Vida Sana
Kathy Giusti, de New Canaan, Connecticut, ha superado todos los pronósticos sobre el mieloma múltiple durante más de 25 años. Por eso, es mucho más que una sobreviviente: es una mujer milagrosa y guerrera, lo que significa que sabe cómo contraatacar. Por eso, cuando en enero le diagnosticaron un cáncer de seno en fase inicial, se preparó para luchar, decidida a vencer también ese tipo de cáncer. Pero como ha aprendido Kathy en los últimos 25 años, esta es una lucha que no puede enfrentar sola.
Si bien muchos han ayudado a Kathy en su trayecto, ella también ha apoyado a un sinfín de personas en sus propias luchas contra el cáncer, con acciones que van desde asesorar a quienes les diagnosticaron recientemente un cáncer hasta literalmente desarrollar las estrategias para curar una enfermedad. Pero entre todas las personas en su vida que la han cuidado y a quienes ha cuidado, hay una que sobresale: su hermana gemela, Karen Andrews, quien vive en Greenwich, Connecticut.
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Kathy y Karen, de 63 años, son el arma secreta la una de la otra. Karen no solo tiene un ADN idéntico al de Kathy, sino que además fue su salvadora: en el 2006, donó médula ósea, un regalo de vida para su hermana que se estaba muriendo. Y luego, los papeles se intercambiaron, pues cuando Karen tuvo cáncer de seno, Kathy fue quien estuvo presente como defensora, investigadora y cuidadora desde el momento en el que su hermana recibió el diagnóstico.
Las relaciones entre hermanos pueden ser sumamente estrechas, pero a menudo los gemelos parecen estar en otro plano existencial. Kathy y Karen son un ejemplo increíble de los vínculos fraternales que se fortalecen cuando las hermanas se cuidan mutuamente.
La primera llamada después del diagnóstico
En 1996, la carrera farmacéutica de Kathy crecía rápidamente, al igual que su familia. Ella y su esposo, Paul, tenían una hija de un año, Nicole, y estaban planeando tener otro hijo. Entonces, a Kathy le diagnosticaron un mieloma múltiple, un tipo de cáncer de la sangre poco conocido que no se podía curar y para el que había pocos medicamentos y tratamientos en fase de desarrollo. A Kathy le dijeron que le quedaban tres años de vida. Pero la enfermedad se había topado con una adversaria formidable. Kathy era el tipo de persona dispuesta a hacer lo que fuera necesario, y estaba motivada a vivir. Su carrera en la industria farmacéutica significaba que sabía cómo obtener acceso a información, hablar con personas del campo de la salud y dirigir una atención muy necesaria hacia este tipo de cáncer ignorado por mucho tiempo. También tenía una compañera capaz y dispuesta: Karen.
“Yo vivía en Chicago y Karen en Connecticut”, recuerda Kathy. “La llamé para contarle que tenía una enfermedad mortal y que me quedaban tres años de vida. Ambas nos abatimos y sentimos pánico. Yo siempre había sido ‘la mayor’, pero en ese momento los papeles cambiaron y ella se puso en marcha”.
“Tener una hermana gemela es una gran bendición, y a veces das por sentado que tienes una mejor amiga instantánea”, dice Karen. “Recuerdo que contesté el teléfono en casa, con mi hijo en brazos, y que mi mundo se detuvo. Nunca había caído en la cuenta a esa edad de que podría recibir una llamada así de mi hermana”.
Karen tenía ganas de llorar, pero sabía que eso no era lo que Kathy necesitaba de ella. “Ella había escuchado el diagnóstico y hablado con el médico lo suficiente para saber lo mala que es esa enfermedad, y que no se estaba haciendo nada en términos de investigación al respecto”, recuerda Karen. “Lo que ella quería era que la respaldara, y yo sabía que mi mejor manera de ayudarla sería entrar en acción”.
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