Vida Sana
Cuando escuché que mi esposo, Estuardo Juárez, necesitaba una cirugía de derivación coronaria doble (bypass), se me doblaron las rodillas y casi caigo encima de la camilla en la que, aún convaleciente después de un cateterismo, estaba él. Jamás ha fumado, no ha sido un bebedor y es un deportista empedernido. La noticia de que, a los 52 años, necesitaba un procedimiento tan invasivo, me dejó sin aliento.
Llena de pánico y de ignorancia pregunté: “Doctor, ¿esa operación es en la que le tienen que partir el esternón?”.
¡ÚLTIMA OPORTUNIDAD! - Únete a AARP a precios del 2024; las tarifas aumentan en el 2025.
Obtén acceso inmediato a productos exclusivos para socios y cientos de descuentos, una segunda membresía gratis y una suscripción a AARP The Magazine.
Únete a AARP
Sonriente, contestó: “Poniéndolo de esa manera, sí. Esta es una cirugía de corazón abierto. Él es un candidato perfecto porque es joven y saludable. El único problema que veo es que es Testigo de Jehová y, al no aceptar transfusiones de sangre, su riesgo aumenta considerablemente. Ahora tiene una obstrucción del 99% en una arteria y entre 70 y 90% de la otra. Hay que operar pronto”.
Tratamos de explicarle las alternativas, en cuanto a las transfusiones de sangre, que sí aceptamos para que viera nuestro caso tal como lo haría con un paciente que es alérgico a la penicilina, pero no nos puso mucha atención. Así aprendimos la primera lección de esta travesía: como solo tenemos un corazón, no se lo entregaríamos al primer médico que conociéramos. Buscaríamos hasta encontrar a alguien que nos transmitiera absoluta confianza.
Los primeros pasos antes de la cirugía
En primer lugar teníamos que compartir la noticia con el resto de la familia y los amigos. Nos costó mucho porque no teníamos toda la información a mano. Fue aun más difícil decirle a mi mamá, quien a sus 77 años ya excedió su dosis de sufrimientos. Sin embargo, con la entereza que la caracteriza, se tragó sus lágrimas para darnos fuerza. Desde ese día no se despegó de nosotros y comenzó a hacerle a Estuardo todas las recetas que fortalecieran su sistema.
Yo volqué todas mis energías en búsquedas por internet. Quería saber todo sobre la operación: de qué se trataba, qué médicos tenían el menor índice de mortalidad, quiénes la hacían sin transfusiones de sangre (hay hospitales con centros especializados en ello) y si mi esposo era un buen candidato para la cirugía menos invasiva (MIDCAB) o robótica. En casi toda familia hay una persona incondicional; en la mía esa persona es mi hermana, Claudia. Ella se volcó conmigo en esta búsqueda y descubrimos que hay varios especialistas cuyo correo electrónico está disponible y que, si uno les envía el expediente médico por correo, analizan el caso.
Buscando al cirujano ideal
Uno maravilloso que me cautivó por su sensibilidad fue el Dr. John Puskas (en inglés). El presidente del departamento de cirugía cardiovascular del hospital Mount Sinai Beth Israel, en Nueva York, contestó mi email un domingo y mostró tanto interés que ya estábamos analizando cómo viajar para verlo.
También te puede interesar
10 señales sigilosas de que podrías tener una enfermedad del corazón
El mal aliento y el dolor de cadera podrían indicar que tienes problemas cardiovasculares.