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Cuatro meses que dejaron 54,000 muertes por la COVID-19 en los hogares de ancianos

La historia contada de una tragedia nacional.


En uno de los desastres de salud más devastadores en la historia de nuestro país, en menos de cuatro meses desde que se confirmó el primer caso de infección por coronavirus, unos 54,000 residentes y empleados de centros de cuidados a largo plazo fallecieron por motivos relacionados con la enfermedad. A continuación, el relato de lo que sucedió la primavera pasada, en las palabras de quienes lo vivieron.  

EL 29 DE FEBRERO, un sitio web de ciencia y salud llamado Stat reveló la noticia de que "el nuevo coronavirus" había aparecido en un centro de cuidados a largo plazo en las afueras de Seattle. El titular dio a entender el caos que se acercaba:

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Life Care Center de Kirkland, con sus majestuosos árboles de hojas perennes y clasificación de calidad de cinco estrellas del Gobierno federal, aparentaba estar en excelente forma. Pero en tan solo días, 27 de sus 108 residentes y 25 de sus 180 empleados comenzaron a mostrar síntomas de una enfermedad misteriosa que ya estaba arrasando en 46 países y habían contraído más de 85,000 personas en todo el mundo.

Los hogares de ancianos pronto serían los más afectados por esta plaga desconocida y espantosa. Para la cuarta semana de junio, por lo menos 54,000 residentes y empleados de hogares de ancianos y otros centros de cuidados a largo plazo en Estados Unidos habían fallecido a causa del coronavirus. Casi 264,000 personas se contagiaron en 9,912 centros. Hay una estadística que se destaca: quienes viven en centros de cuidados a largo plazo representan menos del 1% de la población de Estados Unidos; sin embargo, el 43% de todas las muertes causadas por la COVID-19 hasta junio ocurrieron en esos centros.

Desde entonces, ese porcentaje no ha cambiado mucho. Para los residentes, auxiliares de enfermería, médicos, familiares, administradores, funcionarios públicos y el "personal de última intervención" en la primera línea de batalla, las cifras solas no captan el terror, la frustración, el agotamiento y los milagros ocasionales que vivieron durante los primeros meses de la crisis. Ellos nos cuentan en sus propias palabras cómo se desarrolló la situación durante esas primeras 18 semanas, hasta el momento, a fines de junio, en el que los casos nuevos de COVID-19 reportados en los hogares de ancianos comenzaron a estabilizarse. Pero, indudablemente, la COVID-19 no desapareció de los hogares de ancianos en junio. Para mediados de noviembre, el número de muertos en los centros de cuidados a largo plazo del país sobrepasó 94,000. Y en estos momentos, todos esos establecimientos todavía luchan por brindar seguridad y cuidados a sus residentes y empleados mientras la pandemia sigue sin disminuir.

Febrero

Brote epidémico

Nancy Butner, vicepresidenta de la división del noroeste de Life Care: En enero y a principios de febrero escuché que había un virus por ahí. Parecía que uno podía contagiarse si viajaba a China. No me preocupé por eso.

Cami Neidigh, hija de Geneva Wood, de 91 años, residente de Life Care: Mi madre ingresó a Life Care a mediados de enero para rehabilitarse después de un derrame cerebral. Se suponía que le dieran de alta a principios de marzo, pero la última semana de febrero se cayó y se fracturó la cadera. Fue justo en esa época cuando todos a su alrededor empezaron a enfermarse.

Geneva Wood, residente de Life Care: Mi compañera de cuarto estaba tosiendo. Todos dijeron que tenía bronquitis. Luego yo empecé a toser y me costaba trabajo respirar. Pensé que era neumonía, y recuerdo que dijeron que tenía fiebre de 102 °F. Me imagino que no sabía lo suficiente para asustarme.

Cami Neidigh: Caminaba por los pasillos y la mitad de los empleados usaban mascarilla y la mitad no, así que no pensé que fuera tan serio.

Enfermero: “Ella tiene fiebre. Creemos que ella... Este es el sitio donde hay coronavirus [...]"

— llamada al 911 el 29 de febrero desde Life Care sobre Loretta Rapp, una residente enferma de 79 años. Rapp fue una de las primeras pacientes en hogares de ancianos de EE.UU. que falleció a causa del virus.

Butner, vicepresidenta de Life Care: No teníamos ni idea de lo mal que estaban las cosas. Habíamos tenido gripes antes, pero esto era distinto. La gripe causa síntomas. Nuestro personal de enfermería estaba pendiente de una tos seca dificultosa y problemas respiratorios. Lo que no entendimos fue cuántas personas podían permanecer sin síntomas. 

Timothy Killian, vocero de Life Care: Todos crecimos con películas sobre pandemias en las que camionetas del Gobierno aparecen y toman el control. A medida que la situación empeoraba y el centro se cerró al público y empezó a morir gente, yo seguí esperando algún tipo de respuesta coordinada, pero no vimos nada de eso.

Seema Verma, administradora de los Centros de Servicios de Medicare y Medicaid (CMS): Cuando la situación surgió en el centro de salud de Seattle, llamé al equipo del vicepresidente. Estábamos muy preocupados. Ojalá hubiéramos tenido más y mejor información de China en términos del impacto para los adultos mayores. Esa fue una parte clave que faltó y que hubiera facilitado un poco nuestro trabajo al principio.

Cami Neidigh: Afortunadamente, mi madre mejoró. Es una vieja texana fuerte. Pero su compañera de cuarto no sobrevivió.

Geneva Wood: Fueron muchas plegarias... y sopa de papas. Era lo único que podía comer. 

spinner image Geneva Wood de 90 años.
Geneva Wood, de 91 años, sobrevivió al brote de COVID-19 en el Life Care Center de Kirkland. Su compañera de cuarto no sobrevivió.
PHOTO BY DAVID RYDER

Febrero-marzo

Focos de enfermedad

El 29 de febrero, el Departamento de Salud Pública de Seattle y del Condado de King anunció el primer fallecimiento en un hogar de ancianos a causa de la COVID-19 (un residente de Life Care). Unos días después, se confirmó por medio de pruebas que la muerte de otros dos residentes el 26 de febrero había sido ocasionada por el virus. En las semanas siguientes, 100 residentes (casi todos los que vivían allí) recibieron un resultado positivo en la prueba de detección del coronavirus, y 37 fallecieron.

Butner, vicepresidenta de Life Care: El turno de la noche era el peor, pues era cuando empeoraban los pacientes. El sentimiento era como si hubiera explotado una bomba en tu hogar de ancianos. Habíamos cuidado de estos pacientes durante años, y no podíamos hacer nada.

Killian, vocero: Teníamos 20 camiones de noticias en nuestro estacionamiento. Todo el mundo se acusaba y culpaba mutuamente, mientras buscaban lo que habíamos hecho mal. Mientras tanto, el virus se propagaba. 

CASO DE CORONAVIRUS EN CAROLINA DEL NORTE SE CONECTA A UN HOGAR DE ANCIANOS DEL ESTADO DE WASHINGTON

— Titular del New York Post del 3 de marzo del 2020.

Lori Porter, cofundadora de National Association of Health Care Assistants (que representa a 26,000 asistentes de enfermería certificados): Los mensajes de texto empezaron y no paraban. Mis asistentes de enfermería certificados en todo el país estaban preocupados. El virus estaba apareciendo en Michigan, en Nueva York. ¿Nosotros corremos peligro? ¿Deberíamos ir a trabajar esta noche? Dinos si es seguro. ¿Es cierto o es un engaño? ¿Dónde podemos encontrar equipo de protección personal? Nadie mencionaba las pruebas de detección.

Danielle Ivory, periodista de investigación del New York Times: Cuando comenzaron a surgir los casos, literalmente empezamos con una hoja de cálculo, un esfuerzo de recopilación de datos totalmente manual. Fuimos estado por estado, llamamos a funcionarios de condados y oficinas de médicos forenses, verificamos listas en Twitter en un intento de reunir esta información, pues nadie a nivel federal estaba organizando estas cifras. Muchos de los enfermos eran residentes y empleados de hogares de ancianos. 

spinner image Seema Verma, administradora del Centers for Medicare and Medicaid Services, habla junto al presidente de EE.UU. Donald Trump, en una rueda de prensa del grupo de trabajo sobre el coronavirus.
Seema Verma junto al presidente Trump.
Michael Reynolds/EPA via Getty Images

Verma, de los CMS: El vicepresidente me pidió que me uniera al grupo de trabajo contra el coronavirus. Teníamos geriatras, cirujanos y médicos especializados en enfermedades infecciosas que trabajaban día y noche para elaborar pautas y recomendaciones. Para mí, esto era cuestión de vida o muerte. Sabíamos que cada día podía marcar una diferencia. Y hay que tener en cuenta que los hogares de ancianos eran solo una parte. Los CMS tienen jurisdicción sobre todo el sistema de salud.

Elaine Ryan, vicepresidenta de AARP de Asuntos Gubernamentales para Defensa de Derechos en los estados: Al principio, no se les dio prioridad a los hogares de ancianos. Se consideró que los hospitales eran los epicentros de la crisis; pero los epicentros de las muertes fueron los hogares de ancianos.

Porter, defensora de derechos de los enfermeros: El personal de enfermería usaba bolsas de basura como batas, pañuelos, lo que pudieran amarrar alrededor de la cara. Llegaban a su hogar y cosían botones en protectores faciales hechos en casa. Simplemente, no recibían equipo de protección.

Verma, de los CMS:  A los hogares de ancianos siempre se les dio alta prioridad. Al principio, los estados no necesariamente enviaban equipo de protección personal a esos centros, y por eso cambiamos esa estrategia. FEMA [Agencia Federal para el Manejo de Emergencias] empezó a enviar los suministros directamente a los hogares de ancianos, y creo que eso marcó una diferencia increíble.

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Porter, defensora de derechos de los enfermeros: ¿FEMA? Hubo un hogar de ancianos en Oklahoma que recibió preservativos de FEMA a modo de equipo de protección personal. ¡Preservativos!

Ryan, de AARP: Fue asombroso ver que al principio de la pandemia se actuó con rapidez para erradicar a los estudiantes universitarios de los campus y cancelar los partidos de básquetbol porque eran entornos grupales. Sin embargo, se ignoró a los residentes de los hogares de ancianos. Nadie sugirió trasladarlos a lugares más seguros. Tal y como lo veo, el problema fue la discriminación por edad. 

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El confinamiento

El 13 de marzo, el día en el que el presidente Trump declaró el estado de emergencia nacional, los CMS emitieron guías para el control de las infecciones y la prevención de la COVID-19 en los hogares de ancianos. Las pautas incluían la recomendación de restringir el ingreso de casi todos los visitantes: los seres queridos y la mayoría de los defensores del pueblo y de los inspectores de hogares de ancianos.

Verma, de los CMS: El confinamiento fue una decisión desgarradora. Muchos de nosotros tenemos amigos y familiares en un hogar de ancianos. Pero enfocamos este asunto desde el punto de vista de la seguridad y también de la calidad de vida de estos residentes.

Bill Medina, hijo de Pedro Medina González, residente de 81 años del centro de vivienda asistida Symphony of Orchard Valley de Aurora, Illinois: Me enteré por las noticias sobre el cierre al público. Pasé por el hogar de ancianos para ver a mi padre como hacía todos los días, pero me dijeron que no podía entrar.

Sherry Perry, asistente de enfermería certificada en un centro de Lebanon, Tennessee: Cerraron las puertas con llave, y nos tocó a nosotros resolver. Con 34 años de experiencia en el trabajo, ahora estaba a ciegas. Tenemos contacto con estos residentes. Les damos vuelta, los llevamos al baño, los cuidamos. No es posible mantener el distanciamiento social en un hogar de ancianos.

Alison Lolley: (Lolley trasladó a su madre de 81 años, Cheryl Fink Lolley, a The Oaks, un hogar de ancianos de Monroe, Luisiana, el último día del 2019. Esto es parte de su declaración al Subcomité de la Cámara de Representantes en materia de la crisis del coronavirus): Mi mamá estaba en silla de ruedas, pero mantenía toda su agudeza mental. Cuando restringieron las visitas, se me encogió el corazón. Debíamos visitar desde fuera del establecimiento, detrás de una unidad de aire acondicionado en una zona húmeda de suelo blando, mientras tratábamos de verla claramente a través de una ventana al tiempo que intentábamos mantener la compostura para mamá y demostrar estabilidad. 

“En este momento, tenemos un solo caso confirmado de COVID-19 en uno de nuestros centros. Estamos trabajando diligentemente para minimizar el posible contagio, pero también nos estamos preparando por si surge el coronavirus en otro de nuestros centros".

— Dr. Richard Feifer, director médico de Genesis HealthCare, el mayor conglomerado de hogares de ancianos en EE.UU., durante una llamada con inversionistas el 17 de marzo.

Toby Edelman, abogada de Center for Medicare Advocacy: En los hogares de ancianos, la situación se volvió espantosa. De un momento a otro, perdimos la transparencia y la responsabilización. Después de que los CMS suspendieron el requisito de 75 horas de capacitación para los ayudantes de enfermería, muchos estados permitieron que el personal proporcionara cuidados después de solo asistir a un programa de capacitación en línea de ocho horas. Los empleados se enfermaban, morían, estaban cuidando a sus propias familias. Hacían falta nuevos trabajadores porque los residentes necesitaban atención, pero ¿ocho horas?

Alix Handy: (su madre, Lona Erwin, de 86 años, falleció debido a complicaciones causadas por el virus el 18 de marzo, solo 3½ horas después de que Handy se enterara de que había enfermos de COVID-19 en el hogar de ancianos Family of Caring de Montclair, Nueva Jersey): Lo más difícil fue que mi madre murió sola. No culpo al hogar de ancianos por su muerte. Sí los culpo por la manera en la que manejaron la comunicación. Si esa mañana hubieran admitido que allí había casos de COVID-19, yo hubiera insistido en verla. No sé cómo fueron sus últimas 24 horas, y eso de verdad me molesta.

Phyllis Scantland: (su esposo, Bill, de 84 años, tenía demencia con cuerpos de Lewy y vivía en Golden Living Center de Mishawaka, Indiana): Lo visité por la ventana y fue un desastre porque lo único que él hacía era tratar de llegar hasta mí. Escribí "te amo" en un papel y él dijo "¡no me hagas eso!". Intentó levantarse de su silla para llegar a la puerta, y después rompió a llorar. 

Marzo-abril

El mapa explota

Para el 27 de marzo —solo cuatro semanas después de que apareciera el primer caso en el estado de Washington—, más de 400 centros de cuidados a largo plazo habían reportado casos de COVID-19. Un centro en Maryland reportó dos casos confirmados el 27 de marzo y 64 casos confirmados al día siguiente. En cuestión de días, 77 de sus 95 residentes habían dado positivo en la prueba del coronavirus.

Dr. William LaCorte, director médico de varios hogares de ancianos en la zona de Nueva Orleans: Los sistemas estaban agobiados. Nuestros pacientes de hogares de ancianos llegaban a la sala de emergencias y los hospitales decían: "No los ingresen. Envíenlos de regreso al hogar de ancianos". Me enojé muchísimo. “¿Envían a pacientes infectados de vuelta para que contagien a los demás?”. Por cada paciente que devolvieron, probablemente tuvimos 10 residentes, empleados o familiares que se contagiaron. 

“Sueldo de horas extras y prima de $2,500 por contratación. Disponibilidad en todos los turnos".

— anuncio de empleo publicado en internet por Canterbury Rehabilitation & Healthcare Center de Richmond, Virginia, donde para mediados de abril, al menos 46 residentes habían muerto a causa del virus.

Laurie Facciarossa Brewer, defensora de cuidados a largo plazo de Nueva Jersey: Las llamadas de las familias preocupadas cambiaron de "me dijeron que mi madre tiene fiebre, pero nadie me devuelve la llamada" a "me dijeron que estaba estable y 90 minutos después me llamaron para decirme que había muerto".

Ivory, periodista del New York Times: Para principios de abril, habíamos identificado más de 36,000 casos y más de 7,000 muertes en hogares de ancianos.

Bernice Stafford-Turner: (su hermano, Fred Stafford, un residente de 66 años de Canterbury en Virginia, dio positivo en la prueba de COVID-19 pero no tuvo síntomas): Una de mis mayores inquietudes era, bien, Fred tuvo resultado positivo en la prueba. ¿Qué está haciendo el centro? ¿Cuál es el plan? ¿Cuántas personas de este centro deben morir para que se den cuenta de que tienen que hacer algo distinto?

Eric C. Danielson, jefe de policía de Andover Township, Nueva Jersey (en una cita del 15 de abril después de que gracias a un informe se descubrieran 17 cadáveres en una morgue improvisada en Andover Subacute and Re-habilitation Center): “El personal se vio desbordado por el número de cuerpos sin vida”.

Phil Murphy, gobernador demócrata de Nueva Jersey, el 16 de abril: “Los habitantes de Nueva Jersey que viven en centros de cuidados a largo plazo merecen que los cuiden con respeto, compasión y dignidad. Podemos y debemos mejorar".

Estimado familiar: Hoy nos informaron que un empleado dio resultado positivo en la prueba de detección de COVID-19. Le pedimos que se sume a nuestras oraciones por una pronta recuperación.

— carta del director de operaciones de The Oaks a Alison Lolley fechada el 13 de abril y recibida el 17 de abril.

Alison Lolley: Empecé a ver prácticas vacilantes por parte del personal y el centro, y mi mamá comenzó a verse desarreglada. Se quejaba suavemente de que "las cosas no parecían bien" y más de una vez me dijo que "no había comido ni una sola vez en todo el día". Envié un mensaje de texto a la directora de operaciones y me dijo que los enfermeros habían estado ocupados con llamadas sin cesar y que estaban haciendo lo que podían para devolver las llamadas lo más rápido posible. Comencé a hacer preguntas. Espontáneamente, la directora me dijo que si bien no podía garantizar nada, confiaba que lo habían "superado".

Betsy McCaughey, ex vicegobernadora de Nueva York y fundadora del Committee to Reduce Infection Deaths, en una cita del 17 de abril: “Un paciente con COVID-19 en un hogar de ancianos genera una masacre... Son fosas mortales".

Judith Regan, ejecutiva editorial, sobre Leo Regan, su padre de 91 años residente de Long Island State Veterans Home en Stony Brook University, donde 32 residentes habían muerto: “Están llevando al matadero a los residentes y los empleados. Él está en el Titanic, pero no hay botes salvavidas".

Faith Heimbrodt (su madre, Carol Orlando, de 79 años, vivía en Geneva Nursing and Rehabilitation Center de Geneva, Illinois, un centro de 91 camas con al menos 145 casos de COVID-19 y 30 muertes entre residentes y empleados): La última vez que vi a mi madre en persona fue el 23 de abril. No estaba bien, pero me aseguraron que no tenía COVID-19. Murió el 25 de abril. Llamé para pedir una autopsia. Me devolvieron la llamada y dijeron: "No podemos tocar su cuerpo. La bolsa tiene una etiqueta positiva para COVID-19", aunque en el hogar no le habían hecho la prueba. El resultado positivo se identificó con el cuerpo cinco días después.

Alison Lolley: Nuestra familia vio deteriorarse a mi mamá. Ella se quejaba de la falta de cuidados y de los malos tratos que recibía en su habitación de personas que no reconocía. Durante una visita a su ventana, la encontré sin ropa, descuidada y confundida. Informé sobre estos problemas y recibí explicaciones prefabricadas o promesas de abordar el asunto "inmediatamente".

Bill Sweeney, vicepresidente sénior de Asuntos Gubernamentales de AARP: Más de 6,000 personas de todo el país se comunicaron con AARP con historias completamente devastadoras sobre lo que les sucedió a sus seres queridos. Sobre ver a un familiar con aspecto demacrado. O encontrarlo acostado desnudo. Esto no solo se relaciona con el coronavirus. Esto revela un sistema fallido de cuidados en hogares de ancianos que durante años no recibió la atención adecuada.

Alison Lolley: A mamá la transfirieron al hospital el 23 de abril e ingresó a la unidad de COVID-19. Allí falleció el 29 de abril a las 5:05 p.m. Mamá murió sola, y mi familia quedará marcada por esta tragedia para siempre.

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spinner image Alison Lolley sostiene un libro con fotos de su madre.
Allison Lolley, de pie fuera del asilo de ancianos donde su madre, Cheryl Fink Lolley, murió de COVID-19, critica el énfasis de los asilos de ancianos en el "resultado final".
FOTO POR CRAIG MULCAHY

Reverendo Michael WayChrist Episcopal Church, Middletown, Nueva Jersey: Recibí una llamada sobre un feligrés con coronavirus y la enfermedad de Parkinson en etapa avanzada. Se pensaba que solo viviría unos días, o tal vez horas, y me pidieron que le diera la extremaunción a través de la ventana de su habitación. Parecía que estaba consciente, hasta el punto de que noté que movía los labios cuando dije el Padrenuestro. Aparte de eso, no se comunicaba ni respondía de manera alguna. Un par de meses después me enteré de que había vencido todos los pronósticos y se había recuperado de la COVID-19.

Carol Williams, directora funeraria y directora ejecutiva de la National Funeral Directors & Morticians Association: En un hogar de ancianos de Atlanta fallecieron dos parejas. Sus familiares no pudieron tener el funeral que deseaban para sus seres queridos. No realizamos servicios religiosos porque todas las iglesias están cerradas. Tratamos de ayudar a estas familias, pero a veces tenemos que alejarnos y sentarnos a llorar en la oficina porque no podemos hacer nada.

Mayo

Protégete

Con 20,000 muertes por coronavirus hasta ese momento, los hogares de ancianos del país realizaron un gran esfuerzo de cabildeo para protegerse contra las demandas judiciales. A principios de mayo, al menos 15 estados tenían vigentes leyes o decretos gubernamentales para evitar las acciones judiciales contra estos establecimientos.

Ryan, de AARP: Sorprendentemente, mientras las personas fallecían en los hogares de ancianos, los mayores esfuerzos de los peces gordos de la industria fueron para asegurar que no los declararan legalmente responsables de esas muertes.

Edelman, defensora de derechos de Medicare: La campaña para lograr la inmunidad para los hogares de ancianos fue escandalosa. Ya no había inspecciones ni se permitía entrar a los familiares. No había ningún control. A los residentes no los bañaban. Tenían úlceras de decúbito. Nos enterábamos sobre pérdidas de peso de 30 o 40 libras. Y el daño psicológico del aislamiento fue devastador.

Anita Martin (su madre, Marlene Cowans-Hill, de 72 años, murió el 15 de mayo luego de contraer COVID-19 en Bloomington Rehabilitation & Health Care Center de Bloomington, Illinois): Ella me llamaba y lloraba porque tenía hambre todo el tiempo. La situación se puso tan mala que mi madre me contó que alguien le estaba vendiendo bolsas de palomitas de maíz por un dólar. Le pregunté al personal del centro: "¿Quién le está vendiendo palomitas de maíz a mi madre en un hogar de ancianos? Ella es una paciente que recibe diálisis".

Edelman: Los centros que solo cuidan a pacientes con COVID-19 reciben cientos de dólares al día por cada residente, además de otros reembolsos. Los incentivos económicos hicieron que dieran de baja a otros residentes de manera inadecuada y los enviaran sin nada a moteles o a albergues para personas sin hogar, o incluso —todavía peor—, a la calle. Y los empleados siguen estando mal remunerados y siguen arriesgando su vida.

Chris Brown, asistente de enfermería certificado que trabaja en un hogar de ancianos de Chicago: Si trabajo mientras estoy enfermo, el virus podría propagarse como un incendio forestal. Si no voy a trabajar, me arriesgo a no poder pagar mis cuentas. Tengo que escoger entre tener electricidad o proteger mi salud. Han puesto a los empleados de hogares de ancianos, como yo, en una posición en la que llevamos todas las de perder, algo que debemos cambiar.

Anita Martin: Me enteré de que mi madre tenía algo de fiebre y que su nivel de oxígeno era bajo, así que hice que la enfermera llamara al 911 mientras yo permanecía en el teléfono. Me dolió, porque cuando preguntaron sobre sus signos vitales y si estaba cambiando de color, la enfermera se rió entre dientes y dijo que no sabía porque mi madre era afroamericana.

Ivory, periodista del New York Times: Nos causó una gran conmoción descubrir que los hogares de ancianos con poblaciones significativas de negros y latinos —sin importar su ubicación, tamaño, gobierno.

Bill Medina (su padre fue trasladado el 5 de mayo a un hospital, donde falleció el 11 de mayo): Me llamaron un sábado mientras estaba en el trabajo y me preguntaron si quería ir a verlo porque probablemente no le quedaba mucho tiempo. Me dieron todo el equipo de protección personal. Le sostuve la mano cuando murió. Estas muertes por COVID-19 son más que simplemente cifras. Mi padre tenía un taller de silenciadores. A principios de la década de 1980, fue una personalidad de la radio en español. Solo agradezco haber estado con él en el último momento.

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PHOTO BY SCOTT BUCHMAN

¿Dónde está la asistencia?

El 22 de mayo, el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. anunció la asignación de casi $4,900 millones en fondos adicionales de asistencia para los centros de cuidados especializados.

Ryan, de AARP: En mis 30 años de carrera en activismo, nunca había visto nada como esto. Meses después de que se enviaran miles de millones de dólares de los contribuyentes directamente a los propietarios de hogares de ancianos, decenas de miles continuaron muriendo mientras estaban a su cuidado. También continúan los reportes de equipo de protección personal inadecuado, falta de pruebas de detección para los residentes y el personal, infecciones y muertes. ¿Qué hogares de ancianos recibieron fondos adicionales y en qué los han utilizado?

George V. Hager Jr., director ejecutivo de Genesis HealthCare, al informar el 27 de mayo que habían recibido más de $360 millones en ayuda del Gobierno. (En ese momento, Genesis tenía 1,500 muertes y otros 6,700 casos confirmados de COVID-19 entre los residentes en cerca de la mitad de sus 361 centros de cuidados): “Como nación, nos enfrentamos a la pandemia más importante de los tiempos modernos, y en ningún lugar ha sido más evidente este desafío que en los centros de cuidados especializados”.

Junio

Un efecto histórico

Porter, defensora de derechos de los enfermeros: Cuando la primavera se transformó en verano, todos nos sentimos aturdidos por lo que estaba sucediendo. La COVID-19 no solo había asolado los hogares de ancianos, sino que también había hecho que el trabajo en estos centros fuera el más peligroso del país. Pero ¿qué otra opción teníamos?

Ivory, periodista del New York Times: A principios de junio, el Gobierno federal finalmente comenzó a publicar datos sobre los hogares de ancianos, pero no exigió que los centros informaran sobre ningún caso o muerte que hubiera ocurrido antes de mayo, lo que a nuestro parecer básicamente omitió la peor etapa del brote en la mayor parte del país. Tal vez nunca conozcamos la verdadera cantidad de víctimas.

Michael Brown (su madre, Nina, de 87 años, recibió un resultado negativo a fines de mayo cuando residía en el Crofton Care & Rehabilitation Center, en Crofton, Maryland. Para el 1.º de junio, estaba en una unidad de aislamiento con fiebre, vómitos, dolor y un resultado positivo): Es frustrante y verdaderamente deplorable. No confío en que esté protegida.

Alison Lolley: Voy a pasar el resto de mi vida asegurándome de que los hogares de ancianos tengan el mismo tipo de dirección, supervisión, compromiso juramentado y responsabilidades que un hospital, porque los hogares de ancianos toman muchas decisiones en torno a los resultados financieros y no al cuidado de la vida.

Perry, asistente de enfermería certificada: Vemos el deterioro de los pacientes incluso en los centros en los que no se produjeron muertes por COVID-19. Algo tan simple como levantarse y dirigirse al comedor o cantar una canción en un grupo. Cuando eso se suspende, es tremendo. Se han producido muertes recientemente, y si bien no se debieron a la COVID-19, no hay duda de que esta enfermedad tuvo algo que ver.

Ivory, periodista del New York Times: A fines de junio, cuando se publicó la nueva versión de nuestro rastreador de hogares de ancianos, las muertes en estos centros habían superado las 50,000. Esa cifra histórica realmente te paraliza. Se trata de padres, abuelos, amigos; no son simplemente números.

LOS DATOS FEDERALES INDICARON 5,468 nuevos casos de COVID-19 en los hogares de ancianos del país durante la semana del 21 de junio, el recuento semanal más bajo desde que el Gobierno federal comenzó a recopilar esa información en mayo, lo que sugirió la llegada de cierta estabilidad en la situación.

Butner, de Life Care: Pasas por las habitaciones y los residentes ya no están allí. Es tan triste. Hay muchas cosas que no hicimos bien. Pero cuando vives una tragedia como esta, lo único que puedes hacer es aprender y hacerlo mejor. Le escribí una carta a la COVID. Fue mi terapia.

Estimada COVID-19:

Me has cambiado la vida. Me has presionado más allá de mis límites. Me obligaste a hacer más de lo que pensé que podía hacer. A veces, no sabíamos cómo íbamos a salir adelante. Lo resolvimos, turno tras turno. Lamentablemente, hubo otras fuerzas en contra nuestra además de ti. Desearía haber hecho ciertas cosas de otra manera. Pero tomamos la mejor decisión con el conocimiento y los recursos que teníamos en ese momento… Hay algo que sécon certeza; luchamos contra ti y te vencimos. Poco más de treinta días después de tu llegada, abandonaste el Life Care Center de Kirkland. Esto me da la fuerza necesaria para seguir luchando.

Alison Lolley: Si tuviera un mensaje para compartir después de todo esto, sería este: reformen esta industria (enlace en inglés), denle los fondos necesarios y háganlo pronto. Por favor, no permitan que la muerte de mi madre sea en vano.

PRÓXIMO: ¿Quién tiene la culpa de los 100,000 muertos por la COVID-19 en los hogares de ancianos?

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