Vida Sana
Tuve el profundo honor de estar presente en dos muertes conmovedoras.
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En el 2013, me encontraba en Míchigan cuando vino un equipo de cuidados terminales a la casa a atender a mi suegra, Frannie Woodruff. Ninguno de nosotros sabía bien qué hacer y nos atemorizaba imaginar cómo sería la muerte. El equipo de cuidados terminales nos ayudó a aceptar nuestra función y a sentirnos tranquilos en cada etapa a medida que Frannie iba evolucionando. Siempre tendré el recuerdo de sostener y masajear sus pies mientras tomaba su último aliento y sus hijos la rodeaban frente la misma cama en la que habían sido concebidos.
Cuando falleció mi propio padre, dos años después de comenzar su batalla contra la enfermedad de Alzheimer, mis hermanas y yo estuvimos con él en el hogar de ancianos cuando tomó su último aliento. Sentí que la energía de la habitación cambiaba y resplandecía por un momento mientras imaginaba su alma abandonar su cuerpo y dirigirse hacia el último e incalculable misterio de la vida.
En esos momentos, los equipos de cuidados terminales fueron guías y maestros. Interpretaron y nos explicaron lo que iba a suceder, ayudaron a normalizar el proceso y nos asignaron funciones a cada uno en todo el proceso. Sin su guía y su paciencia (todas las familias deben pedir alguna versión de lo mismo), nuestra experiencia podría haber sido mucho más clínica y cargada de ansiedad. Por el contrario, nos sentimos partícipes y motivados cuando nos ayudaron a comprender la forma en que la muerte es una culminación del ciclo de la vida, y no algo que hay que prevenir ni prolongar.
La muerte es inevitable, por lo que debemos respetar el hecho de que los seres queridos envejecerán, hablar sin temor sobre el final de la vida, reconocer que está ocurriendo y dejar de luchar contra el proceso. Uno de los conceptos principales que surgieron durante la investigación de este artículo fue que “la gente necesita permiso para morir” de su familia. La persona que va a morir necesita sentir que su familia apoya su muerte, y es allí cuando intervienen los cuidados terminales. Estos cuidados ayudan a las familias y a los cuidadores a tomar conciencia de que “esto está sucediendo”. De ese modo, las preguntas se convierten en: ¿Qué podemos hacer para que el final sea lo más sereno posible? ¿Qué te atemoriza? ¿Qué problema te queda sin resolver y cómo podemos ayudarte a resolverlo?
Diferencia entre cuidados terminales y cuidados paliativos
Suele existir una confusión comprensible entre cuidados paliativos y cuidados terminales. Los cuidados paliativos se brindan a personas que padecen una enfermedad que conlleva un riesgo de muerte. Incluso si su salud empeora, los pacientes que reciben este tipo de atención pueden continuar con el tratamiento. Sin embargo, los pacientes que reciben cuidados terminales son los que tienen un pronóstico de seis meses de vida o menos. El objetivo del equipo de cuidados terminales es hacer todo lo posible para guiar a la persona hacia un final de vida sereno, con dignidad y respeto y en sus propios términos.
Dorothy Baliban, de 63 años, de Bronxville, Nueva York, es la enfermera de apoyo y admisión en Jansen Hospice & Palliative Care en Scarsdale, Nueva York. Se ha dedicado a los cuidados terminales durante los últimos diez de sus más de cuarenta años en la profesión de enfermería. Una parte esencial del trabajo de Baliban es asegurarse de que las personas cumplan con los criterios de cuidados terminales. Luego comienza la conversación sobre el final de la vida con la familia. “El proceso de la muerte conlleva una intimidad física, emocional y espiritual, tanto para el paciente como para la familia. Una de las primeras cosas que establezco es quién será el cuidador (o cuidadores) principal de este paciente en el hogar”, explica Baliban. “Debo asegurarme de que la familia entienda que aunque estemos en su hogar, nuestra labor es trabajar con la familia y apoyarla y no asumir el cargo de cuidador las 24 horas del día”.
“Para las familias puede ser difícil presenciar muchos de los aspectos del final de la vida”, observa Baliban. “Los cuidadores deben superar emocionalmente sus propias actitudes hacia la muerte, que pueden abarcar desde sentimientos de miedo, culpa e ira hasta tristeza y depresión”. Durante todo el proceso, los cuidadores deben seguir colaborando con las actividades de la vida diaria, como la alimentación, el baño, el vestido, el aseo y la administración de medicamentos. “Una gran parte del trabajo es preparar a las personas”, agrega. “Cuando los pacientes entran en la última etapa de la vida, las familias deben estar atentas a varios síntomas, como el empeoramiento de la capacidad de comunicarse, comer y moverse, a medida que aumentan el dolor y los síntomas. Nuestra tarea también incluye determinar la capacidad de observación de los miembros de la familia y asegurarnos de que sepan que pueden contar con nuestra ayuda si surgen dificultades. En última instancia, nuestro trabajo consiste en acercarnos a los pacientes y a su familia en el momento del proceso en que se encuentren”.
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