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Menos de la mitad de los empleados de hogares de ancianos recibieron la vacuna

A causa de esta escasa participación, recaen más presiones sobre la segunda ronda, ya en marcha.


spinner image Una enfermera recibiendo la vacuna contra la COVID-19
Karen Ducey/Stringer/Getty Images

En la primera ronda de vacunación contra la COVID-19 participaron apenas poco más de un tercio de los empleados de hogares de ancianos que tuvieron la posibilidad de hacerlo. Así lo señala un nuevo informe de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC - enlace en inglés). Estos hallazgos surgen poco después de darse por terminada la primera ronda de vacunaciones administradas en los propios hogares mediante una colaboración entre el Gobierno federal y las farmacias CVS y Walgreens, en la cual se prioriza la vacunación de residentes y empleados de hogares de ancianos.

La participación de los residentes —que representan aproximadamente la cuarta parte de las muertes por COVID-19 desde que comenzó la pandemia— fue mucho mayor: en promedio, el 78% recibió la primera de las dos dosis indicadas. Sin embargo, a partir de los datos recabados de aproximadamente el 90% de los centros participantes en el programa federal que entre el 18 de diciembre y el 17 de enero realizaron al menos una clínica de vacunación en su propio centro, los CDC hallaron que, en promedio, solo el 37.5% de los empleados de hogares de ancianos recibieron la primera dosis de la vacuna contra la COVID-19.

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Estas cifras son preocupantes, ya que es necesario vacunar a entre el 70 y el 85% de una población para lograr la inmunidad colectiva, según indican algunos expertos médicos. En el informe de los CDC se señala que la baja proporción de empleados vacunados "da lugar a preocupaciones sobre la deficiente cobertura de una población que corre un alto riesgo de exponerse al SARS-CoV-2 en su entorno laboral".

"Los obstáculos que impiden la vacunación de los empleados [de hogares de ancianos] deben superarse con una continuación de las labores de desarrollo y aplicación de estrategias focalizadas de comunicación y divulgación", afirma el informe, dado a conocer el lunes.

La semana pasada, CVS y Walgreens anunciaron que se daba por terminada la primera ronda de sus clínicas de vacunación contra la COVID-19 en los hogares de ancianos del país; estas clínicas se ofrecen por medio de un programa del Gobierno federal conocido como Pharmacy Partnership for Long-Term Care Program. CVS informó haber acudido a todos los casi 8,000 centros que habían elegido a la farmacia para la administración de las vacunas, mientras que Walgreens indicó que había visitado más de 5,500 centros.

En los últimos meses se ha visto un vertiginoso aumento en los contagios de COVID-19 en hogares de ancianos, según revelan los análisis mensuales realizados por AARP de los datos del Gobierno federal recabados de los hogares de ancianos. Entre mediados de octubre y mediados de diciembre, los casos entre empleados aumentaron en más del triple, al tiempo que los casos entre residentes casi se cuadruplicaron en el mismo período. Las investigaciones indican que los empleados infectados son uno de los factores más importantes que impulsan los brotes de COVID-19 en los hogares de ancianos.

El Gobierno federal ha contratado a CVS, Walgreens y algunas cadenas farmacéuticas a nivel estatal para ofrecer solo tres clínicas de vacunación en sus respectivos centros colaboradores, por lo que resulta aún más importante lograr una mayor participación en la segunda ronda de clínicas, ya en marcha.

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Según Elaine Ryan, vicepresidenta de Defensa de Derechos y Estrategias Estatales de AARP, la poca participación es consecuencia de las malas condiciones laborales a las que el personal de los hogares de ancianos ha estado sometido durante años. "Estos trabajadores son mal pagados, reciben pocos beneficios con escasos derechos a licencia por enfermedad y se les da muy poca información o apoyo cuando los necesitan", dice Ryan. "¿Acaso se les puede culpar por no apresurarse a recibir una vacuna de la que saben muy poco, por parte de [los hogares de ancianos] que los han tratado tan mal?"

Los orígenes del escepticismo entre empleados

Estos hallazgos a nivel nacional resultan coherentes con las anécdotas surgidas en las últimas semanas desde distintos estados. Según el secretario interino de Salud de Maryland, Dennis R. Schrader, entre el 50 y el 65% de los empleados de hogares de ancianos en dicho estado se han negado a recibir la vacuna. En Virginia, Christian Bergman, integrante del grupo de trabajo sobre la COVID-19 en los centros de cuidados a largo plazo, estimó que hasta un 90% de los empleados de algunos centros habían rechazado la vacuna.

Muchos empleados de los centros de cuidados a largo plazo se abstienen de recibir la vacuna contra la COVID-19 porque les preocupa que resulte poco eficaz o incluso dañina, según indican los CDC. A esta renuencia también contribuyen las inquietudes por posibles efectos secundarios, que hasta la fecha han sido mínimos después de la administración de la primera dosis. El informe cita una reciente encuesta de empleados de centros de cuidados a largo plazo (enlace en inglés) en la que se revela que, del 55% de los empleados en Indiana que dijeron que rechazarían la vacuna contra la COVID-19, un 70% citaron los efectos secundarios como motivo principal.

Muchos de las personas que trabajan en centros de cuidados a largo plazo son empleados pagados por hora, con poco o nulo acceso a licencia por enfermedad y otros beneficios, y difícilmente podrían soportar las consecuencias de enfermarse a causa de efectos secundarios. Los asistentes de enfermería certificados, que representan la inmensa mayoría de quienes prestan cuidados en los hogares de ancianos, ganan en promedio menos de $15 por hora. Para muchos de ellos, su principal prioridad es llegar al trabajo.

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Recaen más presiones sobre la segunda ronda de vacunación

Ahora, en la segunda ronda de vacunación en los hogares de ancianos, hay más presión para lograr vacunar a quienes no han participado hasta ahora. Las dos vacunas contra la COVID-19 autorizadas en Estados Unidos —las de Pfizer y Moderna— implican la administración de dos dosis separadas por un intervalo de hasta seis semanas. Si un empleado se pierde la primera dosis durante la segunda clínica, será casi imposible que pueda recibir la vacunación completa por medio del programa administrado en los propios centros. Así lo expresó el gobernador de Ohio, Mike DeWine, en un discurso dirigido en diciembre a los empleados de hogares de ancianos de ese estado —el 60% de los cuales, según se informó, rechazaban la primera dosis—: “Puede ser que el tren ya no vuelva”.

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Rina Shah, vicepresidenta de Operaciones y Servicios Farmacéuticos de Walgreens, dijo en rueda de prensa que su empresa está creando herramientas a fin de vacunar a los empleados de los centros de cuidados a largo plazo después de que termine el programa. Por ejemplo, según Shah, se contempla la posibilidad de repartir vales que los empleados puedan llevar a una clínica de Walgreens para recibir la vacuna. Sin embargo, esta opción podría llevar a que estos empleados tengan que esperar junto con millones de personas del público en general que están ansiosas por vacunarse.

Según Mike Wasserman, expresidente de la California Association of Long Term Care Medicine —entidad que representa a médicos, enfermeros y farmacéuticos, entre otros, del sector de cuidados a largo plazo—, hace falta que el programa actual permita ajustes de acuerdo con las circunstancias. "En lugar de utilizar un esquema rígido y único para todo el mundo", Wasserman dice que preferiría "un plan más flexible que permita que los centros administren sus propias vacunas en el transcurso de una semana".

Así se podría evitar, además, la escasez de personal cuando se administre la segunda dosis a muchos empleados al mismo tiempo. En los ensayos de las vacunas de Pfizer y Moderna, los participantes dijeron padecer efectos secundarios más intensos —principalmente fatiga, dolor de cabeza, dolores musculares, escalofríos, dolor en las articulaciones y, posiblemente, algo de fiebre— después de la segunda dosis. Si sucede así, muchos empleados podrían reportarse enfermos al mismo tiempo, lo que afectaría la capacidad del centro de atender a sus residentes en momentos en que ya hay escasez de personal a nivel nacional.

Señales de mejora

Según los indicios anecdóticos de la segunda ronda de clínicas, ya en marcha, los empleados se han mostrado más dispuestos a vacunarse. The Associated Press reportó la semana pasada que (enlace en inglés), en una reunión sobre políticas de vacunación, la directora de servicios de inmunización de los CDC Amanda Cohn dijo que se vacunan más empleados cuando se ofrece una segunda o tercera clínica en el mismo centro. Y un vocero de CVS dijo en entrevista con USA Today (enlace en inglés) que la empresa ha observado una mayor participación de los empleados en la segunda ronda de vacunaciones.

Sondra Norder, presidenta y directora ejecutiva de St. Paul Elder Services en Wisconsin, ha notado las mismas mejoras en la empresa que ella dirige. En la primera clínica ofrecida en sus centros de enfermería especializada, solo el 66% de sus empleados se vacunaron. Pero en la segunda clínica, realizada el lunes, esta cifra aumentó al 75%.

Divulgación: Mike Wasserman es miembro de la junta directiva de Wish of a Lifetime, una filial benéfica de AARP.

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