocurrido, y solo queríamos salir de ahí. Empezamos a bajar y bajar y seguir bajando. Vimos a los bomberos, varios subían por la escalera, todos nos apartábamos para dejarlos pasar. Cargaban harto equipo contra incendios, y había mucho humo, y ya estaban transpirando. Subían por las escaleras. Les preguntamos: “¿a dónde van?, ¿a dónde tienen que ir?”. Y dijeron: “tenemos que llegar hasta debajo del incendio, pero ustedes váyanse”.
Tenían un montón de cuerdas y cosas, y ninguno salió de allí. Jamás.
Llegamos hasta el final del área de la escalera y pasamos por la puerta abierta. Al principio, no teníamos ni idea de dónde estábamos. Dije: “este debe ser algún subsótano antiguo, un lugar lleno de escombros”. Era el vestíbulo por el que habíamos entrado esa mañana, pero estaba todo destruido.
Stanley Praimnath, vicepresidente adjunto de Fuji Bank, quien trabajaba en el piso 81 de la Torre Sur. Había visto que caían trozos enormes en llamas de la Torre Norte. Tomé un elevador al piso 78 de mi edificio para trasladarme a un elevador expreso y salir. El guardia de seguridad me dijo: “tu edificio está seguro, está protegido. Vuelve a tu oficina”. Regresé al elevador y volví a mi oficina. El teléfono sonaba y contesté. Mientras me encontraba de pie con el teléfono en la mano, vi algo gris, un avión, primero pequeño y después cada vez más grande. Me quedé pasmado, sin darme cuenta de que el avión venía en mi dirección. El avión empezó a ladearse, y fue como si el tiempo se hubiera detenido y todo estuviera sucediendo en ráfagas de minisegundos. Podía oír el ruido del motor que aceleraba, y el avión estaba cada vez más cerca. Dejé caer el teléfono y grité, y me metí debajo del escritorio. Solo me acuerdo de que en ese momento dije: “Dios mío, no puedo hacerlo, hazte cargo tú”.
El ala inferior destruyó la mayoría del piso donde estaba yo. Parecía como si un equipo de demoliciones hubiera destrozado todas las oficinas. Todos los muebles estaban aplastados. El único escritorio que todavía estaba en pie fue donde yo estaba escondido. Mi Biblia estaba encima de ese escritorio. Me parece que esa fue la única razón por la que me salvé.
El techo encima mío se derrumbó y el sistema de rociadores se encendió. Yo gritaba y pedía ayuda: “por favor, no me dejen morir”. Alguien en ese piso me oyó, y tenía una linterna.
Brian Clark, vicepresidente ejecutivo de Euro Brokers, quien trabajaba en el piso 84 y era uno de los voluntarios encargados de la evacuación de sus oficinas en caso de incendios. Bajé hasta el rellano del piso 81 y me topé con una mujer corpulenta que venía subiendo las escaleras con uno de sus compañeros de trabajo. Me dijo: “para, no puedes bajar. Acabamos de salir de un piso en llamas”. Ella nos bloqueó. Y detrás se tropezaron los compañeros de trabajo con quienes estaba, una cadena de siete u ocho personas. En ese momento todos estábamos de pie en un rellano bastante pequeño, y empezó el debate. ¿subiríamos o bajaríamos?
Después de unos 30 segundos, me distraje al escuchar unos golpes, un grito apagado. Abandoné el debate y me concentré en lo que estaba escuchando. Me di cuenta de que era la voz de un hombre que pedía ayuda. [Los colegas de Euro Brokers de Clark se dieron vuelta y subieron las escaleras con las dos personas que habían llegado desde abajo]. Entré al piso 81. El piso estaba a oscuras, sin electricidad, y había un humo negro. La voz del desconocido estaba, me imagino, a 20 yardas de distancia. El rayo de mi linterna era como un faro de luz alta en un camino rural por la noche, en medio de la niebla. Solo se veían las partículas y nada más.
La linterna lo iluminó y mostró sus ojos. Me dijo: “tengo que saber algo. ¿Conoces a Jesús?”. Le contesté: “voy a la iglesia todos los domingos. Dale, tenemos trabajo que hacer. Movámonos”.
Praimnath: me topé con una estúpida pared de cartón de yeso que permaneció firme. El hombre de la linterna dijo: “trepa por encima, y yo te recibiré en el otro lado”. En ese momento, yo estaba golpeado, con hematomas y sangraba. Él se paró sobre un escritorio, se estiró por encima de la pared y me agarró por el cuello. Yo me retorcí y el haló, y yo salí despedido hacia el otro lado. Lo hice caer de espaldas. Cuando me di cuenta en dónde estaba, me encontraba tendido encima de él. Él se levantó, y yo no sabía cómo agradecerle. Lo agarré y lo besé en la mejilla.
Clark: me sacudí el polvo, le tendí la mano y dije: “soy Brian”. Él dijo: “soy Stanley. Seremos hermanos de por vida”.
Praimnath: me dijo: “he vivido toda la vida como hijo único. Siempre quise tener un hermano”.
Clark: en ese momento, me di cuenta de que yo tenía una cortada en la palma derecha. Él también tenía una cortada en una de las palmas. Yo junté nuestras palmas y dije: “de hecho, seremos hermanos de sangre”.
Praimnath: él hizo algo, un acto de amabilidad y amor, que recordaré hasta que yo muera.
Clark: dije: “ahora, dale. ¡Vamos!”. Miramos hacia abajo por las escaleras y no vimos llamas, solo el humo que subía. Las escaleras estaban vacías.
Praimnath: Bajamos hasta el final. En el primer piso, pude oír a los bomberos, los policías y el personal de servicios médicos de emergencia. Todos estos hombres y mujeres en uniforme que daban órdenes en voz alta. “¡Corran, corran, corran! No miren hacia arriba. No miren a sus alrededores. ¡Váyanse ya!”. Mientras nos mandaban hacia un lugar seguro, se podían oír gritos a nuestra espalda, porque el edificio se estaba derrumbando. Estos hombres y mujeres estaban sacrificando su vida para que Brian y yo pudiéramos salvarnos.
La empresa de Clark perdió a 61 personas ese día. La de Praimnath perdió a 23 personas. Cantor Fitzgerald, un banco de inversiones con sede en los pisos del 101 al 105 de la Torre Norte, perdió a 658 empleados. Solo sobrevivieron 18 personas que estaban en la zona de impacto de la Torre Sur. Praimnath y Clark formaban parte de ese grupo, y aún son amigos cercanos.
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