Vida Sana
Cuando Joel Goldstein, de 73 años, de Glenmont, Nueva York, se despertó después de una boda familiar en Buffalo en diciembre del 2022, sintió una preocupación inquietante por su hijo, Bart Groudine-Goldstein, de 37 años. Cuando lo llamó por teléfono, la llamada fue directamente al buzón de mensajes.
Luego de la fiesta la noche anterior, la familia había vuelto al hotel y Bart quiso ver si los festejos de la boda continuaban en el bar. Joel trató de decirle que ya había bebido suficiente, pero Bart estaba decidido a no acostarse todavía. Así que Joel y su esposa, Dayle Groudine, de 68 años, se fueron a dormir. Una tormenta gigantesca había descargado 6 pies de nieve en el área de Buffalo y, si bien ya había pasado, había mucha nieve acumulada en todos lados.
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La noche de la boda terminaría siendo la última vez que la pareja vería a Bart con vida.
Según lo que pudo reconstruir la policía, Bart había salido a la calle. Lo encontraron en una pila de nieve a la mañana siguiente.
“Nos dijeron que probablemente para cuando murió había perdido el conocimiento y no habría sentido dolor”, dice Joel. “Pero las primeras semanas después de una pérdida como esa la mente repite una y otra vez los eventos. Aunque es algo que nunca se supera totalmente, vas avanzando de a poco”.
Los amigos de Bart hicieron una ceremonia para celebrar su vida, y cuando Joel y Dayle asistieron se sorprendieron del impacto que la vida de su hijo había tenido en tantas personas que ellos nunca conocieron. Sabían que su personalidad extrovertida y contagiosa había sido un imán para todos, pero cuando vieron a los 65 amigos presentes —y otros a quienes les negaron la entrada porque ya no había capacidad—, quedaron impactados.
Una lesión que les cambió la vida
La vida de Bart tuvo muchos desafíos. Sufrió una lesión cerebral traumática cuando era adolescente, y eso circunscribió muchos de los sueños y esperanzas que Joel y Dayle tenían para él, pero también les enseñó algo sobre la compasión, la prestación de cuidados y el amor incondicional. En la ceremonia, personas desconocidas compartieron historias de Bart brindándoles apoyo con su lema “nunca te des por vencido, nunca te rindas”. Ya sea que Bart estuviera hablando con alguien que sufría de convulsiones o con la madre de un niño con espina bífida, los relatos no cesaban.
“Tenía el don de poder ver y compartir el humor y la humanidad en las cosas comunes”, dice Joel. “Y fue un consuelo increíble ver cuánto había compartido”.
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