Algunas personas entre 80 y 90 años muestran sorprendentemente poca disminución en su capacidad intelectual. Los científicos están empezando a comprender qué los hace diferentes y cómo el resto de nosotros podríamos beneficiarnos.
Vernos Smith empieza a trabajar en su computadora a las 7:30 cada mañana y dedica diez horas diarias a escribir e investigar.
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Su carrera es sumamente exigente: forma parte del cuerpo docente de la Facultad de Administración de Empresas y de la Facultad de Derecho de la Universidad Chapman. Sin embargo, ese trabajo intenso tiene su recompensa: su investigación se califica sistemáticamente como el trabajo más citado de la universidad, lo que da fe de su constante influencia y éxito. Compagina ambos trabajos con su labor de investigación, mientras coescribe libros y viaja por todo el país para dar conferencias.
Se trata de un extraordinario nivel de productividad que es aún más admirable por un simple detalle: Vernon Smith tiene 96 años.
Smith, que recibió el Premio Nobel de Ciencias Económicas a los 75 años, dice que siente la misma pasión que cuando emprendió su carrera hace más de siete décadas.
El enigma del superanciano
Los investigadores intentan responder estas preguntas estudiando a personas como Smith, que es uno de los 1,600 participantes del estudio 90+ Study de la Universidad de California en Irvine, un proyecto de investigación que examina el envejecimiento óptimo y la demencia en personas de 90 años o más. Los científicos y gerontólogos están reclutando a personas que demuestran tener una memoria excepcional para evaluar su salud física y su estilo de vida. Los investigadores observan el cerebro de los participantes por medio de resonancias magnéticas y tomografías, realizan estudios para detectar marcadores biológicos y llevan a cabo estudios post mortem en aquellos que han donado su cerebro una vez fallecidos (lo que ocurre con muchos de los participantes del estudio). Toda esa labor tiene por objeto intentar comprender a este pequeño pero extraordinario grupo de hombres y mujeres que, como Smith, se califican de “superancianos”.
Un “superanciano” es una persona de más de 80 años que tiene una memoria excepcional, al menos tan buena como la de una persona entre 20 y 30 años más joven.
Mucha gente considera que tiene buena memoria, pero en realidad los superancianos son bastante atípicos, señala la neurocientífica cognitiva Emily Rogalski, quien dirige la iniciativa Super Aging Research Initiative en cinco ciudades de Estados Unidos y Canadá. Según ella, menos del 10% de las personas que se inscriben para participar en sus estudios tienen la memoria y la capacidad mental necesarias para cumplir los criterios científicos que definen a los superancianos.
“No solemos celebrar lo que funciona bien en el envejecimiento, solo lo que funciona mal”, explica Rogalski, que fue una de las primeras investigadoras en utilizar el término “superanciano”. “Todavía estamos en el comienzo de este proceso, pero los superancianos ofrecen una gran oportunidad para enseñarnos muchas cosas”. Es un misterio crucial que debemos descifrar.
Ahora que 73 millones de baby boomers llegan a los 80 años y los adelantos médicos aumentan la posibilidad de vivir cada vez más años, evitar la aparición de la demencia nunca ha sido tan importante. “El envejecimiento cerebral tiene que coincidir con la longevidad”, comenta Matt Huentelman, quien dirige los estudios genéticos de la SuperAging Research Initiative. “Hoy en día el cuerpo puede llegar a los 100 años, pero el cerebro falla a los 80”.
Los supercerebros y las personas que los poseen
Casi todos tenemos un cerebro que envejece y cambia de una forma similar y predecible. La memoria alcanza su nivel óptimo entre los 30 y los 40 años. El volumen cerebral total comienza a atrofiarse a partir de los 50 años, sobre todo en las zonas vinculadas a los procesos complejos de pensamiento y aprendizaje. Los cambios hormonales, el deterioro de los vasos sanguíneos y la dificultad para regular la glucosa en sangre —el principal combustible del cerebro— nos llevan al deterioro cognitivo que es propio del envejecimiento. Estos factores explican por qué nos puede costar recordar una palabra o un nombre que coincida con un rostro a medida que envejecemos, y por qué se hace más difícil realizar varias tareas a la vez y procesar nueva información. Sin embargo, el cerebro de los superancianos no se comporta así.
Estas son algunas de las diferencias:
· El cerebro de los superancianos es resistente al encogimiento. Es decir, se encoge a un ritmo más lento que el cerebro de las personas de edad similar y mantiene su volumen en las áreas vinculadas a la memoria y la concentración. El equipo de la SuperAging Research Initiative identificó un posible “sello cerebral” de los superancianos: descubrieron que la corteza cingulada anterior, que influye en el pensamiento, la memoria y la toma de decisiones, es más gruesa en estos adultos de edad avanzada, a veces incluso más que en la mayoría de las personas de 50 a 70 años. En algunos superancianos, las regiones cerebrales relacionadas con el almacenamiento de la memoria y la recuperación de recuerdos estaban tan bien conservadas que eran indistinguibles de las de los adultos jóvenes, sostiene Brad Dickerson, neurólogo conductual y director de la Unidad de Trastornos Frontotemporales del Massachusetts General Hospital y profesor de Neurología en la Facultad de Medicina de Harvard.
· El cerebro de los superancianos tiene células de memoria de un tamaño muy superior. Las neuronas cerebrales responsables de la memoria son notablemente mayores en los superancianos que en sus coetáneos, e incluso en comparación con personas entre 20 y 30 años más jóvenes. Estas neuronas no suelen tener “ovillos de tau”, las redes de proteínas entrelazadas que se acumulan dentro de las neuronas en el cerebro de las personas que padecen la enfermedad de Alzheimer y otros tipos de demencia.
· El cerebro de los superancianos tiene más “células de inteligencia social”. Estas células contienen una mayor cantidad y densidad de “neuronas de von Economo” en forma de huso, células que se han vinculado a la inteligencia y la conciencia sociales. Estas células ayudan a facilitar la comunicación rápida en todo el cerebro y aportan una mayor capacidad para desenvolverse en el mundo exterior.
Estos factores parecen combinarse de tal forma que impiden que el cerebro de los superancianos se deteriore con la edad, y no nos referimos solo a lo que ocurre entre los 80 y los 100 años. En el 2016, el equipo de Dickerson les presentó a los superancianos más jóvenes —de 60 a 80 años— una lista de 16 palabras que no guardaban relación entre sí, y les pidió que las repitieran 20 minutos después. Una persona normal de 25 años suele recordar 14 palabras, y una persona normal de 75 años recuerda nueve palabras. Sin embargo, los superancianos del estudio recordaron tantas palabras como los de 25 años. Otro estudio obtuvo resultados similares: los superancianos que participaron en una difícil prueba de memoria mientras estaban en un equipo de resonancia magnética fueron capaces de aprender y recordar nueva información tan bien como los participantes del estudio que tenían 25 años.
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