Vida Sana
Para los residentes y el personal de los centros de cuidados a largo plazo que ya han sufrido tanto y que representan aproximadamente el 40% de todas las muertes en el país —o cerca de 87,000 víctimas—, el próximo invierno podría traer consigo mucha más enfermedad y muerte.
A medida que descienden las temperaturas, “no hay ninguna certeza” sobre lo que sucederá en hogares de ancianos, centros de vida asistida y otros centros similares, dice Justin Lessler, profesor adjunto de Epidemiología de la Facultad de Salud Pública Bloomberg en John Hopkins. “Pero es muy probable que veamos un resurgimiento del número de casos de COVID”.
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Parece que eso ya está ocurriendo. Poco después de que aumentaran los casos de COVID entre la población general a finales de septiembre, lo mismo sucedió en los hogares de ancianos, que reportaron un aumento del 3% en los casos, según un nuevo informe de la American Health Care Association y el National Center for Assisted Living. El informe vincula el aumento a la mayor propagación en la comunidad y concluye que “los hogares de ancianos en Estados Unidos podrían sufrir un tercer repunte de casos".
Pero un mayor número de casos no es lo único que preocupa a la industria. Existe la preocupación de que el nuevo brote que se anticipa también se enfrente a la escasez de equipo de protección personal (PPE), pruebas y personal que ya existe en muchos centros de cuidados a largo plazo. Por otro lado están los peligros para la salud en invierno, entre ellos la gripe anual y el trastorno afectivo estacional, los cuales, al igual que la COVID, afectan a los residentes de los centros de cuidados a largo plazo de manera desproporcionada. El descenso de las temperaturas también obligará a los centros a suspender las visitas al aire libre, que han sido esenciales para combatir el aislamiento social y la soledad entre los residentes durante el verano.
Todos estos factores podrían crear un “panorama desastroso” para los residentes y el personal de los centros de cuidados a largo plazo, dice Bill Sweeney, vicepresidente sénior de Asuntos Gubernamentales de AARP. “Este virus está totalmente fuera de control”, señala, y agrega que Estados Unidos recientemente alcanzó el mayor número de casos diarios desde que comenzó la pandemia. “La idea de que el clima invernal, la temporada de gripe y la continuación de las deficiencias en el control de la infección pudieran convertir en un simple prólogo lo que vimos en la primavera en términos de muertes en los centros de cuidados a largo plazo es una pesadilla inimaginable".
Muchos operadores de centros de cuidados a largo plazo están implementando estrategias para ayudar con estos desafíos y aplicando lo aprendido en los últimos siete meses, un periodo en el que más de 20,000 centros de cuidados a largo plazo tuvieron casos de COVID. Casi 530,000 residentes e integrantes del personal se han visto afectados en todo el país. Sin embargo, Heather Smith, psicóloga principal de las unidades de cuidados a largo plazo de Milwaukee Veterans Affairs Medical Center, dice que “todos pensamos que las cosas van a empeorar antes de mejorar".
"No me parece que estemos avanzando”, dice.
El frío puede fomentar la propagación de COVID
El motivo principal por el que se predice que los casos de COVID aumentarán en invierno es que el frío cambia la manera en que las personas interactúan. “Sabemos que el frío obligará a las personas a permanecer en el interior”, explica Lessler, “y sabemos que el virus se propaga de manera más eficiente cuando las personas se encuentran en espacios reducidos y que la manera en que el aire se mueve en el interior también puede contribuir a la transmisión".
A medida que la COVID se propaga en las comunidades, el virus ingresa a los centros de cuidados a largo plazo, a menudo a través del personal que trabaja en varios centros para poder subsistir. Y los cambios en el comportamiento de las personas dentro de los centros pueden aumentar la propagación. “Los residentes no podrán salir tanto a las áreas al aire libre, no podrán dejar las ventanas abiertas para que circule bien el aire”, dice Lessler, “y estos factores pueden promover la propagación del virus una vez que ha entrado".
Aunque podemos prever el comportamiento probable de las personas con la llegada del invierno, no podemos hacer lo mismo con respecto a la COVID. “No sabemos si el virus se beneficiará del clima más frío”, indica Lessler.
Si el coronavirus se beneficia del clima invernal —como sucede con la gripe, que se desplaza en el aire frío y seco con mayor facilidad—, se intensifica la amenaza de contagio. La manera en que nuestra respiración cambia en invierno y la forma en que los tejidos respiratorios responden al frío podrían también impulsar la propagación del virus. Esos cambios se percibirían de manera pronunciada en los centros de cuidados a largo plazo, que generalmente tienen residentes mayores con enfermedades subyacentes que corren un mayor riesgo de contagiarse de COVID-19 y enfermar gravemente por el virus.
Todo esto subraya la creciente importancia de las medidas de control de infecciones —lavado de manos, uso correcto del equipo de protección personal, control de síntomas, pruebas de detección, distanciamiento social, limitación del contacto, disponer de un plan de respuesta a la COVID y otras— a medida que se acerca el invierno. Muchos centros han tomado la iniciativa de obtener suministros directamente en lugar de depender de la ayuda del Gobierno, que a menudo ha tardado en llegar, especialmente en el caso de los centros que no son hogares de ancianos.
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