Vida Sana
El tiempo transcurrido entre el momento en que los familiares de Lona Erwin supieron que había casos de COVID-19 en el hogar de ancianos donde ella residía y el momento en que se enteraron de que había fallecido fue de algo más de tres horas y media.
Erwin era residente del hogar de ancianos Family of Caring en Montclair, Nueva Jersey, donde murió por complicaciones del coronavirus a los 86 años. Esto sucedió el 18 de marzo, cuando lo que se sabía sobre el virus cambiaba a diario.
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"El hogar de ancianos era un caos, o al menos eso parecía", dice Alix Handy, de 44 años, la menor de los cinco hijos de Erwin. Handy vive a menos de dos millas del hogar donde residía su madre, pero no podía ingresar por la prohibición de visitas en la mayoría de los centros para adultos mayores. "No sé si alguien estuvo con ella o si tuvieron miedo de estar con ella. No sé cómo fueron sus últimas 24 horas, y eso de verdad me molesta".
Handy, quien perdió a su padre (el segundo marido de Erwin) hace más de treinta años, trasladó a su madre de Massachusetts a Nueva Jersey en el 2015 para poder cuidarla. Erwin había sufrido una serie de derrames cerebrales unos años antes, estaba frágil, tenía problemas auditivos, sufría de hipertensión y, después de una fractura de cadera, estaba confinada a una silla de ruedas. La demencia también se había hecho presente. Pero se encontraba estable cuando el coronavirus pareció acabar con su vida en un día.
Handy se despertó la mañana del 18 de marzo con un mensaje del hogar de ancianos que decía que su madre estaba recibiendo oxígeno. Llamó al centro y le dijeron que Erwin no estaba enferma, sino que "solo necesitaba un poquito de ayuda para respirar". A las 3 de la tarde, una enfermera a la que Handy no conocía —y quien no conocía a su madre— llamó y le leyó una declaración legal preparada en la que anunciaba que la COVID-19 había ingresado a las instalaciones. Esa enfermera dijo que no podía dar información sobre residentes específicos. Poco después, otra enfermera a quien Handy no conocía llamó para decir que el estado de su madre se estaba deteriorando con rapidez.
Handy exigió hablar con su madre, pero le dijeron que llamara más tarde. Cuando lo hizo, la enfermera dijo que sostuvo el teléfono junto al oído de Erwin para que pudiera escuchar la despedida de Handy. Pero del otro lado hubo silencio. Cuando Handy terminó de hablar con su madre y pidió hablar con la enfermera para agradecerle, no hubo respuesta. Colgó el teléfono sin saber si su madre había escuchado sus palabras.
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