Vida Sana
El primer brote de COVID-19 en Estados Unidos tuvo lugar en un hogar de ancianos. El 29 de febrero del 2020 se declaró que uno de los residentes del Life Care Center de Kirkland, en el estado de Washington, fue la primera persona en morir por COVID-19 en el sistema de centros de cuidados a largo plazo del país. Durante las semanas posteriores, 100 residentes del centro de Kirkland —prácticamente todos los residentes ingresados en el centro— dieron positivo por coronavirus. Treinta y siete residentes perdieron la vida.
En un año el virus ha desolado a residentes, personal y familias en hogares de ancianos, centros de enfermería especializada y centros de vida asistida de Estados Unidos. Presentamos a continuación algunas de las cifras más alarmantes —y contundentes— que ha dejado esta tragedia:
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• La COVID-19 ha terminado con la vida de más de 170,000 residentes y miembros del personal de los centros de cuidados a largo plazo, según indica el COVID Tracking Project (enlace en inglés). Se han registrado más de 1.3 millones de contagios de COVID-19 entre los residentes y el personal.
• Los fallecidos en los centros de cuidados a largo plazo representan el 35% de las muertes en Estados Unidos por COVID-19 a pesar de que menos del 1% de la población del país vive en estos centros, de acuerdo con los datos del COVID Tracking Project. Elaine Ryan, vicepresidenta de Defensa de Derechos y Estrategias Estatales de AARP, afirma que “Estados Unidos ha fallado a nuestros residentes y personal de los centros de cuidados a largo plazo”. La COVID-19 en los centros de cuidados a largo plazo representó “una evidente crisis nacional que requería una intervención nacional, pero nuestro Gobierno no la llevó a cabo y, como consecuencia, se perdió un número desproporcionado de vidas”, indica Ryan.
• Los residentes y el personal de los centros de cuidados a largo plazo tenían una probabilidad 7 veces mayor de morir de COVID-19 que el resto de las personas en Estados Unidos que no vivían en estos centros. La COVID-19 terminó con la vida de aproximadamente 1 de cada 5 residentes en hogares de ancianos que habían dado positivo por COVID-19, según indican los datos publicados por los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS). Los residentes en los hogares de ancianos, que son habitualmente adultos mayores con un alto nivel de enfermedades y problemas crónicos —por lo que son más vulnerables a morir del virus—, representan la proporción más elevada de fallecidos por COVID-19 en los centros de cuidados a largo plazo.
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