Vida Sana
En uno de los desastres de salud más devastadores en la historia de nuestro país, en menos de cuatro meses desde que se confirmó el primer caso de infección por coronavirus, unos 54,000 residentes y empleados de centros de cuidados a largo plazo fallecieron por motivos relacionados con la enfermedad. A continuación, el relato de lo que sucedió la primavera pasada, en las palabras de quienes lo vivieron.
EL 29 DE FEBRERO, un sitio web de ciencia y salud llamado Stat reveló la noticia de que "el nuevo coronavirus" había aparecido en un centro de cuidados a largo plazo en las afueras de Seattle. El titular dio a entender el caos que se acercaba:
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Life Care Center de Kirkland, con sus majestuosos árboles de hojas perennes y clasificación de calidad de cinco estrellas del Gobierno federal, aparentaba estar en excelente forma. Pero en tan solo días, 27 de sus 108 residentes y 25 de sus 180 empleados comenzaron a mostrar síntomas de una enfermedad misteriosa que ya estaba arrasando en 46 países y habían contraído más de 85,000 personas en todo el mundo.
Los hogares de ancianos pronto serían los más afectados por esta plaga desconocida y espantosa. Para la cuarta semana de junio, por lo menos 54,000 residentes y empleados de hogares de ancianos y otros centros de cuidados a largo plazo en Estados Unidos habían fallecido a causa del coronavirus. Casi 264,000 personas se contagiaron en 9,912 centros. Hay una estadística que se destaca: quienes viven en centros de cuidados a largo plazo representan menos del 1% de la población de Estados Unidos; sin embargo, el 43% de todas las muertes causadas por la COVID-19 hasta junio ocurrieron en esos centros.
Desde entonces, ese porcentaje no ha cambiado mucho. Para los residentes, auxiliares de enfermería, médicos, familiares, administradores, funcionarios públicos y el "personal de última intervención" en la primera línea de batalla, las cifras solas no captan el terror, la frustración, el agotamiento y los milagros ocasionales que vivieron durante los primeros meses de la crisis. Ellos nos cuentan en sus propias palabras cómo se desarrolló la situación durante esas primeras 18 semanas, hasta el momento, a fines de junio, en el que los casos nuevos de COVID-19 reportados en los hogares de ancianos comenzaron a estabilizarse. Pero, indudablemente, la COVID-19 no desapareció de los hogares de ancianos en junio. Para mediados de noviembre, el número de muertos en los centros de cuidados a largo plazo del país sobrepasó 94,000. Y en estos momentos, todos esos establecimientos todavía luchan por brindar seguridad y cuidados a sus residentes y empleados mientras la pandemia sigue sin disminuir.
Febrero
Brote epidémico
Nancy Butner, vicepresidenta de la división del noroeste de Life Care: En enero y a principios de febrero escuché que había un virus por ahí. Parecía que uno podía contagiarse si viajaba a China. No me preocupé por eso.
Cami Neidigh, hija de Geneva Wood, de 91 años, residente de Life Care: Mi madre ingresó a Life Care a mediados de enero para rehabilitarse después de un derrame cerebral. Se suponía que le dieran de alta a principios de marzo, pero la última semana de febrero se cayó y se fracturó la cadera. Fue justo en esa época cuando todos a su alrededor empezaron a enfermarse.
Geneva Wood, residente de Life Care: Mi compañera de cuarto estaba tosiendo. Todos dijeron que tenía bronquitis. Luego yo empecé a toser y me costaba trabajo respirar. Pensé que era neumonía, y recuerdo que dijeron que tenía fiebre de 102 °F. Me imagino que no sabía lo suficiente para asustarme.
Cami Neidigh: Caminaba por los pasillos y la mitad de los empleados usaban mascarilla y la mitad no, así que no pensé que fuera tan serio.
Butner, vicepresidenta de Life Care: No teníamos ni idea de lo mal que estaban las cosas. Habíamos tenido gripes antes, pero esto era distinto. La gripe causa síntomas. Nuestro personal de enfermería estaba pendiente de una tos seca dificultosa y problemas respiratorios. Lo que no entendimos fue cuántas personas podían permanecer sin síntomas.
Timothy Killian, vocero de Life Care: Todos crecimos con películas sobre pandemias en las que camionetas del Gobierno aparecen y toman el control. A medida que la situación empeoraba y el centro se cerró al público y empezó a morir gente, yo seguí esperando algún tipo de respuesta coordinada, pero no vimos nada de eso.
Seema Verma, administradora de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS): Cuando la situación surgió en el centro de salud de Seattle, llamé al equipo del vicepresidente. Estábamos muy preocupados. Ojalá hubiéramos tenido más y mejor información de China en términos del impacto para los adultos mayores. Esa fue una parte clave que faltó y que hubiera facilitado un poco nuestro trabajo al principio.
Cami Neidigh: Afortunadamente, mi madre mejoró. Es una vieja texana fuerte. Pero su compañera de cuarto no sobrevivió.
Geneva Wood: Fueron muchas plegarias... y sopa de papas. Era lo único que podía comer.
Febrero-marzo
Focos de enfermedad
El 29 de febrero, el Departamento de Salud Pública de Seattle y del Condado de King anunció el primer fallecimiento en un hogar de ancianos a causa de la COVID-19 (un residente de Life Care). Unos días después, se confirmó por medio de pruebas que la muerte de otros dos residentes el 26 de febrero había sido ocasionada por el virus. En las semanas siguientes, 100 residentes (casi todos los que vivían allí) recibieron un resultado positivo en la prueba de detección del coronavirus, y 37 fallecieron.
Butner, vicepresidenta de Life Care: El turno de la noche era el peor, pues era cuando empeoraban los pacientes. El sentimiento era como si hubiera explotado una bomba en tu hogar de ancianos. Habíamos cuidado de estos pacientes durante años, y no podíamos hacer nada.
Killian, vocero: Teníamos 20 camiones de noticias en nuestro estacionamiento. Todo el mundo se acusaba y culpaba mutuamente, mientras buscaban lo que habíamos hecho mal. Mientras tanto, el virus se propagaba.
Lori Porter, cofundadora de National Association of Health Care Assistants (que representa a 26,000 asistentes de enfermería certificados): Los mensajes de texto empezaron y no paraban. Mis asistentes de enfermería certificados en todo el país estaban preocupados. El virus estaba apareciendo en Michigan, en Nueva York. ¿Nosotros corremos peligro? ¿Deberíamos ir a trabajar esta noche? Dinos si es seguro. ¿Es cierto o es un engaño? ¿Dónde podemos encontrar equipo de protección personal? Nadie mencionaba las pruebas de detección.
Danielle Ivory, periodista de investigación del New York Times: Cuando comenzaron a surgir los casos, literalmente empezamos con una hoja de cálculo, un esfuerzo de recopilación de datos totalmente manual. Fuimos estado por estado, llamamos a funcionarios de condados y oficinas de médicos forenses, verificamos listas en Twitter en un intento de reunir esta información, pues nadie a nivel federal estaba organizando estas cifras. Muchos de los enfermos eran residentes y empleados de hogares de ancianos.
Verma, de los CMS: El vicepresidente me pidió que me uniera al grupo de trabajo contra el coronavirus. Teníamos geriatras, cirujanos y médicos especializados en enfermedades infecciosas que trabajaban día y noche para elaborar pautas y recomendaciones. Para mí, esto era cuestión de vida o muerte. Sabíamos que cada día podía marcar una diferencia. Y hay que tener en cuenta que los hogares de ancianos eran solo una parte. Los CMS tienen jurisdicción sobre todo el sistema de salud.
Elaine Ryan, vicepresidenta de AARP de Asuntos Gubernamentales para Defensa de Derechos en los estados: Al principio, no se les dio prioridad a los hogares de ancianos. Se consideró que los hospitales eran los epicentros de la crisis; pero los epicentros de las muertes fueron los hogares de ancianos.
Porter, defensora de derechos de los enfermeros: El personal de enfermería usaba bolsas de basura como batas, pañuelos, lo que pudieran amarrar alrededor de la cara. Llegaban a su hogar y cosían botones en protectores faciales hechos en casa. Simplemente, no recibían equipo de protección.
Verma, de los CMS: A los hogares de ancianos siempre se les dio alta prioridad. Al principio, los estados no necesariamente enviaban equipo de protección personal a esos centros, y por eso cambiamos esa estrategia. FEMA [Agencia Federal para el Manejo de Emergencias] empezó a enviar los suministros directamente a los hogares de ancianos, y creo que eso marcó una diferencia increíble.
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