Vida Sana
Más de uno de cada cinco adultos —un total de 53 millones de personas en el país— son actualmente cuidadores familiares no remunerados, según un nuevo informe de AARP y la National Alliance for Caregiving (NAC, en inglés).
El número de cuidadores ha ascendido del 18% de adultos en el 2015 a más del 21% en el 2020, un aumento de 9.5 millones de adultos que brindan asistencia con todo, desde la compra de alimentos hasta el cuidado de heridas y la administración de medicamentos. El mayor aumento fue entre quienes cuidan de adultos mayores de 50 años; este grupo representó un poco más del 14% de los cuidadores en el 2015 y casi el 17% este año. Muchos de quienes recibieron los cuidados eran boomers que ahora tienen entre 55 y 75 años, de acuerdo con el informe.
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De hecho, los boomers están pasando de cuidar de sus amigos y sus seres queridos a ser ellos quienes necesitan cuidados, y no hay casi cuidadores de mayor edad que ellos. Ahora sus hijos y nietos están asumiendo esa responsabilidad.
"Siempre hablamos del cuidador promedio. Realmente insistí en hablar sobre los diferentes aspectos de la prestación de cuidados", dijo Susan C. Reinhard, vicepresidenta sénior y directora del Instituto de Política Pública de AARP, quien desempeñó un papel clave en el nuevo informe.
Reinhard dijo que su interés en los cuidadores familiares se remonta a sus días como enfermera a domicilio, cuando "eran ellos quienes abrían la puerta".
El informe, "Caregiving in the U.S. 2020" (en inglés), es el más reciente de una serie de informes que se han publicado desde 1997. Se basa en encuestas en línea de 1,392 cuidadores mayores de 18 años realizadas en el 2019.
"¿Quieres luchar?"
Bethany Robertson, una milénica que ahora vive en Fort Lauderdale, Florida, solo tenía 27 años cuando asumió la responsabilidad de cuidar de su querida abuela, Maria Viviano, quien había sufrido un derrame cerebral grave en Nueva Jersey.
Robertson se enteró en el hospital de que su abuela le había dado un poder notarial para decisiones médicas y legales. Y en medio de pronósticos médicos poco alentadores en el hospital de Nueva Jersey, le pidió su opinión a su abuela.
"Le pregunté: '¿Quieres luchar?'. Me miró y asintió enfáticamente con la cabeza: 'Sí'".
Después de estar muy cerca de la muerte, Viviano se recuperó, pero con el habla y los movimientos restringidos. Sin embargo, cuando Robertson le preguntó a su abuela si prefería un hogar de ancianos, ella le respondió con lágrimas.
Robertson se dio cuenta de que su única opción era cuidar de ella en el hogar. La mudó al condominio que compartía con su esposo en Charleston, Carolina del Sur. Tuvo dificultad para encontrar asistentes de enfermería certificados confiables que la ayudaran.
Pero a pesar de lo difícil que fue, "compartimos muchos momentos geniales".
Viviano se quedó en el hogar de Robertson, donde murió en paz después de casi dos años, rodeada de su familia.
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