Vida Sana
Como muchas mujeres de mi edad, mi libido desapareció en algún momento alrededor de la menopausia. En mi caso, esto se combinó con los problemas de salud de mi marido, lo que nos impidió participar en cualquier "revolcón en el heno", como una vez lo llamó con tanta dulzura. Con lo que no contaba era que cuando el sexo en mi matrimonio muriera, se llevaría todo el romance con él.
Todo esto es para decir que cuando perdí a mi esposo por una enfermedad cardíaca y renal, yo era el ejemplo de lo que era vivir en un matrimonio sin sexo.
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Vivimos juntos hasta la muerte de mi esposo, pero años antes habíamos dejado de besarnos, abrazarnos o incluso tomarnos de la mano. De vez en cuando extrañaba de manera tangible cómo cuando me abría una puerta, colocaba su mano sobre mi espalda y me guiaba suavemente. Incluso eso se detuvo, ya que su enfermedad provocó cambios de personalidad. Durante los últimos años de nuestro matrimonio, él simplemente empujaba las puertas y dejaba que la misma se cerrara sobre todos los que le seguían, incluyéndome a mí. Entendí que era la enfermedad y traté de no dejar que me molestara.
La verdad es que, mucho antes de que se ofreciera a mudarse a la habitación de invitados, ya yo deseaba que lo hiciera. Ahí está, lo dije. Yo estaba mal, en muchos niveles, pero reconocí que cada onza de deseo sexual de mi parte había desaparecido, y nunca creí por un momento que alguna vez regresaría.
Qué equivocada estaba.
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