Vida Sana
Aegis Living, un proveedor de cuidados a largo plazo que gestiona 33 comunidades de vida asistida, de cuidado de la memoria y de cuidado de relevo en el oeste de Estados Unidos, lanzó una campaña de educación sobre la vacuna contra la COVID-19 en septiembre, antes incluso de que las vacunas estuvieran disponibles.
Un investigador de vacunas describió cómo se fabrican, prueban y autorizan las vacunas durante una llamada de toda la empresa para los 2,200 residentes y 2,500 trabajadores de Aegis. Una empleada de Aegis y su familia, que contrajeron la COVID-19 el año pasado, participaron en otra llamada para compartir sus dificultades. Los residentes y el personal que aún no estén convencidos podrán tener sesiones individuales con un experto médico.
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"Solo hay que hablar con la gente que tiene dudas", dice Dwayne J. Clark, fundador y director ejecutivo de Aegis. "Les estamos pidiendo que se metan una sustancia extraña en el cuerpo. Se trata de algo importante".
Cuando las vacunas contra la COVID se empezaron a distribuir a finales del año pasado, Aegis se inscribió en un programa federal que llevó las vacunas a prácticamente todos los hogares de ancianos y centros de vida asistida del país. A finales de marzo, todas las comunidades de Aegis habían organizado tres rondas de vacunación, con una participación del 95% de los residentes, lo cual refleja la tendencia nacional de alta participación de los residentes (enlace en inglés). Casi el 90% del personal de Aegis también optó por participar, un porcentaje muy superior al del personal a nivel nacional, que era de aproximadamente el 50% en ese momento (enlace en inglés).
Aun así, unos 300 empleados seguían sin vacunarse.
En abril, a medida que aumentaba el suministro de vacunas y todos los mayores de 16 años cumplían los requisitos para vacunarse, la gerencia anunció que se exigiría la vacunación a los trabajadores; solo estaban exentos aquellos que tuvieran una razón médica o religiosa válida. Desde entonces, unos 70 trabajadores más han optado por participar, y se espera que haya más el próximo mes.
Sin embargo, algunos trabajadores siguen resistiéndose. Clark espera despedir a 100 trabajadores después del 1.º de julio, la fecha límite de vacunación: "Sabemos que vamos a perder a gente muy buena".
En todo el país, un número cada vez mayor de proveedores de cuidados a largo plazo ha empezado a exigir la vacunación contra la COVID-19 a los trabajadores; mencionan las bajas tasas de aceptación de la vacuna, el aumento de la oferta, la existencia de más datos que respaldan la seguridad y la eficacia de las vacunas, y la amenaza continua del coronavirus a medida que evoluciona. Muchos otros proveedores están considerando este tipo de órdenes.
"El personal de los hogares de ancianos tiene derecho a tomar decisiones sobre su propia salud, pero no tiene derecho a exponer a los residentes vulnerables a una enfermedad infecciosa que es potencialmente mortal".
"Hay más interés en explorar la posibilidad", dice Ruth Katz, vicepresidenta sénior de políticas de LeadingAge, una asociación nacional que representa a 5,000 proveedores de servicios para adultos mayores sin fines de lucro. En enero, solo un puñado de proveedores afiliados obligaban a vacunarse contra la COVID-19 como condición para el empleo, afirma. "Ahora, cuando un miembro nos habla de órdenes, todos escuchan".
Sin embargo, adoptar una orden no es una opción fácil. La pérdida de personal es una preocupación, y el sector ya sufre una grave escasez de trabajadores. Además, existe la amenaza de un litigio legal, dado que las vacunas contra la COVID-19 solo tienen la autorización de uso de emergencia de la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA). Algunos defensores de los trabajadores se preguntan si es justo imponer la orden a una fuerza laboral que suele tener salarios bajos y escasos beneficios, que se ha visto afectada de forma desproporcionada por la COVID-19 y que está formada por un número desproporcionado de trabajadores negros, que son más reacios a las vacunas que otras personas del país (enlace en inglés).
"La cuestión no es si las órdenes de vacunación funcionan o no: lo hacen", afirma Rachel Gur-Arie, académica de Johns Hopkins University y de University of Oxford que estudia las enfermedades infecciosas y la ética. La pregunta, dice, es "¿Cuál es el precio?".
Las órdenes de vacunación ganan adeptos
La COVID-19 devastó la comunidad de cuidados a largo plazo de Estados Unidos, entre estos los hogares de ancianos, los centros de vida asistida y otros centros de cuidados para adultos mayores, y cobró la vida de más de 180,000 residentes e infectó a más de 1.4 millones, según la Kaiser Family Foundation (enlace en inglés). El virus es propenso a propagarse en los establecimientos de cuidados a largo plazo, que representan casi un tercio de todas las muertes por coronavirus en EE.UU., debido al contacto necesario entre el personal y los residentes y a la proximidad de los residentes, que suelen ser personas inmunodeprimidas.
Sin embargo, las tasas de infección y muerte en relación con la COVID en estos centros han caído en pico desde lo que se observó en el invierno, según demuestran los nuevos datos (enlace en inglés). En Aegis, ningún residente y solo seis miembros del personal —cinco de los cuales no estaban vacunados— han dado positivo desde que sus comunidades están totalmente vacunadas. Durante el 2020, antes de las vacunas, unos 700 residentes y miembros del personal dieron positivo en las pruebas de la COVID-19.
Para Clark, el cambio justifica la decisión de obligar a los trabajadores a vacunarse. "Tenemos 200 personas que están furiosas con nosotros, pero acepto ese enfado antes que la pérdida de la vida de un residente", dice. "La recompensa de salvar vidas y que esto no vuelva a pasar es increíble".
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